Elena Juliá, paciente con obesidad: «La gente cree que la operación es la solución. Para no morirte sí lo es, pero el trastorno continúa»
ENFERMEDADES
Tras años con un TCA, se ha sometido a una cirugía bariátrica, pero considera que las consecuencias de haber sufrido obesidad le van a acompañar durante toda la vida
14 dic 2022 . Actualizado a las 18:04 h.«Mi historia con la obesidad, si echo la mirada atrás, empieza casi desde que nací». Son palabras de Elena Juliá, de 54 años. Recuerda que ya fue un bebé con mucho peso y que en su infancia ya sufría problemas en tobillos y rodillas. Empezaba lo que ella denomina como un viaje de muchas paradas en el que a día de hoy, aún sigue inmersa. Aunque Elena ya no vea reflejado un 120 en esa báscula que ella denomina la brújula de su vida, sigue sufriendo las consecuencias de una enfermedad que ella —aunque no lo refleje su historial clínico— considera crónica.
«Mi infancia no fue demasiado buena, no tengo buenos recuerdos», confiesa. Desde muy pequeña, Elena empezó a experimentar lo que es no encontrar ropa de su talla, que los uniformes del colegio se los tuvieran que hacer a medida o convivir con las risas de fondo de sus compañeros. «A un niño con sobrepeso se le hace bullying porque se presupone que come mucho o que no hace deporte, y yo podría desarmar perfectamente ese tópico», remarca.
La adolescencia no fue una etapa mejor. Probó con muchas dietas y perdía peso, pero volvía como un boomerang. «Si adelgazaba treinta kilos, después ganaba cuarenta. Me machacaba en el gimnasio, comía en un plato de postre, iba a natación, caminaba más de una hora al día... pero también me tomaba todo tipo de fármacos, estuvieran permitidos o no, para adelgazar. Vomitaba y entraba en unos bucles muy autodestructivos».
La voz de Elena cambia para contar un episodio de su mente que tiene grabado en su memoria. Cuando tenía 14 años, en una de estas consultas con especialistas, sufrió una mala experiencia: «Un médico me trató muy mal. Me dijo que comía mucho, que le estaba mintiendo porque no estaba haciendo la dieta. Mi madre también me riñó en consulta y me harté de llorar. Quería que mi vida se acabara ahí». La joven intentó quitarse la vida. «Gracias a Dios no llegó a término, pero lo pasé muy mal».
Una cirugía bariátrica que le ha ayudado a bajar de peso, pero que no es la solución
En un primer momento, los médicos no sabían por qué cogía peso. «Se pensaban que tenía diabetes. Iba de médico en médico y estaba a punto de morirme», dice. Hasta que llegó al último, con el que sigue a día de hoy. Él le confirmo que padecía enfermedad denominada hiperinsulinemia, que se desencadena cuando el páncreas produce más insulina de la que realmente necesita el organismo. «Tenía un exceso de insulina y me la estaban pinchando. Me querían trasplantar el hígado, pero eso no funcionaría así que me dijo que me iban a hacer una operación bariátrica».
Antes de someterse a esta intervención, Elena tuvo que perder entre diez y quince kilos, y pasar por muchos controles. «Te ven internistas, endocrinos e incluso un psiquiatra valora si eres una persona capaz de poder pasar esa operación», cuenta. Sin embargo, añade que «lo terrible es que cuando sales del quirófano y te dan el alta, que además te la dan bastante rápido, porque no te vuelve a ver ningún tipo de especialista. Ni siquiera un nutricionista». La cirugía estaba prevista para septiembre, pero se adelantó porque su médico tenía miedo de que no llegase a esa fecha. En julio del 2016, entró en quirófano.
Al poco tiempo, empezó a bajar de peso. Calcula que cerca de cincuenta kilos, si bien recalca que no fue la solución al problema. «Dejé de ser hipertensa y adelgacé, claro, pero si tú has llegado a ese índice de masa corporal tú tenías un desarreglo alimenticio que había que subsanar. En tu cerebro sigues teniendo una imagen de que eres una persona gorda, con sobrepeso. No te reconoces, sigues viéndote de la otra forma, es terrible», lamenta. A esto se le suma el posterior descolgamiento de la piel: «No puedes hacer deporte durante mucho tiempo después de la operación, pero pierdes enormes cantidades de peso, provocando que tu piel se caiga. Viene otro capítulo de terror después de la operación».
La obesidad puede provocar una larga lista de enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, dislipemia, apnea del sueño y problemas respiratorios, trastornos del aparato locomotor, diferentes tipos de cáncer, trastornos de salud mental o problemas de fertilidad.
«Llegué a no tener espejos en mi casa y a comer solo alimentos líquidos»
Elena comprendió que tenía un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) por casualidad. Trabajaba como locutora en un programa de radio y un día, le tocó hablar con varios especialistas médicos sobre ese mismo tema. «Se dio un caso de anorexia muy grave o mediático. Hablé con profesionales y padres de chicas que sufrían un TCA. Fue ahí cuando me di cuenta». No obstante, aunque no fuera consciente, ciertas conductas que ella tenía empezaban a alertar de que algo no iba bien. «Llegué a no tener espejos en mi casa, a no sentarme a comer o tomar solo alimentos líquidos. Ha sido un proceso durísimo en el que aún continúo. A día de hoy, con 54 años, sé que voy a terminar mis días con esto», subraya.
Cuenta que tiene muy presentes recuerdos desagradables de cuando sufría sobrepeso. Ir a un restaurante y pedir una ensalada por vergüenza a lo que opinasen los demás, o llegar a una tienda y que la dependienta le espetase un: «Para usted no hay ropa». Y ya no solo miedos que la involucrasen a ella, ya que en el momento que tuvo una hija, estos se cronificaron: «Mi mayor temor era que ella también sufriese sobrepeso. Le preguntaba constantemente al pediatra. Él me decía: "Tu niña está por encima del percentil". Y yo contestaba: "Sí, pero, ¿el peso?"».
Ser tu peor enemigo. Así define Elena un trastorno de la conducta alimentaria. «Es muy autodestructivo, una montaña rusa emocional, bajas y subes. Además, tus problemas se extrapolan a las relaciones personales. Soy heterosexual y tuve graves problemas con los chicos porque no pensaba que pudiera ser atractiva. Principalmente, porque no lo era para mí. Llegas a odiarte, te miras en el espejo y te produce asco, y luego esto se extrapola en las relaciones», se sincera.
La vida después de la operación
Después de la operación bariátrica, «me enfrento a un montón de daños colaterales». Elena sufre diversas patologías, como enfermedad precancerosa del esófago, enfermedades del intestino y permeabilidad intestinal. Pero no solo eso: «Cuando te enfrentas a demonios, da igual cuántos sean, son feos y tienes que luchar contra ellos. Aunque parezca increíble, ahora sufro con unos kilos que he ganado tras la operación y que no hay forma de perder. Tengo pesadillas de que vuelvo a estar gorda, de que vuelvo a empezar otra vez. Hay días buenos, pero también días muy malos».
Sin embargo, Elena remarca que «los médicos no plantean en los informes clínicos que todas las enfermedades colaterales que se padecen tienen su origen en la obesidad. Por lo tanto no se entiende que la obesidad sea una enfermedad y que tiene consecuencias, como que nada pasa por la Seguridad Social. Tanto los profesionales que necesito en este momento, como los tratamientos, me los tengo que pagar yo porque no me los cubren».
Su objetivo es acabar la carrera de Psicología, en la que se encuentra inmersa, para poder ayudar en un futuro a personas que han pasado (o pasan) por lo mismo que ella. «Es hora de hacer visible la obesidad como una enfermedad y no estigmatizar. Creo que la percepción es muy escasa entre la población normal, pero es que desgraciadamente en el mundo sanitario, también», recalca. «Nunca me he encontrado, ni yo ni ningún paciente, que en toda nuestra historia clínica ponga que lo que tenemos tiene su origen en la obesidad. No lo pone. Y por lo tanto, al no ser visible la obesidad como una enfermedad, no se preocupan», añade.
Elena acaba su relato con una reflexión sobre la báscula, esa que ha mencionado en varias ocasiones durante su narración: «No me define lo que pone en ella, ni tampoco mi talla, ni lo que piensen los demás. Incluso llega un momento en el que tampoco me define lo que llego a pensar de mí misma».