Borja Ibáñez, uno de los mejores cardiólogos de España: «El corazón roto existe y se da en personas tras un disgusto muy importante»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El Dr. Borja Ibáñez, es director de Investigación Clínica del CNIC.

El reputado cardiólogo da las claves para llevar una vida más saludable y habla del metropolol, un medicamento de menos de dos euros, que ha demostrado ser útil en casos de covid grave

28 abr 2022 . Actualizado a las 11:10 h.

Entre reconocimientos, investigaciones y premios el doctor Borja Ibáñez hace un hueco a La Voz de la Salud. Forma parte de los cinco cardiólogos que Forbes destaca entre los cien mejores médicos del sistema español y es probablemente uno de los investigadores que más conocen el órgano de nuestra vida. El doctor Ibáñez es director de Investigación Clínica del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), cardiólogo intervencionista en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz y jefe de grupo en el Ciber de Enfermedades Cardiovasculares. 

—¿Cuáles son las enfermedades que más atacan al corazón?

—Las enfermedades más frecuentes que vemos hoy en día son, principalmente, las relacionadas con la aterosclerosis, como el infarto agudo de miocardio o la angina de pecho. Luego, como secundarias, está la aterosclerosis ocasionada por otros procesos, las enfermedades de las válvulas y la insuficiencia cardíaca. Pero si tuviésemos que elegir la que afecta a más personas sería la aterosclerosis en forma de cardiopatía isquémica, es decir, la enfermedad de las arterias coronarias. 

—¿Son las mismas en mujeres que en hombres?

—Sí. Es decir, en ambos sexos es la causa más frecuente de enfermedad de corazón. Lo que ocurre es que la incidencia es mayor en los hombres que en las mujeres, sobre todo hasta los 50 años. Después se iguala un poquito, pero el proceso suele empezar diez años de media más tarde en las mujeres que en los hombres.

—Parece que las mujeres están más protegidas en cuanto a salud cardiovascular. ¿Es así?

—Sí, están más protegidas en cuanto al retraso en el inicio de la enfermedad. Probablemente tenga que ver con temas hormonales. Hasta la menopausia hay un patrón hormonal que parece que protege, o retrasa, la aparición de aterosclerosis. Con la llegada de la menopausia, además de este cambio hormonal, también se ve asociado un incremento importante de algunos factores de riesgo como el aumento de la tensión arterial, o el colesterol que se eleva en comparación a antes. 

—En este sentido, ¿cuáles son los factores de riesgo que usted destacaría? Entiendo que algunas de las enfermedades cardiovasculares que tenemos hoy en día están causadas, en parte, por los malos hábitos. 

—Eso es. De hecho, la aterosclerosis se considera una enfermedad que está muy ligada al estilo de vida. Se empezaron a conocer los factores de riesgo con estudios clásicos como el Framingham y algunos estudios de poblaciones completas que fueron seguidos durante mucho tiempo. Aquí aparecen la tensión arterial alta, el colesterol alto, el tabaquismo y la diabetes. Luego, posteriormente, se han ido conociendo otros factores de riesgo que sin ser muy frecuentes están muy asociados con la enfermedad aterosclerótica, entre los que podemos incluir el hábito de vida sedentario o la falta de sueño. También se ha visto en estudios más avanzados que hay una predisposición genética. Per sé no es la única causante, pero la presencia de estos tres factores puede acelerar más la aterosclerosis. 

—Con esto en mente, ¿qué debe hacer sí o sí la población para cuidar su corazón?

—Es muy importante tener claro que hay que hacer un estudio y una prevención lo antes posible. Es decir, nunca es pronto para empezar a hacerse un control de estos factores de riesgo. Por ejemplo, está muy bien vigilar desde la adolescencia la presión arterial, los niveles de colesterol y evitar el tabaquismo. Luego es muy importante tener unos hábitos de vida saludables tanto en el ejercicio, en el sueño y en comer una dieta lo más equilibrada posible. 

—Cuanto más joven se tenga en cuenta, mejor, ¿verdad?

—Sí. Recientemente, y aunque parezca muy obvio, nosotros hemos visto que el control precoz de los factores de riesgo, es decir, en la segunda o tercera década de la vida, tiene un impacto mucho más importante en prevención que controlarlos a edades más tardías. Por poner un ejemplo, controlar la presión arterial o el colesterol a los 45 tiene muchos menos beneficios que hacerlo a los 20. El número de años que el individuo está expuesto a estos factores de riesgo es lo que hace que se acelere y que aumente mucho la aterosclerosis. 

—Entiendo, por lo que dice, que dormir poco puede dañar nuestro corazón. 

—Efectivamente. Nuestro grupo, el proyecto PESA, es uno de los primeros que ha visto de manera muy clara la asociación entre el número de horas que descansa cada persona y la calidad del sueño con la salud cardiovascular. Es decir, ya no es solo dormir un número de horas, que si estamos por debajo aumentamos el riesgo de aterosclerosis, sino la calidad del sueño, es decir, que no esté fragmentado. Hay gente que se despierta, se vuelve a dormir, y tiene sueños intermitentes. Esto está asociado a un riesgo muy alto de tener aterosclerosis, infarto agudo de miocardio, y también mayor riesgo de mortalidad. Se trata de un factor de riesgo emergente brutal. 

—¿Está relacionado con la apnea del sueño?

—La gente que tiene apnea del sueño descansa bastante peor, y eso se puede asociar a aterosclerosis. Pero en muchas otras ocasiones son causas que no tienen que ver con la apnea del sueño. Son insomnios que pueden ser centrales, deberse a hábitos de vida, o al trabajo, como la gente que tiene que cambiar mucho sus horarios laborales. Todas estas diferentes causas que tienen como consecuencia menos horas de sueño, o peor calidad del mismo, se asocian a aterosclerosis y a mortalidad cardiovascular. 

—Entonces, ¿seguimos con la recomendación de ocho horas cada noche?

—Nosotros consideramos entre 7 u 8 horas el patrón de referencia. Menos de 7 es muy poco. A mayores, también hemos visto que si se duerme más, se vuelve a tener más riesgos. Es un patrón en forma de U que muy probablemente se deba a que haya un motivo por el que duermen más horas y actúa como un factor de confusión. En resumen, un adulto debe dormir alrededor de 7 horas. 

—Antes mencionaba la importancia del ejercicio. Sin embargo, ¿hacer mucho deporte es malo? Me refiero a los participantes de ultramaratones o pruebas como un Iron Man. 

—Es un tema muy controvertido e interesante. Cualquier actividad, tanto por exceso como por defecto, generalmente suele asociarse a no tener grandes beneficios. En el caso particular del deporte, con estos ultramaratonianos o personas que hacen iron man, sí que se ha visto que tienen mayor calcificación de las arterias, principalmente de las coronarias, y también mayor presencia de fibrosis, o de alguna cicatriz en el corazón. Sin embargo, no hay grandes estudios que hayan podido aleatorizar a sujetos que hayan hecho ultramaratones, y a otros que no, y por ello las conclusiones son algo más delicadas. Puede haber factores de confusión que jueguen un papel. 

—En cualquier caso, ¿se recomienda realizar una prueba de esfuerzo antes de hacer cualquier deporte cardiovascular como puede ser correr?

—Realmente, la sociedades científicas no recomiendan de rutina hacer una prueba de esfuerzo. Es decir, la rentabilidad es relativamente baja. Lo que sí que es importante es hacer un reconocimiento físico, y en los deportistas federados incluso un electrocardiograma. Más allá, no queda claro que la rentabilidad sea alta porque en la mayoría de la población no se encontrará nada, e incluso, algún problema puede quedar silente. 

«Una dieta muy rica en grasas saludables puede ser muy beneficiosa para el corazón»

El Dr. Borja Ibáñez, es director de Investigación Clínica del CNIC.
El Dr. Borja Ibáñez, es director de Investigación Clínica del CNIC.

—Partiendo de la base de que una dieta saludable es fundamental, ¿con qué tipo se queda: atlántica o mediterránea? 

—Probablemente por el conflicto de interés que podemos tener al haber participado en algún ensayo clínico, nosotros pensamos que siendo las dos beneficiosas, la que más evidencia tiene en reducir la mortalidad cardiovascular es la dieta mediterránea. De hecho, colaboramos en uno de los ensayos clínicos más importantes que se han realizado. Aquí teníamos un grupo sin ninguna enfermedad cardiovascular. A una mitad le enriquecimos la dieta con aceite de oliva y nueces, y a la otra mitad se le recomendó una dieta equilibrada. Se vio que la incidencia de infarto, de ictus cerebral e incluso de muerte era mucho menor en los sujetos a los que se les había dado la dieta mediterránea. Puede que si se hubiese hecho un estudio igual de grande con la dieta atlántica, rica en pescados azules, se hubiesen encontrado beneficios. Pero con nuestro ensayo queda claro que la mediterránea es la que está más asociada a un beneficio cardiovascular. 

—Usted ha hablado de las nueces y de aceite de oliva, dos alimentos ricos en grasa, ¿cómo de importante son los lípidos para nuestra salud cardiovascular? Se les ha ido cogiendo algo de miedo. 

—No todas las grasas son iguales. Las que consideramos malas, como las saturadas, sí que se asocian a mayores depósitos de colesterol en las arterias, pero hay otro tipo de grasas, como las que son ricas en ácidos grasos omega 3, presente en el aceite de oliva, las nueces y otros frutos secos, que se han visto que son incluso beneficiosas. Es más, hay patologías como puede ser una miocardiopatía de insuficiencia cardíaca, en las que una dieta muy rica en grasa puede ser beneficiosa para el corazón. Tienen preferencia en su consumo para funcionar de manera correcta. No pasa lo mismo con los hidratos de carbono, que en general es muy difícil encontrar algún estudio que pueda demostrar que son beneficiosos, sino todo lo contrario. Es más, han tenido menos mala fama pero recientemente se ha visto que son mucho más perjudiciales. 

—Supongo que se refiere a los hidratos de carbono de mala calidad. 

—Sí, sobre todo los procesados

—Precisamente, ¿qué es peor para el corazón: la sal o el azúcar?

—La sal en determinadas situaciones es mala, porque aumenta mucho la hipertensión arterial. En todo el mundo, el factor de riesgo más frecuente que provoca mortalidad es la hipertensión arterial derivada del consumo de sal, sobre todo, en los países que conservan la comida con ella. Aunque, ambos en exceso son malos. Probablemente, y con una dieta equilibrada, un consumo normal de sal no tendrá ningún efecto negativo. Sin embargo, hay que tener más cuidado con los azúcares, porque sí se relacionan con problemas metabólicos asociados a enfermedades cardiovasculares. 

—Tanto la sal como el azúcar están presentes en los conocidos ultraprocesados. 

—Exacto. Es uno de los principales motivos por los que el consumo de estos productos son tan perjudiciales, porque tienen una cantidad enorme de azúcares y de sal. 

—¿Se sigue recomendando una copa de vino al día? Es algo a lo que muchos se agarran. 

—Es un tema muy controvertido. Ha habido en los últimos años un cambio en cómo veíamos este concepto. Todos aprendimos que una copa de alcohol para las mujeres, y dos para los hombres, pueden ser beneficiosas. Después se vio que no está tan claro que resulte ventajoso y que, incluso, el alcohol en general puede ser perjudicial. Lo que ocurre aquí es que hay muchos factores de confusión en los estudios observacionales, y es muy difícil separar la gente que consume mucho alcohol, del resto de malos hábitos que suele tener como fumar o una peor dieta. En cualquier caso, la idea más prevalente es que no se puede recomendar el consumo del alcohol, aunque tampoco tengamos mucha evidencia para retirarlo a las personas que tengan un consumo muy moderado. Por supuesto, tomar por encima de esta dosis sí se asocia a múltiples problemas de salud. 

—¿De qué hablamos cuando dice moderado?

—Dos copas de vino para un hombre, y una para la mujer. Más o menos. Luego, los gramos de alcohol se adaptan a cada bebida. Además, queda claro que los destilados son más perjudiciales que el vino y la cerveza. 

—La Fundación Española del Corazón sitúa al estrés como un factor de riesgo para el cuidado del corazón. 

—Esto es otro de los temas controvertidos porque es muy difícil poder llegar a una conclusión definitiva. El estrés se asocia a una liberación muy importante de catecolaminas,  como la adrenalina, entre otras. También sabemos que tiene un impacto negativo sobre las arterias del cuerpo, y que se relaciona con una activación de la médula ósea, la cual juega un papel importante en la aterosclerosis. Pero, y muy probablemente, lo que hace que el impacto sea mayor o menor es el manejo del estrés. En general, el tipo de vida que llevamos hoy en día no es beneficioso, pero también hay mucha variedad en cuanto a cómo se maneja el estrés entre unas personas y otras. 

—¿Cuánto deberíamos movernos por salud?

—Sin ninguna duda es muy importante hacer ejercicio moderado unos 150 minutos como mínimo a la semana. Con esto obtenemos una reducción importante de problemas cardiovasculares. Incluso, si pudiese ser más, mejor. Aquí no solo cuenta el moverse, sino que se ha visto que es muy importante reducir el número de horas que pasamos sentados, porque hay una asociación muy directa entre esto y el riesgo de sufrir mortalidad cardiovascular. Por poner algún patrón: hay personas que por su trabajo están sentadas ocho horas y luego van al gimnasio a hacer ejercicio. Probablemente estas personas tengan mayor riesgo cardiovascular que otras, sin necesidad de ir al gimnasio, que caminan dos horas al día y no están sentadas tanto tiempo. 

—¿Los infartos se pueden prevenir o tienen un componente genético?

—La respuesta corta es que sí se pueden prevenir controlando los factores de riesgo, sobre todo, a nivel poblacional. Es decir, si cogemos a dos poblaciones y en una de ellas controlamos estos elementos, y en la otra no, el primer grupo tendrá muchos menos infartos. Sin embargo, a nivel individual es muy difícil prever quién tendrá un infarto. Hay muchos factores de riesgo, incluido el genético, que juegan un papel fundamental, y otros tantos que son desconocidos. En nuestro estudio PESA, por ejemplo, tenemos un grupo de participantes que no tienen ningún factor de riesgo, son ultra sanos, y sin embargo vemos que ya tiene la enfermedad aterosclerótica en las arterias. Por otro lado, tenemos otro grupo con factores de riesgo pero sin enfermedad. Se diferencian entre los ultraprotegidos y los súper vulnerables. 

—Sufrir un infarto sigue dando miedo, ¿que posibilidades hay de sobrevivir?

—Una de las historias de éxito más importantes de la medicina, además de las vacunas y antibióticos, es el tratamiento del infarto. Lo que hemos avanzado en las tres o cuatro últimas décadas es algo que no se ha visto prácticamente en ninguna otra patología. Hace 30 o 40 años, uno de cada cuatro pacientes que ingresaba en el hospital por infarto fallecían. Era una mortalidad del 25 %. Sin embargo, hoy en día, se ha reducido por debajo del 4 %. El tratamiento es uno de los campos que más ha mejorado. 

—¿Cuáles son para usted los retos del futuro?

—Tenemos que seguir trabajando en acercar esa mortalidad al cero, y en que la calidad de vida después de superar un infarto sea muy buena. Precisamente, es una de las obsesiones que tenemos en nuestras líneas de investigación. 

—Una de las cardiopatías más singulares en la mujer es el síndrome del corazón roto. 

—Es un tema que me gusta mucho porque el síndrome del corazón roto, que también se llama el síndrome de Tako-Tsubo (cesta de pulpo), se identificó primero en Japón. El corazón tenía una afectación que simulaba un infarto y una morfología que parecía una cesta para coger pulpos. Se pensaba que era una patología que solo afectaba a japoneses, porque se describió allí. Sin embargo, tuve la suerte de que el primer artículo científico que publiqué en el 2004 fue la primera vez que mencioné este síndrome fuera de Japón, y que publicamos una de las series más importantes que ha habido. Es un síndrome que se conoce, está descrito y se considera ya una cardiopatía. Ocurre en personas que tienen un estrés agudo muy importante, derivado de un accidente de tráfico, un disgusto muy importante como una muerte. Empieza con una sintomatología que simula un infarto. Sin embargo, las arterias no tienen obstrucción, y además se asocia a una disfunción del corazón que es reversible. Es decir, el corazón pierde fuerza de contracción, y a los días o semanas se recupera completamente sin dejar una secuela. Lo llamamos síndrome del corazón roto por el disgusto, y aunque se haya estudiado mucho, todavía no sabemos cuáles son las causas que lo provocan. 

—¿Cómo ha afectado el covid-19 al corazón?

—Ha habido mucha patología de todo tipo, incluida la patología cardíaca o cardiovascular. Cuando hay una infección de covid, sobre todo en las primeras cepas, se asociaba a tener una coagulación mucho más exacerbada, y más riesgo de tener trombos o coágulos lo cual podía provocar infartos o incluso ictus. También como secundario a la inflamación tan importante que provocaba el covid, aparecía una inflamación directa en el corazón que se llama miocarditis. Afortunadamente, todo eso que vimos en las primeras fases, ahora mismo gracias a la vacuna y a que las cepas son menos agresivas, se está reduciendo.  

—Usted forma parte de la investigación relacionada con el metoprolol que promete ser una solución para luchar contra el covid-19 más agresivo, ¿cómo encontraron esta propuesta?

—Nosotros llevamos trabajando con este fármaco muchos años, desde la época en la que yo estuve en Estados Unidos junto al doctor Fuster. El metoprolol es un fármaco que se conoce desde hace más de cuatro décadas, y que por lo tanto, no tiene interés comercial y es baratísimo. Es un betabloqueante que se ha utilizado tradicionalmente para el tratamiento de la hipertensión arterial o arritmias. Nosotros empezamos a trabajar con el metoprolol porque teníamos datos que nos sugerían que podía proteger el corazón durante el infarto. Hicimos varios ensayos clínicos y demostramos que la administración de este fármaco intravenoso durante un infarto protegía al corazón y hacía que el impacto fuese mucho menor. Esto se debe a que impide la inflamación exacerbada por hiperactivación de unas células inflamatorias, que se llaman neutrófilos, las cuales contribuyen al daño del corazón durante un infarto. Cuando publicamos este descubrimiento empezó la epidemia y vimos que la insuficiencia respiratoria del covid se debía principalmente a un síndrome, en el cual la hiperactivación de estas mismas células se implicaban en el pulmón con un papel fundamental. Al conocer el mecanismo por el cual protegía al corazón, pensamos que también podría funcionar con el covid severo. Hicimos un primer ensayo clínico al que llamamos Madrid Covid. Con esto demostramos que los pacientes con coronavirus grave, que estaban intubados, a los cuales habíamos administrado metoprolol tenían menos inflamación en los pulmones. Lo que a su vez se asociaba con un menor número de días en la UVI o menos necesidad de intubación. 

—¿Cuál es el estado actual de esta investigación?

—Ahora mismo lo estamos ratificando en un ensayo clínico mucho más grande financiado por el Carlos III, en el cual vamos a reclutar en 14 uvis distribuidas por España a 350 pacientes que tienen distrés respiratorio. Esto puede ser un cambio de paradigma de cómo se trata este tipo de inflamaciones pulmonares en el caso de infecciones como covid u otras.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.