Guía de primeros auxilios para padres: «En diarreas, la dieta astringente no es imprescindible, con una dieta suave es suficiente»
LA TRIBU
Desde atragantamientos a intoxicaciones, pasando por vómitos o diarrea. Te explicamos cómo actuar en cada una de las situaciones
30 jul 2023 . Actualizado a las 17:27 h.No siempre es fácil actuar ante situaciones que tienen que ver con la salud de un ser querido. Más aún, cuando este es un niño. Reconocer síntomas de gravedad e intervenir de una forma rápida y óptima pueden ser claves para el pequeño. Y como no, manteniendo la calma. Por eso, desgranamos algunas circunstancias que pueden suceder en la infancia y cómo actuar en cada una de ellas.
Fiebre
Es uno de los motivos de consulta más comunes en los centros de atención primaria y en los servicios de urgencia. Con todo, no siempre es preocupante. Si nuestra temperatura corporal suele ser de entre 36 a 37,5ºC, se considera febrícula a partir hasta los 37,9 º y fiebre cuando supera los 38º. Se puede dar con el enrojecimiento de la cabeza y tronco, a veces con frialdad en manos y pies. También escalofríos o tiritona, pulso y respiración acelerada.
«La fiebre suele venir de una infección o de algo más grave. Por ello, es necesario distinguir qué es lo que la está causando», señala el doctor Pedro Gorrotxategi, vicepresidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepap). Las causas más comunes en los niños suelen ser las infecciones respiratorias, gastrointestinales, las vacunas, la dentición, enfermedades inmunológicas y reumatológicas (aunque estos últimos dos casos suelen ser puntuales).
Dicho esto, ¿cómo actuar si un niño tiene fiebre? Solo hay que tratarlos si tienen malestar general o dolor, no por la fiebre en sí. Se pueden aplicar paños con agua templada en la cabeza, ingles y axilas, así como ofrecer frecuentemente líquidos para beber. No se debe abrigar o desnudar demasiado al niño. Y en caso necesario, se puede administrar un antitérmico, ya sea paracetamol o ibuprofeno, en la dosis adecuada.
Eso sí, se deben vigilar signos de empeoramiento clínico:
- Manchas en la piel de color rojo oscuro o moradas, que no desaparecen al estirar la piel de alrededor.
- Decaimiento, irritabilidad.
- Rigidez de cuello.
- Convulsiones o pérdida de conocimiento.
- Excesiva somnolencia.
- Dificultad para respirar.
- Vómitos y/o diarrea persistentes.
- Deshidratación.
- Si el niño no orina o esta es escasa
Los pediatras recalcan que la fiebre no es peligrosa y que no hay que obsesionarse con bajarla. Si el niño está contento y activo, no hay de qué preocuparse. «Lo más importante es vigilar su estado general: aspecto, actividad y comportamiento. El objetivo del tratamiento de la fiebre es que el niño esté más confortable», subrayan Juan Casado Flores y la doctora Raquel Jiménez García, autores de la Guía práctica de primeros auxilios para padres.
Vómitos
Se define como vómito la expulsión forzada del contenido gástrico por la boca. Es un signo muy frecuente de muchas enfermedades habituales en la infancia, ya sea como síntoma principal o formando parte de un cuadro mucho más complejo. En la mayoría de los casos, se producen por una infección vírica del tubo digestivo, pero también existen otras causas como los golpes de cabeza, algunas enfermedades neurológicas o del aparato digestivo e intoxicaciones.
Los pediatras recomiendan que, tras el vómito, se lleve a cabo un reposo digestivo, es decir, no ofrecer nada de comer ni beber al pequeño durante veinte a treinta minutos. Asimismo, proporcionarle suero de rehidratación oral hiposódico en pequeñas cantidades, pero con frecuencia. En el momento en el que se empiezan a tolerar de nuevo los líquidos, los profesionales recomiendan ofrecer comida en pequeñas cantidades, sin forzar.
Con todo, no se deben administrar medicamentos para cortar los vómitos sin que estos sean prescritos por un profesional sanitario. También se debe acudir a emergencias si el pequeño presenta signos de deshidratación, vómitos persistentes, afectación del estado general, antecedentes de traumatismo craneoencefálico o abdominal, vómitos con sangre o bilis (color verdoso), dolor abdominal continuo y abdomen hinchado.
Diarrea
La diarrea es la presencia de heces más blandas y frecuentes de lo habitual: más de tres deposiciones cada 24 horas. Desde la Aepap señalan que la gravedad de esta puede variar y que depende de la causa, intensidad, duración, síntomas asociados y edad del paciente. «El color de las heces no es importante, excepto si son negras como el alquitrán o blancas», explican los pediatras.
Entre las causas más importantes de la diarrea se encuentran las infecciones, ya sea por virus, bacterias o parásitos. Pero también existen otras no infecciosas como antibióticos, alergias a alimentos, intolerancia a la lactosa o enfermedades gastrointestinales.
Los expertos indican que, ante un caso de diarrea en un niño, lo más importante es mantener una hidratación adecuada, reponiendo los líquidos y sales que puede llegar a perder con un suero de rehidratación oral hiposódico. La frecuencia y abundancia de las deposiciones son los criterios a tener en cuenta para dar más o menos cantidad del suero.
En cuanto a las comidas, no es necesario practicar ningún tipo de ayuno. Desde el principio se puede ofrecer comida, pero sin forzar. La dieta astringente no es imprescindible, con una dieta suave, según la Aepap, es suficiente. En cuanto a los alimentos que mejor se suelen tolerar son la patata, el pan, cereales como el arroz y el trigo, carne magra, pescado, yogur o fruta.
Con todo, se debe acudir al médico si se presenta un episodio de diarrea abundante y numeroso; vómitos continuos o rechazo a tomar líquidos; dolor de abdomen importante; diarrea con sangre; heces de color blanco o negro intenso; vómitos de bilis (líquido verdoso) o con sangre; y signos de deshidratación.
Intoxicación
Dos ojos a veces no resultan suficientes y los pequeños, hacen de las suyas. Si se sospecha que el niño ha podido ingerir o inhalar una sustancia tóxica, los pediatras aconsejan verificar si hay restos de producto en la piel o en la ropa, si se desprende un olor raro, si existen quemaduras alrededor de la boca o si aparecen síntomas como vómitos, dolor de abdomen, somnolencia, dificultad para respirar o alteraciones de comportamiento.
Si el pequeño tiene algún tipo de sólido en la boca se le debe quitar inmediatamente y si la sustancia ha manchado la ropa, lo mejor es quitársela y limpiar su piel con agua. Eso sí, siempre protegiéndonos nosotros mismos primero.
El siguiente paso es llamar a emergencias. Si desde este servicio aconsejan acudir al médico, siempre hay que llevar el envase original del producto que ha ingerido o tocado el niño. Lo que no se debe hacer es intentar provocar el vómito del pequeño.
Picaduras
Tras una picadura se produce hinchazón, enrojecimiento y picor en la zona afectada. Si el pequeño sufre alguna, se deben quitar aquellos objetos que puedan apretar la parte afectada. En el caso de que haya sido producida por una abeja, estas suelen dejar un aguijón que contiene el veneno. Si podemos verlo, se debe raspar con una tarjeta u objeto de borde recto. No se deben utilizar pinzas porque se podría exprimir la vesícula venenosa y, en consecuencia, inyectar el veneno.
Posteriormente, optaremos por limpiar la herida con agua y jabón. Aplicar una compresa con hielo o un producto específico para picaduras, no rascar ni frotar la zona ni tampoco aplicar saliva. En caso de que las picaduras afecten o se encuentren en el interior de la boca, los síntomas sugieren una reacción alérgica grave o si el hinchazón es importante y dura más de tres días, se debe acudir a un profesional médico.
Atragantamiento
El llanto entrecortado o la ausencia de ruido mientras el bebé se agita de forma anormal puede ser síntoma de que se está atragantando. Es una de las situaciones que más pánico producen. Pero una vez más, lo ideal es mantener la calma y conocer la maniobra de actuación.
Cuando el niño es mayor de un año, la secuencia de desobstrucción de la vía aérea es muy similar a la de las personas adultas. Tal como explicábamos en este artículo, dependiendo de la gravedad del atragantamiento, actuaremos de una forma u otra. En la obstrucción incompleta o leve, la víctima puede hablar. Toserá insistentemente y respirará, aunque quizá presente una respiración ruidosa. En este caso, lo que hay que hacer es transmitir tranquilidad al niño y animarle a que siga tosiendo. No se efectuará ninguna otra maniobra.
Si el pequeño no es capaz de hablar y se está produciendo una obstrucción completa o grave, hacer de una forma correcta la maniobra de Heimlich puede salvar vidas, siempre teniendo en cuenta que se debe de hacer con menos presión y sin levantar al niño del suelo:
- El primer paso es dar 5 golpes interescapulares (entre las dos palettilas de la espalda). A veces pueden resultar suficientes para liberar la vía aérea. Para realizarla nos colocaremos detrás del niño y lo inclinaremos hacia delante sujetando su pecho con una mano para que no se desplace.
- Si la primera maniobra no resulta efectiva, se debe pasar a la compresión abdominal (maniobra de Heimlich). El objetivo es que se expulse aire de los pulmones para desalojar el objeto de la laringe o la tráquea. La persona que la realiza deberá estar por detrás del niño y ejercer presión con las manos formando un puño hacia dentro en el centro del pecho, bajo el esternón.
Si se trata de un bebé lactante, la principal diferencia es que no se pueden realizar comprensiones abdominales porque se pueden producir lesiones. Desta forma, los pasos a seguir son:
- Dar 5 golpes en la espalda: colocar al bebé boca abajo apoyando su cuerpo sobre nuestro antebrazo y sujetando su cabeza con nuestra mano. La cabeza se mantendrá ligeramente extendida con la boca abierta, procurando que la cabeza del niño esté situada más abajo que el resto del cuerpo. Una vez en esa posición, daremos 5 golpes secos con el talón de la otra mano en la parte superior y central de la espalda, entre las escápulas.
- Dar 5 compresiones en el pecho: cambiar al bebé al otro antebrazo, poniéndolo boca arriba, sujetándole la cabeza con la mano, intentando que esté colocada por debajo del cuerpo con la boca abierta. Una vez en esa posición, dar 5 compresiones con los dedos índice y medio en el centro del pecho, ligeramente por debajo de la línea que une ambas tetillas, es decir, en la misma zona que se daría el masaje cardíaco, pero un poco más fuertes y más lentas.
Se irán alternando ambas posturas hasta que se expulse el objeto.
Sangrado nasal
El sangrado nasal es muy frecuente en los niños. Sobre todo, tal como indican desde la Asociación Española de Pediatría (AEP), es habitual que ocurra en niños de dos a diez años. Se conoce como «epistaxis», una palabra que procede del griego y que significa goteo.
Los expertos aseguran que suele existir una cierta propensión familiar al sangrado nasal en la infancia. La nariz tiene muchos vasos sanguíneos, sobre todo en la zona del tabique, por lo que pequeños golpes, un catarro, alergias, sequedad ambiental e incluso el mero hecho de rascarse, pueden lastimarlos y que se desencadene este. Con todo, confirman que es muy raro que su causa sea alguna enfermedad como una alteración de la coagulación de la sangre o tensión arterial aumentada.
Muchas veces el niño está bastante tranquilo y nosotros, al asustarnos, lo ponemos nervioso. Los pediatras recalcan que es fundamental mantener la calma. Para cortar la hemorragia de una forma sencilla y eficaz se debe apretar con un dedo la nariz por el lado de donde sale la sangre. También se puede hacer una especie de pinza en la parte baja de la nariz con los dedos índice y pulgar, con la fuerza suficiente para que deje de sangrar.
En cuanto a la postura del niño, este debe de estar sentado o de pie, con la cabeza en la posición habitual y nunca se debe de echarla hacia atrás. La comprensión se puede mantener de ocho a diez minutos, hasta que deje de sangrar, pero no se debe de dejar de apretar para comprobar si se sangra o no cada poco tiempo, es mejor esperar. En el caso de que aun así, la hemorragia no haya cedido, se debe optar por asistencia sanitaria. Además, no es necesario introducir un algodón o gasa, con o sin agua oxigenada, la mejor opción es comprimir sin más.