El mal de los 47 síntomas: esto es lo que pasa en tu cuerpo cuando tienes resaca

VIDA SALUDABLE

La deshidratación, la sensación de «estómago revuelto», las náuseas y vómitos son signos habituales de resaca.

Aunque no está muy claro el porqué, se cree que el propio acetaldehído llega a las neuronas afectando a nuestro sistema de memoria, desequilibrándolas y provocando que tengamos lagunas de la noche anterior

27 feb 2024 . Actualizado a las 12:37 h.

A estas alturas, todos sabemos que no existe un consumo seguro de alcohol y que eliminarlo, no es un proceso fácil para nuestro organismo. La resaca, conocido en el ámbito médico como veisalgia, es el malestar que una persona experimenta tras haber consumido este tóxico. Se suele relacionar con dolor de cabeza, náuseas, fatiga, sensibilidad a la luz y al sonido, irritabilidad o angustia. Pero hay muchos otros. Se trata de un cuadro tan amplio y general, que los investigadores llegan a hablar de 47 síntomas diferentes. Ahí es nada. Pero ¿por qué se produce exactamente?

Hugo López, especialista en psiquiatría y vicepresidente de Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), explica que hay varios fenómenos detrás de una resaca: «Por una parte, es básicamente deshidratación, y por la otra, una serie de fenómenos proinflamatorios y oxidativos en cadena que ya suceden en el cuerpo de manera natural, pero que bajo los efectos del alcohol se vuelven más intensos. Cuanta más cantidad hay, más estado pro oxidativo existirá y también más deshidratación. Además, hay otros componentes, como la disminución de la glucosa, que se conoce como hipoglucemia, y una disminución de las vitaminas». 

Qué pasa cuando entra alcohol en nuestro cuerpo

Para entender las consecuencias de la resaca, es necesario empezar por el principio: qué sucede cuando el alcohol entra en nuestro cuerpo. El órgano que más sufre es el hígado. Este se encarga de metabolizar el alcohol y transformarlo en una sustancia que se llama acetaldehído. «Esta, posteriormente, vuelve a modificarse en acetato, una especie de sustrato energético», afirma Marta Casado, hepatóloga y presidenta de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD). Pero cuando se ingieren grandes cantidades de esta sustancia tóxica, el hígado ve colapsada su capacidad de transformarlo. 

De esta forma, el hígado debe «pausar» varias de sus tareas para poner su foco de atención en la eliminación de este. «Podría decirse que el alcohol distrae las rutas metabólicas. El hígado debe hacer un esfuerzo enorme para eliminar el alcohol y así, provoca que no tenga capacidad para formar glucosa. Por eso, cuando uno bebe mucho alcohol puede tener hambre. Es un clásico, porque el hígado está tan entretenido en eliminar el alcohol, que no es capaz de formar glucosa y la tienes que tomar por otro lado», afirma Ignacio Novo, secretario y portavoz del Grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y médico internista en el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS). 

Además, también interfiere en otra ruta: la del colesterol. «Si tiene que ser eliminado por el hígado, pero este se encuentra saturado porque está trabajando en otras cosas como es la eliminación de alcohol, se acaba depositando en el tejido graso. Esta es la explicación de por qué el alcohol aumenta nuestra grasa corporal. No es que la aumente en sí o que el alcohol se transforme directamente en grasa, sino que se disminuye la capacidad del hígado para eliminarla», detalla el doctor. 

El mal de los 47 síntomas

Los efectos de un tóxico de este tipo afectan a nivel celular a prácticamente todo nuestro organismo. «De hecho, se asocia a más de 60 enfermedades», confirma Novo. Por lo tanto, la resaca del día después, también se sufre en varios sistemas.

Guillermo López, catedrático de Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide, remarca que la resaca se produce no solo por ingerir alcohol, sino por todo lo que conlleva para el organismo. «Está desequilibrando todas las células que revisten el intestino, lo que provoca que funcionen mal. Puede ser propio de esa deshidratación. Y entonces, las células del sistema inmunitario, liberan una serie de señales que avisan al cuerpo de que hay inflamación. Las señales inflamatorias, que se llaman citoquinas inflamatorias, pueden desarrollar un montón de respuestas intentando compensar ese daño que se está produciendo en el intestino, que afecta a casi todos los órganos». 

Así, un grupo de investigadores de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) realizó un estudio con 1.410 estudiantes holandeses para examinar su comportamiento con la bebida y su última resaca. Los jóvenes mencionaron todos sus síntomas, evaluándonos en una escala que iba desde los 10 puntos (máximo) al 0 (ausente). La mitad de los participantes reportaron haber sufrido resaca durante el último mes y, además de los síntomas comunes como la fatiga y la sed, también se dieron otros como problemas de memoria, inquietud, pérdida del gusto, sofocos, ansiedad o problemas respiratorios. 

Hipoglucemia y déficit de vitamina B

Francisco Pascual, médico especialista en adicciones y presidente de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y las otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), explica que la resaca está producida por el síndrome de abstinencia agudo del alcohol: «Por todo lo que ha ido quemando este cuando ha pasado por tu cuerpo y porque se produce un déficit de vitamina B. Los metabolitos del etanol, el acetaldehído, es la sustancia que se queda un poco más de tiempo en el cuerpo. El tóxico que te va a provocar la sensación de resaca, dolor de cabeza, mareo y de estar hecho polvo al día siguiente. Es una cuestión metabólica puramente».

Cuando existe un consumo importante, el individuo puede levantarse con sensación de «estómago revuelto» en la que incluso el olor de la comida, provoca repulsión. «Se da una cierta gastritis, como una sensación de plenitud, e incluso náuseas, que pueden estar provocadas por ese efecto directo del alcohol sobre el tubo digestivo», señala Novo. 

Aunque también puede suceder justo lo contrario. «Cuando hay consumos de alcohol muy importantes, uno tiene como la sensación de hambre insaciable y necesita tomar alimentos hipercalóricos. Tiene una explicación: estás en hipoglucemia. Si te acuestas por la noche con una glucemia muy baja (porque el hígado ha estado trabajando en intentar eliminar el alcohol), al día siguiente eso puede provocar un malestar enorme en el cuerpo», asegura el médico internista. Además, López asegura que el hígado también puede empezar a liberar grasa: «Suben los triglicéridos y estos producen un efecto en el propio hígado, pero también en el riñón». 

«También debe mencionarse ese grado de deshidratación, que aparece porque el alcohol también hace que se bloqueen una serie de mecanismos que nos permiten ahorrar agua. Es una hormona que se llama antidiurética. Este efecto inhibidor de esa hormona puede hacer que eliminemos un exceso de líquidos y nos deshidratemos», amplía. Así, a pesar de que popularmente pensamos que orinamos más por el alcohol que ingerimos, en realidad también lo hacemos como consecuencia al efecto que ese tóxico tiene en nuestro cuerpo. «No es solo por la cantidad de líquido que bebemos, también por ese efecto». 

En el cerebro: bloqueo de algunos neurotransmisores

Las señales de inflamación que menciona López acaban llegando al sistema circulatorio y al cerebro. «Se puede producir la pérdida de memoria. Ese proceso en el que no sabes dónde has estado. Al igual que el dolor de cabeza. Esa propia inflamación general que se ha producido es la que también conlleva a esas molestias, como si se estuviese presionando al cerebro». 

Cabe mencionar que, al igual que a la hora de hablar de consumo de alcohol, en la resaca también se podrían separar dos perfiles: una situación de consumo de forma habitual y diaria, muchas veces relacionado con las comidas y con las «copas» de después de trabajar; y otra, el consumo por atracones que se puede dar en el fin de semana.

«En esos consumos de forma abrupta y aguda se juntan dos factores importantes que pueden provocar esos síntomas que aparecen tras el consumo. Por un lado, el efecto tóxico neurológico directo. No está provocado por inflamación cerebral como tal (que sí que se daría en el consumo crónico diario), sino por bloqueo de algunos neurotransmisores. El alcohol es un inhibidor de algunas funciones cerebrales por lo que, si consumimos una cantidad importante, este atenúa mucho la secreción de algunas sustancias que nos activan. Y cuando desaparece ese efecto de una forma abrupta, puede provocar temblor, irritabilidad, náuseas y demás», expresa el doctor especialista en medicina interna. 

¿Por qué existen lagunas de la noche anterior? En realidad, López confiesa que no está muy claro qué es lo que sucede. «Parece ser que ese propio acetaldehído lo que hace es que el sistema de memoria que tenemos, no está funcionando. Ese desequilibrio que se está produciendo a todos los niveles, no genera la respuesta que se debe de producir en las neuronas para recordar lo que hemos hecho. No sabemos lo que ha pasado. No tenemos constancia de nada porque no se han producido esos cambios que deberían estar asociados con la memoria. Especialmente, la memoria a corto plazo. No se ha producido y ese desequilibrio en las neuronas hace que no recordemos». 

La predisposición genética y por qué algunas personas tienen más probabilidades de sufrir resaca

A la hora de sufrir resaca o no, entran en juego varios factores. Entre ellos, la edad. «En los extremos de la vida, la gente joven y la más mayor, hay más tendencia a deshidratarse de forma natural. Con lo cual, los efectos del alcohol son todavía más intensos. La presencia de enfermedades médicas también puede condicionar que se sufra más, como las personas que tienen problemas de hígado o de riñones, entre otras enfermedades», comenta Pérez. 

También influyen otras circunstancias mucho más variables, como la cantidad de alcohol ingerida o el tiempo en el que se consume la bebida. «A más alcohol en menos tiempo, más probabilidades de que las consecuencias sean una resaca más intensa», advierte el vicepresidente de Socidrogalcohol. «Además de si uno se ha hidratado correctamente bebiendo agua, o si se ha alimentado correctamente con alimentos ricos en hidratos de carbono y complejos vitamínicos del grupo B. Todos esos factores, ayudan», añade.  

Con todo, a pesar de todos los factores ya mencionados, hay otro que, además, es inalterable e inamovible con el tiempo: la propia predisposición genética. El doctor Novo confirma que existen diferentes mutaciones en algunas enzimas, que aumentan a la disposición a tener una menor tolerancia al alcohol y, en consecuencia, tener efectos tóxicos más importantes: «Normalmente, si la mutación provoca que te intoxiques antes, esa gente suele consumir menos porque no tolera consumos de alcohol elevados. Pero también es posible que sea al revés, gente que tolera cantidades importantes sin tener muchos síntomas de intoxicación pero, al día siguiente, lo nota mucho más. Lo metabolizan de otra manera, seguramente de forma más lenta, y tienen una tolerancia más grande al consumo en sí». 

Cuánto tiempo me puede durar la resaca 

Aunque depende de varios factores, «lo habitual es que dure entre 12 y 24 horas», afirma Pérez. Entre las circunstancias que provocan que esta se alargue o acorte más en el tiempo se encuentra la edad de la persona. Cuántos más años cumplimos, peores resacas sufrimos. «La recuperación a un daño por un tóxico, con la edad, es más compleja. Pero también hay que tener en cuenta el factor comorbilidades. Es decir, sufrir alguna enfermedad crónica que se pueda descompensar por esto», cuenta Novo. 

En el caso de que se consuma alcohol de una forma crónica, en realidad la resaca pasa a considerarse síndrome de abstinencia. «Si es una persona que, por ejemplo, toma algo de alcohol con las comidas, y en el fin de semana, además, haces un consumo agudo o mayor, después te pasa un día entero sin tomar nada porque no eres capaz, provoca náusea», señala el médico internista. A lo que añade: «Probablemente ahí se junten los efectos tóxicos que hemos comentado y además, cierto grado de síndrome de abstinencia. Receptores que estaban ocupados de forma constante por el alcohol, dejan de estarlo y provocan una sensación de inquietud, nerviosismo y temblor añadida que sí que puede durar más en el tiempo». 

¿Existen remedios que pueden aliviar la resaca? 

La respuesta es sencilla: lo ideal sería no beber y por lo tanto, no sufrir la resaca. «Hay mucha búsqueda de 'algo' que mejore la resaca. El problema es que si tomas unas cantidades de alcohol que te provocan resaca, por más que evites esta, no vas a suprimir otras consecuencias del consumo de alcohol. Tener resaca implica que has consumido suficiente alcohol como para que eso te esté provocando otros problemas también. Aunque tuviéramos una medicación para mejorar la resaca, se aliviaría ese malestar, pero seguiría habiendo problemas que no se estarían manifestando, como los problemas hepáticos», subraya Pérez.

Con todo, puntualiza que una correcta alimentación e hidratación tanto antes, como durante y después de beber, siempre ayudará a que el alcohol «caiga» mejor que con el estómago vacío. «Sobre todo, hidratos de carbono», sugiere. 

«Nunca sufro resaca»

Puede existir un perfil en el que, a raíz de un consumo de alcohol prolongado en el tiempo, desarrolla tolerancia. «Probablemente las personas que dicen esto tienen un problema de adicción y dependencia al alcohol. Eso es lo que se debería de considerar. No contar esto como un beneficio y mira qué bien estoy que tolero perfectamente esto. Plantearse que, a lo mejor, tienen un problema de salud más serio de lo que creen».

Para remarcar la importancia del problema y la poca conciencia que se tiene sobre él Novo explica que hace unos años se llevó a cabo por parte de la SEMI un estudio en gente joven relacionado con intoxicaciones alcohólicas en la conocida como «Nochevieja universitaria». Además, de altos niveles de alcohol, los resultados desvelaron daño orgánico e inflamación del hígado. «Estamos hablando de jóvenes de 18 a 19 años con problemas muy serios, de los que no eran conscientes. Por eso, el mensaje que mandaría es que hay que tener cuidado con esa supuesta tolerancia porque igual está enmascarando un problema de salud que, cuando se detecta, igual es demasiado tarde», concluye el doctor.  

Doce consejos para controlar y reducir el consumo de alcohol:

  1. Sustituir el alcohol de la despensa por otras bebidas que no lo contengan. 
  2. Cambiar el recipiente en el que se suele beber por otro más pequeño. Ayudará a reducir la cantidad de alcohol ingerida. 
  3. Beber despacio, dando pequeños sorbos. 
  4. Soltar el vaso, dejándolo sobre la mesa después de beber. 
  5. Si se suele beber con frecuencia, elegir momentos para hacerlo. Por ejemplo, un vasito de vino solo en la cena. 
  6. Diluir el alcohol en refrescos sin gas, sifón o limonada. Provocará que se tome menor cantidad. 
  7. Elegir bebidas suaves. Las bebidas fermentadas contienen menos graduación que las destiladas. 
  8. No beber solo alcohol. Intercalar con agua o refrescos. 
  9. No mezclar con drogas. Consumir otras drogas o medicamentos con alcohol intensifica los riesgos y provoca la pérdida de noción de cuántas unidades se han consumido. 
  10. No beber alcohol con sed, deshidrata. También evitar comer alimentos salados mientras se bebe esta sustancia. 
  11. Marcarse días sin alcohol en la semana. 
  12. Evitar beber por beber: porque todos se han pedido otra ronda, porque está encima de la mesa o «porque sí». 

En todo caso, siempre se puede consultar con un profesional sanitario. 

Fuente: Ministerio de Sanidad

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.