Diez cosas que puedes hacer para evitar sufrir un ictus: «La tensión arterial o el colesterol no duelen hasta que aparecen las consecuencias»
ENFERMEDADES
En el Día Mundial del Ictus repasamos con varios expertos los factores de riesgo modificables que evitarían el 90 % de los casos: «Cada vez es más frecuente y no solo va ligado a la edad»
15 ene 2024 . Actualizado a las 17:23 h.Nueve de cada diez ictus son evitables. Es decir, el 90 % de los casos podrían prevenirse cambiando algunos aspectos de nuestra vida, sorteando los llamados factores de riesgo modificables. ¿Cómo es posible entonces que, aún estando en nuestras manos, 1 de cada 4 personas vaya a sufrir un ictus?
Vamos a empezar por el principio. Un ictus es una enfermedad cerebrovascular y se produce por la disminución u obstrucción del flujo sanguíneo. La sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria y, como consecuencia, las células nerviosas no reciben oxígeno, dejando de funcionar. Ictus es el término general y a partir de aquí, se divide en dos grupos: el ictus isquémico, que es el que se produce por la obstrucción de una arteria en el cerebro y es el más frecuente representando el 85 % de los casos; y el hemorrágico, que se produce por la rotura de un vaso sanguíneo.
Una vez hemos entendido esto y antes de hablar de la decena de factores de riesgo modificables, tenemos que explicar aquellos que no lo son como la edad. Es cierto que es el factor más importante, pero aquí hay que dejar claro que los ictus no solo afectan a personas mayores. Más de 60 % de los casos se dan en menores de 70 años y el 16 % en menores de 50. Varios estudios concluyen que el riesgo de sufrir un ictus aumenta un 9 % cada año en los hombres y un 10 % en las mujeres. A partir de los 55 años, cada década que pasa se duplica el riesgo de tener un ictus.
La genética, igual que en todas las enfermedades, tiene su peso, pero todavía se desconocen los genes directamente relacionados. A esto hay que añadir que el riesgo de sufrir un ictus varía según la etnia. Las personas negras -sobre todo jóvenes y de edad media-, y latinoamericanas tienen una mayor incidencia y mortalidad en comparación con las de origen caucásico.
Llegados a este punto, ¿qué puedo hacer yo para evitar sufrir un ictus? «Si fuésemos capaces de controlar de manera adecuada la decena de factores de riesgo modificables, disminuiría la incidencia de ictus en un 90 %. La prevención es muy importante, no solo porque es algo que está en nuestras manos, sino porque de no hacerlo, estimamos que en la próxima década se producirá un aumento del 34 % en el número de ictus, un incremento de un 45 % de muertes por esta patología y un aumento del 25 % en el número de supervivientes de ictus con discapacidad en Europa», recuerda Mar Castellanos, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología.
«Fallamos desde el principio, es una patología muy prevalente, la gente no se da cuenta y se tiene que concienciar, es cada vez más frecuente y no solo va ligada a la edad. Con 45 o 50 años también hay que hacerse chequeos habituales. No es infrecuente que se tenga una dislipemia mal controlada, por ejemplo. Es que la tensión arterial no duele hasta que aparecen las consecuencias. Muchas veces no somos conscientes de todos los factores de riesgo que tenemos para poder sufrir un ictus», explica Susana Arias de la Sociedad Española de Neurología y neuróloga de la Unidad de Ictus del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Un aspecto en el que insiste la doctora Marian Muchada, investigadora principal del Grupo de Investigación en Ictus del Vall d'Hebron: «A la gente la diagnostican de hipertensión, de diabetes o de hipercolesterolemia y no es consciente del riesgo que eso conlleva porque son factores silentes. Como muchas veces no dan síntomas, no son conscientes de la gravedad de esos factores y del alto riesgo que implica no tenerlos controlados. Hay un aumento de casos de ictus en personas jóvenes y también en general».
Hipertensión
Es el primer factor de riesgo después de la edad. Se estima que es la causa de entre el 25 y el 50 % de los ictus. Un control adecuado de la tensión rebaja mucho las probabilidades de sufrir uno o, lo que es lo mismo pero al revés, el aumento de la presión de la circulación de la sangre aumenta hasta cuatro veces la probabilidad de sufrir un ictus. El 40 % de la población española mayor de 18 años es hipertensa, la gran mayoría ni siquiera lo sabe.
«Es primordial realizar las revisiones normales de salud con nuestro médico de atención primaria. Sabemos que tenemos una serie de factores de riesgo sobre los que no podemos ejercer un adecuado control, tener 80 o 90 años no lo podemos modificar, pero sí que podemos actuar sobre los clásicos factores de riesgo donde la hipertensión es el más prevalente, con más importancia dentro de la patología cerebrovascular. Tenemos que saber si somos o no hipertensos para controlarlo con medidas higiénico-dietéticas o, si es necesario, medicación», asegura la neuróloga Susana Arias.
La presión sistólica o máxima (presión que ejerce el corazón sobre las arterias con cada contracción) debe situarse entre 120-129 milímetros de mercurio (mmHG), mientras que la diastólica o mínima (entre latidos, cuando el corazón está en reposo) oscila entre los 80 y 84 mmHg.
Primera lección: hay que controlar la tensión arterial. Una revisión periódica anual estaría bien a partir de los 40 años. Desde los 60, mejor cada seis meses y a partir de los 65 años, cada tres.
Diabetes
La diabetes es la responsable de hasta el 20 % de los ictus, multiplicando por dos el riesgo de sufrirlo. Dos de cada tres personas con diabetes fallece por enfermedad vascular, ictus o infarto al corazón. Aunque se producen más casos de diabetes en hombres que en mujeres, ellas tienen un 30 % más de riesgo de sufrir un ictus que los hombres. Además, las personas con diabetes tienen mayor riesgo de recurrencia de ictus y peor pronóstico, generando más mortalidad y más discapacidad.
¿Qué pasa con la prevención? Aquí entra en juego otro dato porque el 90 % de los casos de diabetes son de tipo 2, estrechamente vinculada a la obesidad y el sedentarismo.
Colesterol
Controlar los niveles de colesterol también es clave, porque, si hay demasiada cantidad de este, se acumula en las paredes arteriales y puede causar problemas en el sistema circulatorio; esto es lo que puede aumentar el riesgo de ictus.
Una persona puede tener el colesterol alto por dos motivos: herencia genética o mala alimentación. Para tratarlo es primordial controlar la dieta y fomentar los hábitos de vida saludables. También existen los tratamientos con medicamentos como las estatinas.
Los niveles recomendables de grasas o lípidos en la sangre son valores orientativos, pero actualmente, se aconseja que el colesterol total sea inferior a 200 mg/dl. De esta forma, el malo o LDL debe ser inferior a 160 mg/dl, mientras que el bueno o HDL debe ser superior a 40 mg/dl y los triglicéridos inferiores a 200 mg/dl.
«Tenemos que hacer mucho hincapié en la gravedad que representan estas enfermedades comúnmente conocidas, todo el mundo sabe de lo que hablamos pero no sus posibles consecuencias. A corto plazo quizás no pase nada, pero un mal control de la tensión o el colesterol deteriora las arterias, debilita los vasos y predispone a que se cierren o rompan», recuerda la doctora Muchada.
Tabaquismo
El tabaco es uno de los principales factores de riesgo del ictus y existe una relación clara con el número de cigarrillos diarios que se fuman. Dejar de fumar es clave, para esta y otras tantas enfermedades. Después de 15 años, el riesgo de una enfermedad vascular se reduce hasta llegar a ser prácticamente igual que el de una persona que nunca ha fumado.
Alcohol y drogas
El consumo de drogas es una causa cada vez más frecuente de ictus en adolescentes y adultos jóvenes. «En el caso de la cocaína, está asociada tanto a la presencia de ictus de tipo isquémico, por un fenómeno vasculítico de la propia acción de la cocaína sobre la pared del vaso; como hemorrágico, por un pico hipertensivo durante el consumo», asegura la neuróloga Susana Arias. El riesgo existente es especialmente alto en las primeras 24 horas tras el consumo de la sustancia.
Además, el abuso de alcohol, tanto de forma regular como puntual, provoca hipertensión arterial, alteraciones de la coagulación, arritmias cardíacas y disminución del flujo sanguíneo cerebral, factores altamente de riesgo.
Obesidad
Tener sobrepeso es uno de los diez factores de riesgo más importantes de sufrir un ictus y está asociado con casi 1 de cada 5 episodios. «La obesidad incrementa hasta 2,5 veces el riesgo, sobre todo la grasa abdominal. Mantener el peso en unos límites saludables es primordial», recuerda la Fundación Ictus es sus consejos de prevención.
«Ahora mismo las cifras que se manejan es que entorno a un 24 % de los españoles son obesos y un 38 % tienen sobrepeso. Es muchísimo, más de la mitad de la población no tiene un peso adecuado», asegura Francisco Tinahones, y jefe de grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn).
Sedentarismo
Y como una rueda perfectamente engrasada que no deja de girar, llegamos al sedentarismo. Otro de los factores de riesgo que contribuye a la aparición de un ictus. En el lado opuesto de la moneda del sedentarismo tenemos el ejercicio físico.
«Yo siempre lo digo, no se trata de que corramos la maratón, se trata de que hagamos una vida activa, nos movamos. A muchos pacientes lo que les recomiendo más urgentemente es que caminen 45 minutos o una hora al día. Con controlar la dieta y hacer esta actividad física regular ya vamos a controlar de una forma notable dos de los factores que están directamente relacionados con la aparición de ictus y de obesidad. Caminar, además, disminuye la presión arterial», explica la neuróloga Mar Castellanos.
Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud
Los adultos de 18 a 24 años deberían realizar actividades físicas aeróbicas moderadas durante al menos 150 a 300 minutos; o actividades físicas aeróbicas intensas durante al menos 75 a 150 minutos. También deberían realizar actividades de fortalecimiento muscular moderadas o más intensas que ejerciten todos los grupos musculares principales durante dos o más días a la semana.
Dieta equilibrada
Junto con la actividad física, llevar una dieta equilibrada está en el centro de todo. No solo para prevenir un ictus (que es de lo que hablamos hoy), sino todas las enfermedades. Está en el centro de todo porque es la clave para contribuir a reducir el nivel de colesterol, la presión arterial y controlar la diabetes. Otra vez el círculo. Se estima que las intervenciones dietéticas pueden disminuir el riesgo de ictus hasta en un 19 %.
Vamos a hacer un repaso rápido por las últimas evidencias:
- Cada aumento de 25 g/día en el consumo de frutas blancas y hortalizas se asoció con un riesgo 9% menor de ictus.
- El consumo de cereales integrales se relacionó de forma inversa con el ictus isquémico en mujeres.
- Se ha observado una reducción del riesgo de ictus isquémico con el consumo de más de 5 raciones semanales de pescado.
- Una ración diaria de carne roja aumenta el riesgo de ictus en un 11 % y procesada en un 13 %.
- Con la ingesta de uno o más huevos al día no se ha demostrado que exista un aumento del riesgo de ictus.
- Los lácteos, principalmente la leche, se asocian de forma inversa a la incidencia de ictus. Un incremento de 200 g diarios de leche se asoció con una reducción del 7% del riesgo de ictus.
- Los frutos secos contienen niveles elevados de ácidos grasos saludables, y en la dieta mediterránea se recomienda su ingesta al menos 3 veces por semana.
- Existen evidencias limitadas sobre la relación entre el consumo de aceite de oliva y el riesgo de ictus, pero un aumento de 25 g/día en su consumo parece asociarse con una reducción del 18 % de riesgo de ictus.
Estrés
El estrés, ese mal de este siglo. Varios de los últimos estudios han relacionado el estrés crónico con el riesgo de padecer un ictus. «El estrés ya lleva tiempo considerándose un factor de riesgo vascular. Puede provocar un aumento de la tensión arterial, picos de aumento de la frecuencia cardíaca, los momentos de estrés también están relacionados con la liberación de determinadas hormonas, como la adrenalina... Por si fuera poco, el estrés también puede ayudar de manera indirecta a este riesgo, con estrés solemos comer peor o fumar más. Además, puede producir insomnio, lo que perjudica a los mecanismos de reparación del propio cerebro», enumera la doctora Arias.
Fibrilación auricular
«Aunque podemos decir que no es un factor evitable, hay una arritmia que es especialmente importante en la aparición de ictus isquémico que es la fibrilación auricular. Es un factor modificable en el sentido de que sí que tenemos estrategias terapéuticas, tenemos tratamientos», recuerda la jefa de Servicio de Neurología del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña, Mar Castellanos.
La fibrilación auricular es la arritmia más frecuente, ya que afecta a más de 600.000 españoles y es la responsable alrededor del 35 % de todos los ictus. Además, los ictus debidos a esta patología suelen ser graves, con un incremento de la discapacidad del 60 %. «Suele ser la principal causa de ictus en las mueres de mayor edad. El tratamiento va a depender de la edad, el sexo y la coexistencia de otros factores de riesgo vascular», asegura la neuróloga del CHUS, Susana Arias.
Los pacientes que sufren fibrilación auricular deben llevar un control estricto de los factores de riesgo cardiovascular (tabaquismo, hipertensión arterial, diabetes, obesidad…) y un seguimiento por parte de un médico especialista.
Emergencia médica
La prevención debe ir de la mano del conocimiento. Solo un 50 % de la población sabe reconocer los síntomas de esta enfermedad, que no podemos olvidar, es una emergencia médica tiempo-dependiente, es decir, cuanto más temprana sea su detección, el acceso a las pruebas y al tratamiento, mayor será la probabilidad de sobrevivir y mayor también la de superarlo sin secuelas importantes.
«Los síntomas del ictus generalmente se producen de forma brusca e inesperada y, aunque habitualmente los pacientes suelen experimentar varios de estos síntomas, solo con identificar uno de ellos es motivo suficiente para que se llame al 112. Incluso aunque los síntomas desaparezcan a los pocos minutos, hay que acudir a Urgencias», insiste la doctora Mar Castellanos.