Nuevas fronteras en el cáncer gracias a la radioterapia: «Se provoca un despertar del sistema inmune para que ataque al tumor»

ENFERMEDADES

Nuevo acelerador lineal que funciona desde el verano del 2020 en el servicio de radioterapia del CHUS
PACO RODRÍGUEZ

Con los últimos avances en este campo, los tratamientos han pasado de durar varias semanas a cinco o siete sesiones en tumores como los de próstata o de mama

31 dic 2024 . Actualizado a las 17:47 h.

En las últimas tres décadas, el diagnóstico de un tumor ha pasado de ser una sentencia final a ser una enfermedad para la que existen tratamientos cada vez más eficaces, que han extendido la supervivencia de los pacientes, mejorando, además, su calidad de vida a lo largo del proceso. Una herramienta fundamental en ese sentido es la radioterapia, que se utiliza en alrededor del 60 % de los casos de cáncer, sola o en combinación con otras terapias.

Lejos del final de su recorrido, los avances en este campo no se detienen. Desde nuevas unidades de radioterapia disponibles en diferentes centros de España hasta técnicas innovadoras pensadas específicamente para tratar casos complejos, como los de metástasis cerebral, día a día, los pacientes se benefician de esta especialidad.

Breve repaso a la historia de un tratamiento crucial

En el día a día, estamos expuestos a diversos tipos de radiación que provienen de la naturaleza, desde la luz solar hasta el consumo de alimentos como los plátanos, que contienen potasio 40. Sin embargo, no fue hasta el año 1895 cuando se empezó a utilizar la radiación como un recurso en la medicina, con el descubrimiento de los Rayos X.

Más adelante, a principios del siglo XX, se sentaron las bases de su utilización con fines terapéuticos y se la utilizó por primera vez en 1901, cuando Marie Curie propuso la inserción de un tubo de radio en contacto con un tumor superficial. En las décadas siguientes, se desarrollaron máquinas de tratamiento que fueron las precursoras de las que hoy se usan en las unidades de radioterapia para tratar a pacientes con diferentes tipos de cáncer, con una alta precisión y una toxicidad mínima.

La radioterapia actual es un tratamiento oncológico que consiste en atacar las células tumorales con radiaciones de alta energía de distintas fuentes, con el fin de dañar el ADN de estas células y evitar que se dividan o crezcan. Tal y como detallan desde la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (Seor), «se puede administrar utilizando máquinas llamadas aceleradores lineales, o mediante fuentes radiactivas que se colocan en el interior del paciente de forma temporal o permanente».

El rol de la radioterapia en el cáncer

La radioterapia es uno de los pilares fundamentales en el tratamiento oncológico. «Si miramos las previsiones, para el 2030 se estima que va a haber unos 25 millones de nuevos diagnósticos de cáncer y en el 2050 vamos a llegar hasta los 33 millones, lo que quiere decir que en torno a unos 15 millones de pacientes van a precisar radioterapia en los próximos años», explica la doctora Nuria Rodríguez de Dios, oncóloga radioterápica y secretaria general de la Seor.

Desde los tumores más frecuentes, como los de mama, de próstata o de pulmón, hasta otros cánceres, como los digestivos, de recto, de páncreas, otorrinos o de laringe, todos ellos pueden llegar a beneficiarse de este tipo de tratamientos. En cáncer de mama, por ejemplo, la radioterapia permite evitar no solo las recaídas sino efectos adversos asociados a otros tratamientos, como las náuseas o la caída del cabello.

«Cuando los tumores son iniciales y están alojados en un órgano, podemos operar y resecarlos con cirugía y hacemos radioterapia complementaria para mejorar el control local de la enfermedad y también la supervivencia. A veces, se puede utilizar la radioterapia curativa por sí sola, que en muchos casos es equivalente a la cirugía y que ofrece una alternativa curativa cuando no podemos operar», señala Rodríguez. También puede combinarse con tratamientos sistémicos como la quimioterapia, la inmunoterapia o los fármacos hormonales, en función del tipo de tumor.

Como detalla la experta, esta terapia se puede utilizar con fines curativos, pero también, como paliativo o tratamiento de soporte. «Por ejemplo, la usamos para aliviar el dolor en pacientes con metástasis óseas o con tumores que invaden estructuras que pueden causar mucha molestia, como una vértebra o unas metástasis alojadas en el hígado». Además, sirve para evitar el sangrado en personas que padecen tumores pulmonares, así como también, para la hematuria (orina en sangre) en aquellos que tienen cáncer en la vejiga. 

Algunas modalidades, como la protonterapia, son las más adecuadas para tratar tumores infantiles, dado que la radiación se dirige de manera precisa al tejido en el que se localiza el tumor, reduciendo la toxicidad y los efectos adversos de un tratamiento al que los niños pueden ser más vulnerables en ese sentido.

Este es el caso de Iván, que a los dos años se sometió a 31 sesiones de protonterapia como parte del tratamiento de un tumor cerebral maligno llamado teratoide rabdoide atípico, o TRT. «La protonterapia que recibió mi hijo es una radioterapia focal que afecta solo al área tumoral, los tejidos sanos no los daña», contó a La Voz de la Salud su madre, María Luque, en el 2022. Hoy, con seis años, Iván continúa en remisión.

Nuevas fronteras en oncología

Los usos posibles de los tratamientos en radioterapia se van multiplicando a medida que se avanza en otros aspectos de la oncología. Así, en los últimos años, se han desarrollado pruebas diagnósticas que permiten detectar metástasis en fases iniciales. «Existe un grupo de pacientes con poca carga de enfermedad, con metástasis de pequeño tamaño, alojadas en muy pocos órganos, y la radioterapia a dosis más elevadas combinada con tratamiento sistémico está buscando curar a estos pacientes», explica la experta de la Seor.

En determinados casos, al tratarse de lesiones metastásicas pequeñas alojadas en regiones tan delicadas como el cerebro, la radioterapia tiene que ser altamente precisa y segura para poder actuar a dosis elevadas en pocas sesiones. Esto es algo que ya se está realizando en las unidades de España, pero que continúa en desarrollo para que los pacientes se beneficien, en los próximos años, de aún más avances.

«Lo que se está investigando ahora con ensayos es cuál es la mejor forma de combinar este tipo de radioterapia con otros enfoques. Si empezamos con quimioterapia, agentes dirigidos y después radioterapia, si las damos al mismo tiempo, o en qué orden hacerlo. Falta información al respecto», detalla Rodríguez.

Este tipo de combinaciones de la radioterapia con otras medicaciones pueden potenciar los efectos beneficiosos de ambas de manera sinérgica. Un ejemplo es el uso de radioterapia esterotáxica ablativa (SABR) con inmunoterapia en pacientes con metástasis. Esta radioterapia se caracteriza por atacar los tumores a dosis muy altas y en pocas sesiones de forma extremadamente precisa.

«En recientes estudios se ha observado que la SABR puede tener efectos no solo en la zona donde se administra, sino en metástasis en otras localizaciones. Este fenómeno está relacionado con la activación de las células defensivas», explica el investigador Juan Zafra Martín. «Este efecto se potencia cuando el paciente se está tratando con inmunoterapia», añade.

Después de una sesión de radioterapia, sumado al daño ocasionado a los vasos sanguíneos que riegan el tumor, hay una acción mediada por el sistema inmunitario. El tratamiento, explica Rodríguez, «provoca un despertar del sistema inmune del propio paciente para que ataque ese tumor. Y la inmunoterapia trabaja de la misma manera, potenciando el sistema inmune del paciente para que reconozca esas células tumorales y las ataque. Se está buscando cómo combinarlas para que el sinergismo entre los dos tratamientos sea el mayor posible».

Otro aspecto que está en desarrollo actualmente es la búsqueda de marcas genéticas de radiosensibilidad. «Esto está todavía en una fase inicial, pero queremos detectar qué pacientes son muy radiosensibles para saber si, a lo mejor, con menos dosis es suficiente en ellos y podemos evitarles efectos secundarios, así como encontrar aquellos que tienen más riesgo de presentar toxicidad», detalla la doctora Rodríguez. Conforme avance el conocimiento en esta área, también se podrá, al contrario, escalar las dosis en aquellos pacientes que tengan tumores radiorresistentes.

Menos es más

Reducir la cantidad de sesiones de duración de los tratamientos, lo que se conoce como hipofraccionamiento, es el gran objetivo de cara al futuro. «Ya lo estamos viendo en pacientes con cáncer de mama, con tumores de próstata, de recto, de páncreas y de pulmón. Hemos pasado de tratar a los pacientes en 30 a 35 sesiones, un mes y medio de tratamiento, a hacerlo en cuestión de cinco o siete días», afirma la doctora Rodríguez.

Esta minimización de los tiempos ya es una realidad en muchos centros. En el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), se ha acortado el tiempo de tratamiento del cáncer de próstata de 28 días a cinco sesiones de 15 minutos cada una gracias a la radioterapia corporal estereotáctica, que tiene «la misma tasa de recuperación que la cirugía y efectos adversos menores», asegura la oncóloga radioterapéutica Paula Peleteiro.

En el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, se trata a pacientes de cáncer de mama con sesiones breves que, al tener pocos efectos secundarios, incluso han posibilitado que algunas de ellas no requieran una baja laboral. Estos efectos se reducen, en esos casos, a «algo de irritación en la piel y un poco de cansancio», según detalla la doctora María Dolores López, jefa del servicio de Radioterapia Oncológica del CHUO.

Esto, además de reducir la cantidad de visitas del paciente al hospital, tiene la ventaja de que reduce el impacto ambiental de los tratamientos y los costes para el sistema sanitario también disminuyen. Esto contribuirá también a acortar las listas de espera.

Pero, también, ayuda a disminuir el impacto de los efectos adversos de todo lo que implica tratar un cáncer. «Irradiar menos los tejidos que están alrededor del tumor, ajustando los volúmenes de radiación, reduce los efectos secundarios. En este sentido, cada vez somos más precisos y podemos proteger los órganos adyacentes al tumor», señala la experta.

Esto, sobre todo, será clave en tumores localizados en el tórax, donde se encuentran la mayoría de los órganos vitales que albergan una gran circulación de sangre. «Esto es importante porque ahí hay linfocitos, que son unas de las células más radiosensibles que hay. Nos interesa proteger esos linfocitos circulantes, porque los necesitamos para potenciar esta respuesta del sistema inmune frente al tumor», explica Rodríguez. Es, sin dudas, un aspecto clave, dado que muchos tratamientos para el cáncer provocan linfopenia, una pérdida de estas células inmunitarias.

Ciencia, no ficción

Así como en otras áreas de la oncología se buscan biomarcadores que permitan predecir el curso de la enfermedad para ofrecer tratamientos más precisos y eficaces, en radioterapia también se está trabajando en la búsqueda de estos predictores. «Nosotros utilizamos muchísimas imágenes para nuestro tratamiento. Actualmente, lo estamos haciendo con imágenes de TAC y también ya hay algunas unidades en España trabajando con resonancia magnética. Antes de cada sesión obtenemos una imagen de ese paciente», explica la doctora Rodríguez.

«Si podemos utilizar todas esas imágenes para predecir si los pacientes van a responder o no, podemos adaptarnos a los cambios que se van provocando en el tumor a lo largo de esas sesiones de radioterapia, que es la radioterapia adaptativa. Esta información nos puede ayudar a predecir la respuesta y el pronóstico de nuestro tratamiento», detalla la secretaria de la Seor.

La tecnología está ayudando en este proceso. Con la incorporación de herramientas de inteligencia artificial, se podrá automatizar procesos y analizar los datos de todos los pacientes que se ven, para predecir cómo se comportará un tumor con la máxima precisión posible. En este sentido, se espera que en los próximos años se incorpore a más informáticos e ingenieros a las unidades de los hospitales, que se sumarán a enfermeros, técnicos y médicos que ya forman parte de los equipos multidisciplinares encargados de tratar el cáncer.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.