Pep Marí, psicólogo: «Cada vez que pones una excusa, pierdes una oportunidad de aprender»
SALUD MENTAL
El experto en psicología para el rendimiento explica que dudar de una decisión ya tomada es una mala señal
02 mar 2024 . Actualizado a las 15:13 h.A lo largo de su vida, una persona tomará entre cinco y diez decisiones vitales. Desde la carrera que escogemos hasta el tener hijos (o no), pasando por comprar o alquilar una vivienda, renunciar o no a un trabajo, migrar o quedarnos donde estamos, cada una de ellas nos va marcando el rumbo. Cada una representa un punto de inflexión, un antes y un después. Pero ¿cómo saber si estamos tomando la decisión acertada?
Como explica el psicólogo Pep Marí (Girona, 1964), «lo difícil no es decidir, sino saber qué quiero». El experto, especializado en asesorar a equipos deportivos y directivos, aplica desde hace décadas la psicología al desarrollo y el rendimiento de las personas. Tras años acompañando estos procesos de elección, acaba de publicar Decisiones vitales (Plataforma Editorial, 2024). En este nuevo libro, Marí desarrolla su método paso a paso para la toma de decisiones, desde los requisitos previos, hasta la ejecución y los aprendizajes que podemos sacar de cada una de ellas.
—¿Por qué nos cuesta tanto tomar decisiones?
—En primer lugar, por miedo al compromiso. Si dejas que la vida decida por ti, ya no tienes que comprometerte con lo que has decidido. Si va mal, no tienes la culpa. En cambio, si tú decides, pasan varias cosas. Adquieres un compromiso y, por lo tanto, tienes que luchar para que esa decisión que acabas de tomar dé resultados. Tendrás que poner mucho de tu parte. Además, si decides tú, te haces responsable de asumir las consecuencias buenas o malas que se deriven de tu elección.
—¿Qué pasa si dejamos que la vida decida por nosotros?
—Pasan tres cosas que la gente no suele tener en cuenta. La primera es que no te comprometes. La segunda es que no te puedes enfadar. Haber elegido tú si no te gusta lo que la vida te ha reservado. Y lo más importante es que si no decides tú, no aprendes nada, ni siquiera a decidir.
—¿Cuesta más decidir en el ámbito profesional o en el personal?
—Yo creo que en lo profesional. La cabeza y el corazón no se pueden separar, pero en las decisiones profesionales, pienso que hay que hacer un esfuerzo por poner más cabeza que corazón. Y decidir dejando de lado las emociones es lo más difícil de todo. En cambio, en el ámbito personal, como es importante que predominen las emociones, resulta más sencillo. Pero aquella frase de «haz caso a tu corazón, haz lo que sientes» no siempre es sensata. Depende de dónde estemos. A nivel profesional, tienes que razonar, analizar pros y contras, pensar a corto, medio y largo plazo, y eso es más complicado.
—¿Cuándo nos arrepentimos?
—Conocí a un deportista que me hizo pensar en esto. Él tenía el sueño de jugar en un equipo que él consideraba que era el mejor en su deporte. Se dejó media vida para lograr esto y lo consiguió. Llegó a jugar en ese equipo y cuando llevaba un año allí, se arrepintió de la decisión tomada. Le pregunté por qué se arrepentía. Entonces él me dijo que, primero, para llegar hasta ahí, había tenido que traicionar algunos de sus valores más básicos y por eso le costaba dormir. Y en segundo lugar, una vez llegó allí, no era para tanto; lo había idealizado.
—También señala en el libro que el miedo es mal consejero...
—Así es. Las decisiones vitales se toman para acercarte a un objetivo que tú persigues, jamás para alejarte de algo que no quieres afrontar. Si decides por odio, por ego o por miedo, te estás equivocando seguro, porque estás evadiendo enfrentar algo. Si evitas, seguro que te arrepientes, porque si tienes un miedo, para solucionarlo lo tienes que enfrentar.
—¿Qué tenemos que tener en cuenta para decidir?
—Antes de decidir, tienes que pensar si estás en condiciones de tomar una decisión, o si es la vida la que decide por ti. Esto significa tener varias opciones y poder elegir libremente cualquiera de ellas, no estar condicionado, y tener información relevante sobre cada una de las posibilidades. Tienes que tener claro el objetivo. En segundo lugar, tener claros los valores con los que vas a tomar la decisión. Finalmente, hay que tener claro el riesgo que puedes asumir con esta decisión y el tiempo que tengo para tomarla. ¿Qué sería lo peor que podría pasar si tomas esta decisión y sale mal? ¿Te lo puedes permitir?
—¿Qué debemos hacer cuando la decisión ya está tomada, para evitar arrepentirnos?
—Hay tres ideas para ayudar a que funcione una decisión. La primera es no revisar. Nada genera tanta desconfianza como revisar una decisión una vez tomada, sobre la marcha, continuamente. ¡No! Hay que ir a saco con la decisión y si nos hemos equivocado, ya sacaremos conclusiones al final. En segundo lugar, quiero que creas que funcionará. Que actúes con determinación, que te conviertas en el presidente del club de fans de tu decisión cuando la estás aplicando. Porque si la aplicas dudando y no funciona, nunca sabrás si falló porque era incorrecta o porque te faltó determinación y convicción al aplicarla. Y finalmente, si las circunstancias del entorno cambian de forma significativa, te tienes que adaptar sobre la marcha.
—¿Cómo saber si una decisión que hemos tomado fue acertada?
—Hay tres formas intuitivas de saberlo. ¿La revisas continuamente?, ¿sigues pensando en ella? Si es así, si hay dudas, mala señal. En segundo lugar, ¿cómo te sientes tras la decisión? Si la sensación subjetiva es negativa, eso tampoco ayuda. Y por último, ¿la compartes?, ¿se lo has contado a alguna persona de tu entorno? Nos comprometemos más con aquellos compromisos que adquirimos públicamente. El hecho de anunciar que hemos tomado una decisión hace que trabajemos más para que funcione. Si compartes la decisión, te sientes bien y no la revisas, has acertado.
—¿Cuándo hay que cambiar una decisión tomada?
—Hay que diferenciar entre persistencia y obstinación. Hay dos criterios. Primero, ¿te hace ilusión volverlo a intentar? Si es así, persiste, no cambies todavía. Si ya no te hace ilusión, igual es momento de cambiar. Y otro criterio es si, entre intento e intento, tú ya no aprendes nada. Si tomas una decisión, la aplicas, fallas, pero aprendes algo para tener en cuenta la siguiente vez, sigue, porque ahora eres más sabio. Un error es la oportunidad de volver a intentar, pero con más conocimiento. Si hay muchas dudas, más que decidir para acertar, cosa que va a ser muy difícil en esa situación, vamos a decidir para aprender. Así, cada vez decidirás mejor y fallarás menos.
—¿Qué aconseja hacer cuando nos arrepentimos de una decisión?
—Es necesario hacerse amigo de tres valores que nos ayudan a aprender más rápidamente de nuestras decisiones fallidas. Primero, asumir el error como propio con humildad, porque cada vez que pones una excusa pierdes una oportunidad de aprender. Después, analizar por qué te arrepientes, dónde estuvo el error. Finalmente, cuando tienes claro dónde fallaste, te tienes que hacer amigo de la persistencia. Hace falta práctica y más práctica, hasta corregir ese error.
—¿Cuándo y a quién hay que pedir consejo a la hora de tomar una decisión?
—Hay que tener un comité de expertos, un grupo de personas a las que les vamos a pedir consejo. Esas personas tienen que cumplir con una serie de características. La principal es que te quieran tanto que se atrevan a decirte lo que piensan, no lo que tú quieras escuchar, aunque te duela el ego. Personas que te exijan porque te valoran, y que tengan esa confianza contigo. Yo pediría ayuda siempre, porque aunque no dudes, te puedes estar equivocando.
—Hacer una lista de pros y contras, lanzar una moneda... Hay tantos métodos para decidir. ¿Cuáles son, desde su punto de vista, los mejores y los peores?
—Los peores son los que pretenden engañarte a ti mismo y no lo consiguen. El autoengaño es una técnica psicológica que funciona, pero con la condición de que te lo creas. Si no, es hacerse trampas al solitario. Si tú quieres tomar una decisión, pero en vez de hacerlo, dejas pasar el tiempo para que la vida la tome por ti y finges que la has tomado tú, te estás engañando. En otras palabras, las mejores formas de tomar decisiones son las que te llevan a ejercer el control que tú tienes. La técnica de solución de problemas que usamos los psicólogos se basa en definirlo concretamente, proponer alternativas de solución y analizar los pros y los contras de esas posibles soluciones. Sumamos los pros y los contras y eso nos puede ayudar a tomar la decisión. Si no lo puedes medir, no lo puedes mejorar. Esa es una buena manera de tomar una decisión.
—En el libro menciona que lo que determina que algo sea un error es el paso que damos a continuación. ¿A qué se refiere?
—Esa idea me la dio el músico de jazz Miles Davis. Decía que si estás tocando y te equivocas en una nota, la gente no lo advierte, porque no sabe qué nota querías tocar. Ahora bien, si en la siguiente desvarías, se notará que era un error. Pero si te adaptas a la nota equivocada y, en función de la equivocación, sigues con otra que cuadre con esa, la gente no advierte el fallo. Lo que determina si la nota fue un error no es esa que toqué mal, sino la que toco a continuación, es decir, cómo me adapto a mi error. Si tú estás hablando en público y te caes en el escenario, ni se te ocurra hacerte el que no caíste y que te ibas a sentar, querer disimular lo evidente, ni pedir perdón, parar o lamentarte. Aprovecha que caíste para ser espontáneo, contarles algo de ti, hacer una broma y meterte al público en el bolsillo. Aprovecha la situación para sacar algo positivo. El problema no es que te caigas, es que no sepas improvisar a continuación. Es una buena manera de redefinir el fracaso. Una idea que sale mucho en la autoayuda hecha por personas que no tienen formación psicológica es que si tú piensas en positivo, te van a pasar cosas positivas. Eso es mentira; otra cosa es que tú, te pase lo que te pase, pienses en positivo, centrándote en las posibilidades antes que en las limitaciones, porque eso hará que te adaptes mejor.