Relojes inteligentes: ¿podemos fiarnos del médico en nuestra muñeca?
VIDA SALUDABLE
Existen funciones que, pese a ligeras imprecisiones, ofrecen buenos resultados como la medición de las pulsaciones o el oxígeno en sangre
26 jun 2022 . Actualizado a las 17:56 h.Son muchos los relojes que han perdido su esencia. Su razón de ser. Ahora son inteligentes, por definición, y dar la hora es lo menos relevante en el ecosistema de funciones que presentan. Tanto que, para los usuarios, voltear la muñeca puede significar cualquier cosa (ver los pasos o kilómetros alcanzados, coger una llamada o consultar sus pulsaciones) menos saber el momento en el qué viven.
La lista de los más vendidos en las tiendas de electrónica reflejan un perfecto equilibrio: módico precio por un médico en tu muñeca. Eso sí, salvando las distancias. Estas son las prestaciones que ofrece el de mayor coste: GPS, carga solar, linterna LED, sensores de navegación, control del esfuerzo, control de entrenamientos, predictor de carrera visual, seguimiento de la frecuencia cardíaca, estrés, horas y etapas de sueño (descubre cómo mejorarlo), pulsioximetría, body battery, seguimiento de hidratación, de respiración, pasos y pisos subidos, así como salud femenina que, en otras palabras, significa un seguimiento del ciclo menstrual. También, y en otra línea de servicios, ofrece seguridad y seguimiento para que tus contactos de emergencia conozcan tu ubicación.
¿Cuánto de esto es realidad? Hablando, sobre todo, de su efectividad como medidor de salud. Para Carme Carrion i Ribas, doctora en Bioquímica y Molecular Biología, profesora de los Estudios de Salud en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigadora principal del eHealth Lab Research Group, el valor de este tipo de dispositivos radica en su importancia como potenciador de una vida más saludable: «Hay algunos sensores que incorporan estos relojes que nos pueden ayudar a ser más conscientes de cuánta actividad física hacemos en el día o de cómo se nos acelera el pulso en determinadas situaciones. El sedentarismo es siempre un factor de riesgo». Lo reconoce con cautela y mucha precaución porque existen muchas variables que podrán alterar el resultado, cómo llevarlo mal puesto. De ahí, que lo importante sea la evolución que trasladan a sus propietarios: «Podemos ver sí ha habido cambios en el transcurso de un mes o de un año. Pero no hay que obsesionarse», destaca. (Por el momento, te dejamos una guía para empezar a caminar).
Por ello, aunque su uso resulte útil, y cada vez más ya que las diferente versiones se han ido perfeccionando con el paso de los años, «nunca puede considerarse un dispositivo médico», señala Carrion, que añade: «No ha pasado todos los procesos de CEE, de validación, de evaluación de tecnologías médicas, y no está hecho para medir ciertas variables de salud». Algo que, según la investigadora, los fabricantes conocen: «Saben perfectamente que, para que se considerase una tecnología médica, tendrían que pasar toda la normativa. Además, no es lo mismo Europa que Estados Unidos. Muchas veces podemos ver algún mensaje que dice que ciertos servicios del Apple Watch no están disponibles en determinados países», recuerda la experta.
¿Un ejemplo? La transmisión de datos de salud. Algo clave si queremos utilizar estos lectores a la consulta con el doctor: «¿De qué serviría la aplicación de este reloj si el médico no puede ver que hay una alerta de fibrilación auricular en tiempo real? Esto interesa en el momento», reflexiona. Lo que en el futuro «puede que vaya pasando».
Rafael Vidal, miembro de la Sociedad Española de Cardiología y cardiólogo del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) , habla de la diferencia entre marcas: «Existen diferentes aparatos con más estudios y más tecnología. Por ejemplo, los típicos de las casas más conocidas. Eso cambia el enfoque de la utilidad, pero hay que entender que no es lo mismo uno que cueste 20 euros, que 400», precisa.
En cualquier caso, el cardiólogo no tiene una mala consideración de su uso: «Conocer los parámetros que uno tiene en reposo, y ver cómo varían al hacer ejercicio, no está de más», destaca. Para él, el debate reside en la precisión: «Hay bandas de actividad física, por ejemplo, que medían mal las pulsaciones al hacer ejercicio. En cambio, al hacer una actividad más moderada, eran mejores», comenta. Lo que dificulta el objetivo principal de este tipo de dispositivos: controlar el bienestar físico durante una disciplina deportiva.
Podemos fiarnos, más o menos, de la frecuencia cardíaca, de los electrocardiogramas, de la cantidad de pasos dada, o de la saturación de oxígeno en sangre
Con todo, el profesional reconoce grandes avances en este campo que han ocurrido, especialmente, en los últimos cinco años: «Podemos fiarnos, más o menos, de la frecuencia cardíaca, de los electrocardiogramas, de la cantidad de pasos dada, o de la saturación de oxígeno en sangre. No obstante, existen otras variables que ahora se están anunciando como la medición de tensión arterial que no están tan validadas», apunta.
Un electrocardiograma casero
Lógicamente, la información no será igual de exacta que un aparato médico, pero puede ayudar. «Sí que es cierto que algunos modelos como el apple watch hacen una tira de electro de una derivación, y esa es una de las doce que clásicamente tiene el electrocardiograma», señala. Pero existen trucos para sumar en salud: «Hay una publicación española que explica cómo hacer un electro de doce variaciones con un reloj. Es posible hacerlo, pero tienes que ir cambiando de lugar: el tobillo, en la otra muñeca, encima del pecho…», propone el experto. Aunque, como cabe esperar, no es lo ideal a nivel usuario.
Una herramienta del futuro para los enfermos crónicos
Con esta información en la mano, los que más pueden beneficiarse son los potenciales pacientes cardiovasculares. «Si alguien tiene una arritmia, y le cuesta mucho detectarla, estos dispositivos dan la oportunidad de ver cómo empieza y acaba porque la registra en el momento», señala el doctor Vidal. Lo mismo para la monitorización de personas en rehabilitación cardíaca, «o para la detección de la fibrilación auricular».
De ahí que no resulte extraño que cada vez sean más las personas que llevan el informe de su reloj a consulta: «Hace más partícipe a la gente. De hecho, tanto mis compañeros, como yo, hemos tenido pacientes que vienen con su registro, y sus dudas», señala el experto.
Pese a los beneficios, los relojes inteligentes también tienen desventajas: «Pueden crear incertidumbre, o algo de hipocondría, porque la gente no sabe interpretar lo que les dice». Por ello, la revisión médica es fundamental.
Carrion estima que los wearables no serán útiles para la población general, sino para los enfermos crónicos: «Les ayudará a manejar su calidad de vida, y a estar muchos más alerta de cuando exista una situación de emergencia», precisa la investigadora, que concluye: «A la gente le gustaría tener una aplicación que le dijese: “Estás al 90 % de salud, te queda un 10 % y así lo podrías mejorar”. Eso no pasará», comenta. Las variables fisiológicas, emocionales y sociales tienen demasiado peso para medir con un sensor.
Para Rafael Vidal el camino a seguir pasa por la adaptación del sistema sanitario a este tipo de dispositivos: «Tiene que haber un equilibrio. Lo que ocurre es que la industria que los fabrica va por delante de nosotros. Pero no podemos darle la espalda a una realidad», concluye el doctor. Un futuro del que está seguro que no tardará en llegar.