Ana Mato tiene 36 años y espera un doble trasplante: «Vivía en Alemania y me aconsejaron hacer las maletas y volver a Santiago»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Ana Mato, santiaguesa de 36 años, está esperando un riñón y un páncreas
Sandra Alonso

Esta santiaguesa enfermera y en diálisis, lleva pendiente de un doble trasplante desde el 2021: «Siempre que te llaman y ves un número largo como el del Sergas lo coges pensando que puede ser esta vez», cuenta

05 jun 2024 . Actualizado a las 13:45 h.

Ana Mato, santiaguesa de 36 años, vive acompañada de la espera, de la expectación y de los nervios. «Nunca apago el teléfono, e intento tenerlo, al menos, en modo vibración». Tampoco suele irse de vacaciones, ni visitar a sus amigos en Alemania, en donde vivió tantos años. En su próxima llamada, cuenta, podrían confirmarle que hay un páncreas y un riñón disponibles para ella. Esperándola después de tres años. «Se está haciendo largo ya», dice, entre risas. Prefiere no pensarlo demasiado. Es algo que no depende de ella, pero la mente humana es incontrolable, y cuanto menos deseas hacer una cosa, más ocupa tus pensamientos. 

A los dos años le detectaron una diabetes tipo I que antaño, se conocía, precisamente por la edad a la que suele debutar en su mayoría, como diabetes juvenil. Esta enfermedad crónica se produce porque el páncreas no es capaz de producir insulina (si lo hace, es en poca cantidad) o no consigue utilizarla. Se caracteriza por la presencia elevada de glucosa en sangre, lo que se conoce como hiperglucemia, debido a la ausencia de esta hormona, que es la encargada de permitir la captación del azúcar por los tejidos y después emplearlo como combustible. 

Entre sus posibles consecuencias está la enfermedad renal. Este es el caso de Mato. «Con el paso del tiempo, los riñones fueron perdiendo su función. Llegó un punto, en el 2017, en el que el declive fue mucho más rápido. Y si bien hasta ese momento no había tenido nada importante, a partir de ese año, empeoré a pasos agigantados», recuerda. Más allá de la diabetes, se desconoce el desencadenante exacto de esta otra patología. Sin embargo, sospechan que puede haber estado relacionado con un proceso infeccioso muy fuerte por el que pasó, con los consecuentes medicamentos. Así, en el 2021, le diagnosticaron una enfermedad renal crónica y empezó a ser tratada con diálisis. El trasplante de riñón y páncreas se volvió necesario. El primero, por la afectación; el segundo, «porque desde pequeña no me funciona y temen que pueda dañar al órgano trasplantado». 

«Haber sido enfermera en una unidad de diálisis me permitió ser una paciente más informada que el resto»

Con ello, cruzó la barrera de ser quien la pone a quien la recibe. Mato era enfermera, en Alemania, de este tipo de unidades. «Tiene sus cosas buenas, como que yo estaba mucho más informada que el resto o tengo una mejor capacidad de decisión, y sus cosas malas. Sabes cómo puede ser la evolución y se te viene a la cabeza equis paciente que empezó con la diálisis a tu misma edad», lamenta. 

En medio del proceso, también vivió una mudanza. Dejó Alemania y volvió a Santiago, de donde es natural. Lo hizo por recomendación de sus médicos, porque la lista de espera en España acostumbra ser más corta. «Me aconsejaron hacer las maletas e irme», cuenta. Tenía la esperanza de que el proceso se alargase menos, pero sabe que llegará.

Esperar un trasplante, cuanto menos dos y simultáneo, no es tarea sencilla. «Siempre que te llaman y ves el número largo del Sergas lo coges pensando que puede ser esta vez», describe. Hasta el momento, no ha ocurrido; nunca ha recibido esa llamada. «Ahora, como existe la posibilidad de la eutanasia, te pueden avisar con uno o dos días de antelación. De lo contrario, suelen ser horas. Te dicen que en cuatro horas estés en el hospital», añade. 

Vivir con diálisis

Hay días en los que todo se hace cuesta arriba. La diálisis, el proceso artificial mediante el cual se extraen los productos de desecho y el exceso de agua del organismo, llega a ser muy pesada. De siete días de la semana, tres debe recibir el tratamiento. «En sí, el proceso dura cuatro horas, pero entre que llegas y te vas son seis. Y luego está lo que puedes tardar en recuperarte, así que ese día ya lo doy perdido», cuenta. Una semana, con solo cuatro jornadas de plena funcionalidad. «Además, últimamente me está sentando muy mal. La tensión me baja muchísimo, me mareo y me encuentro muy mal», describe. Todo ello, multiplicado por tres. 

En su caso, se suma la vía de administración. Mientras que para algunos pacientes, el acceso a la hemodiálisis puede realizarse por fístula, con ella utilizan un catéter. Una sonda con la que vive y que debe cuidar. «No es doloroso, pero me dificulta el día a día, ya que no la puedo mojar. Llevo sin ducharme como una persona normal desde hace tres años, y desde luego, bañarme en el mar o en la piscina es algo impensable», detalla. 

Ana Mato espera recibir cuanto antes un doble trasplante
Ana Mato espera recibir cuanto antes un doble trasplante Sandra Alonso

Durante la hemodiálisis, la sangre se extrae del organismo, se hace circular por el dializador, que hace de filtro, lo que permite eliminar las toxinas y el exceso de líquido acumulado. Después, la sangre, ya limpia, retorna al organismo. «Como los riñones no pueden hacer su trabajo, no pueden filtrar ni eliminar la orina, apenas miccionas. Acumulas todo lo que bebes, por lo que tenemos que cortarnos mucho en este sentido. No llegamos al litro diario», señala. Durante el invierno, es llevadero; en verano, se complica. Un proceso tedioso que salva la vida. 

Mato ya tiene planes para cuando reciba esa llamada, cuando pueda apagar el móvil e irse de vacaciones. Quiere darse un buen baño, «o al menos, una ducha completa». Nadar en el mar y sentarse a tomar, en una terraza, un vaso gigante de agua sin la presión de contarla gota a gota.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.