Jesús Calviño, nefrólogo: «Es importante controlar la tensión y el azúcar para la salud de tus riñones»
ENFERMEDADES
El experto señala que el desconocimiento de los factores de riesgo de la enfermedad renal hace que mucha gente no pueda prevenirla
15 mar 2024 . Actualizado a las 14:01 h.El riñón es un órgano, que se presenta en pareja. Quienes lo estudian dicen que es el más interesante, desconocido y enigmático. Tienen forma de habichuela, son los encargados de la formación de orina (entre otras cosas) y no miden mucho más que doce centímetros, o lo que es lo mismo, un smartphone.
La ciencia evolutiva todavía no tiene la respuesta que desvela el porqué de este matrimonio, solo acompañado por un par de pulmones. El resto, el corazón, el cerebro o el hígado, acuden en solitario. «Tenemos una carga de masa renal y el cuerpo la divide en dos, derecho e izquierdo. Realmente, es como si solo hubiera uno, pero en el desarrollo embrionario esta se reparte», explica el doctor Jesús Calviño, jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario Lucus Augusti (Hula). También existe una versión más romántica: «Hay quien dice que tenemos dos para donar uno a un familiar si lo necesitase», añade.
El experto llegó a esta especialidad, que se ubica dentro del marco de la medicina interna, motivado por el constante estudio y avance: «Es muy novedosa y está en continuo desarrollo», indica. Su área no solo se centra en el riñón per sé, sino de toda la larga lista de consecuencias que aparecen cuando este falla.
La enfermedad renal crónica ha aumentado su prevalencia en los últimos años y afecta al 15,1 % de la población española. Es más, Galicia es una de las comunidades con cifras más altas. El doctor Calviño ha participado, con otros 60 expertos, en el programa IntERCede; el objetivo era el de conseguir un abordaje integral y coordinado en todo el territorio nacional, pero antes debían identificar los retos principales que supone esta patología. «Hay varios. Primero está el conocimiento de la enfermedad renal, ser conscientes de que existe y que podemos anticiparnos; después viene un diagnóstico precoz; el tercer reto que encontramos fue atender a la población que la padece y establecer medidas preventivas; y por último, formar a la sociedad y a los profesionales en su conocimiento y manejo», apunta el especialista del hospital lucense.
—Menciona los retos, ¿cuáles serían las soluciones?
—En primer lugar, establecer medidas preventivas de salud general para la población, y así evitar el desarrollo de la enfermedad renal. Estas son el ejercicio físico, la dieta, evitar la obesidad, la diabetes, controlar la tensión arterial, comer sin o con poca sal, reducir los niveles de colesterol o las dietas ricas en grasas, y el consumo de fármacos tóxicos para el riñón como los antiinflamatorios. Otro conjunto de medidas se centran en hacer controles de salud a la población; que acuda a su médico de atención primaria. Muchas veces, un simple análisis de orina nos puede ayudar a ver si hay enfermedad renal o no, porque detectamos proteínas en la muestra y eso nos hace estar alerta. También es importante centrarnos en el conocimiento de los propios médicos que atienden a la población y detectar aquellos pacientes que puedan estar en riesgo, como son los más sedentarios, mayores, o con otras enfermedades como la diabetes.
—Galicia se encuentra entre las comunidades con mayor prevalencia de pacientes de enfermedad renal crónica de España. ¿Qué explica esta situación?
—En nuestra comunidad son muy comunes todos los factores de riesgo que van ligados con la enfermedad renal. En primer lugar, el envejecimiento de la población. Galicia tiene una población envejecida y esta patología aumenta con la edad. En segundo lugar, aquí es muy prevalente la enfermedad cardiovascular, así como sus factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, la obesidad o la hipercolesterolemia. Todos ellos también aumentan el riesgo de alteraciones renales.
—¿Los riñones están preparados para tener una larga supervivencia como la que hay ahora?
—Sí, sí que están. De hecho, hay personas que fallecen, donan el riñón y el órgano sigue viviendo en el receptor. Hay donantes de 70, 75 años que son perfectamente válidos. El envejecimiento del organismo no hay que verlo desde el punto de vista de un órgano, sino de todo el conjunto.
—¿Cuáles son los primeros pasos que da la enfermedad renal? Se describe como silenciosa.
—Sí, lo es. La enfermedad renal es silenciosa porque se detecta en un control analítico, bien de sangre o de orina. Cuando da síntomas, son muy inespecíficos. La persona está cansada, o tiene la tensión alta y no le da importancia, o presenta molestias digestivas sin causa aparente. A veces puede notar hinchazón en las piernas y lo atribuye a problemas de circulación. Por el contrario, no suele comenzar con dolor en la zona de los riñones o con falta de micción, estos son síntomas muy poco frecuentes. Así que la mayoría de las veces pasa inadvertida si uno no se hace un análisis. De hecho, es probable que haya escuchado a alguien decir que le duelen los riñones, y realmente, no duelen salvo que haya un cólico; lo que molesta es el lumbago, la espalda o los huesos. Es muy raro que ellos nos duelan. Por eso, muchas veces, cuando le dices a una persona que los tiene mal se sorprende, porque ni le molestan, ni tiene problemas para orinar. Sin embargo, el riñón está filtrando mal, y solo cuando la patología avanza, aparecen los síntomas.
—Antes señalaba que el conocimiento es uno de los retos para la enfermedad renal. ¿La gente la suele tener presente como ocurre con el colesterol o la tensión arterial?
—Creo que la población en general no es consciente de esas cosas, pero tampoco tiene por qué serlo. Es decir, una persona ya bastante tiene con los problemas del día a día, como para preocuparse de saber de medicina. El que debe hacerlo es el sistema sanitario, cuando detecta que alguien tiene enfermedad renal. En ese caso, hay que advertir y educar. Al igual que se hacen campañas de prevención, como la mamografía y el cáncer de mama, o el cribado de sangre en heces que se manda al domicilio de los pacientes, puede resultar interesante recomendar acudir al médico de cabecera para hacerse un análisis de orina o de sangre, y no solo centrarnos en el colesterol o el azúcar, sino en la salud de los riñones. Esto es muy importante, sobre todo, si tenemos en cuenta que esta patología es muy habitual. Hay gente enferma que no lo sabe, y los pacientes de una patología renal van a tener mayor riesgo de otras como del corazón o cerebro.
—En el HULA tuvieron la primera unidad cardiorrenal gallega. ¿Cómo afecta la salud del corazón a la del riñón?
—En general, la enfermedad de un órgano lleva a la del otro, y viceversa. Cuando hay patología del corazón es muy probable que, a consecuencia de ella, enferme el riñón. El primero irriga al segundo. Y viceversa, los riñones son encargados de eliminar las toxinas, de eliminar los líquidos del cuerpo, si no trabajan bien, sobrecargan la función del corazón con más líquido y toxinas. Además, los factores de riesgo cardiovasculares son los mismos que los renales. Es decir, es más frecuente en la gente mayor, en la que tiene obesidad, que hace una dieta rica en sal o que tiene la tensión alta y mal controlada. Al final, estamos tratando a la misma población, por eso, las enfermedades van de la mano.
—¿Cómo influye la hipertensión en los riñones?
—El riñón es el órgano encargado de eliminar el exceso de agua y sal que tomamos. Cuando funciona mal, y no es capaz de desempeñar bien esta función, produce hipertensión. Al mismo tiempo, cuando la tensión alta está haciendo presión sobre el riñón a la hora de filtrar la sangre del cuerpo, esa presión los daña y hace que cada vez funcionen peor. Es como una especie de círculo vicioso: primero la tensión alta estropea el riñón, como está dañado sube la tensión, y a su vez, esta sigue atacándolo.
—¿Y la diabetes?
—Sucede de una forma parecida. Al presentar altos los niveles de azúcar, este se precipita en los vasos del paciente, y preferentemente, en la circulación del riñón, de forma que no recibe bien el riego de sangre, y sube la tensión. Eso perpetúa el círculo. El azúcar alto en sangre es la clave. Si esto sucede, el riñón va a interpretar la situación como si hubiese una mala circulación, por daño en su riego, y al final, la circulación se acaba estropeando más.
—Por el contrario, ¿qué hábitos contribuyen a un mejor estado de los riñones?
—Los hábitos saludables son los que todo el mundo conoce. Hacer ejercicio con regularidad; hacer alguna actividad, como caminar, una hora al día. Tener una dieta equilibrada, con poca sal, abundantes líquidos y con alimentos no procesados y naturales. Y, además, evitar tóxicos como el tabaco, el alcohol y la automedicación con antiinflamatorios, tan frecuentes en nuestra población. Son dañinos para el riñón por eso hay que eliminar su uso en la medida de lo posible. También es importante tener bien la tensión, el azúcar y no presentar obesidad. Este es un problema en nuestra sociedad, y hay que tener conciencia de que es una enfermedad, igual que puede ser cualquier otra. Uno está obeso porque la propia patología le lleva a estar así, no porque quiera. A veces la banalizamos, y decimos que alguien la padece porque come mucho y camina poco. No. Las personas, si pudieran elegir no estarían obesas, pero no siempre se puede evitar.
—La importancia del agua siempre sale a colación al hablar del cuidado de los riñones, ¿hasta qué punto influye?
—Importa como medida preventiva. Otra cosa es un enfermo que ya está haciendo diálisis, en cuyo caso, por desgracia, el líquido tiene poca trascendencia porque sus riñones ya no funcionan. Pero antes de que eso suceda, beber, como mínimo, un litro y medio de líquidos al día nos asegura un buen funcionamiento renal, una buena prevención. Hay que pensar que una persona, en situaciones normales, debe orinar entre un litro y un litro y medio. Eso es lo mínimo que debemos beber, porque si estamos por debajo, haremos que el riñón trabaje menos y favorezca su deterioro ante cualquier trabajo. En resumen, estaremos mal hidratados.
—Casi 27.000 españoles reciben hemodiálisis. ¿Ha mejorado su calidad de vida en los últimos años?
—Cuando a una persona le dicen que tiene que recibir diálisis es un impacto en su calidad de vida. No solo enferma la persona, sino también su familia. A partir de ese momento, se tiene que someter a un tratamiento que sabe que va a ser crónico, al menos hasta que se trasplante, si le llega la oportunidad. La realidad es que van a tener unos horarios dependientes de tener que hacer tratamiento con diálisis; una dieta muy especial; el paciente pierde calidad de vida, se deprime, deprime a sus conviviente porque lo ven mal y sufren por él. Desde ese punto de vista, es lógico que les afecta. Hoy en día, tenemos la opción de tratamiento de diálisis en casa, lo que quizás tenga un menor impacto en ellos, porque evita que vayan tres días al hospital por semana. Además, por supuesto, del trasplante renal. España es líder en ello, y en Galicia estamos en una muy buena posición. Todo esa oferta hace que, de alguna manera, el impacto emocional se suavice un poco, aunque sigue estando. Es una enfermedad crónica, que cambia la vida y convierte al paciente en dependiente de un tratamiento.