De saltar el potro a ejercicios centrados en la salud: así han cambiado las clases de Educación Física en las últimas décadas

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Una antigua clase de Educación Física. Imagen cedida por Juan Antón, que formó parte de la segunda promoción de INEF en Madrid.

Aunque se la consideraba una asignatura maría, a día de hoy no cabe duda de que es imprescindible para los alumnos

20 may 2024 . Actualizado a las 15:40 h.

¿Cómo recuerda las clases de Educación Física? Puede que se le vengan a la cabeza unos bancos suecos o unas anillas. A otros, les invadirá cierto malestar al recordar ese momento en el que, delante de toda la clase y sin haberlo practicado antes, tocaba coger un poco de carrera, poner las dos manos simultáneamente en el potro y saltarlo. Se amaba o se odiaba. Hasta hace unas décadas, esta asignatura se encontraba un poco a la merced de la buena voluntad del profesional que la impartía, porque no era ni necesario tener una licenciatura para hacerlo.

Clases en los pasillos

María Luisa Peralta formó parte de la tercera promoción de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (INEF) de Madrid. Por aquel entonces, dice, no se impartía en ningún otro lugar de España. De hecho, mujeres y hombres estaban en centros diferentes. «A veces nos juntaban en alguna clase, pero todas las que tenían que ver con la actividad física, teníamos que hacerlas por separado». Allí conoció a su marido, el reconocido atleta Mariano García-Verdugo. Él impartía clase en el colegio La Salle y ella, en el IES Rosalía de Castro, ambos en Santiago. Llegó al centro en 1973 y los comienzos no fueron fáciles.

El primer día, sus alumnas quedaron extrañadas: Peralta iba vestida en chándal y zapatillas, y su antigua profesora, en tacones. En cambio, a ella, le sorprendió la falta de espacio. «Solo contábamos con un aula que estaba en el sótano e incluso dábamos la asignatura en los pasillos». Sin embargo, la buena ubicación del IES Rosalía proporcionó una alternativa: la Alameda. «Cuando hacía buen tiempo aprovechábamos las escaleras o les mandaba correr. Si no eran capaces, íbamos todos más despacio, lo importante era moverse».

Miguel Ángel Delgado formó parte de la segunda promoción de INEF en Madrid. Acabó los estudios en 1972 y «me incorporé como profesor en la institución San Isidoro que, por aquel entonces, era un colegio de huérfanos de periodistas». Tiene grabada esa primera clase: «Había expectación porque su maestro antiguo había sido un militar. Les mandé correr por la pista. Después, les dije: ‘‘Os dejo cinco minutos para hacer lo que queráis''. Se quedaron parados, mirándose, sin saber cómo actuar. No estaban acostumbrados a poder hacer algo de forma libre».

Bancos suecos, ¿para sentarse?

Al igual que Peralta, una de las dificultades que se encontró Delgado fue la falta de material. «Le comenté al director del centro que sería interesante contar con más bancos suecos y me quedé sorprendido cuando me contestó: ‘‘Con los que hay ya se pueden sentar''. Tuve que explicarle que yo no los quería para eso, sino para hacer ejercicios de equilibrio y salto», explica mientras se ríe.

No existía ningún tipo de planificación, eran ellos los que decidían cómo impartir la materia. Sus primeros años como profesores coincidieron con los últimos de la dictadura franquista y, en consecuencia, «no te podías desmarcar mucho de sus cánones porque lo mismo se te abría un expediente», confiesa Peralta. Pero sí hay cuestiones a las que se negó desde un principio. «En esa época se hacían demostraciones de tipo militar y, cuando se me propuso el primer día, me negué. Mi objetivo era que practicasen deportes y actividad física». Con esfuerzo y tiempo, esas ideas fueron cambiando. «Los que habíamos estudiado INEF empezábamos a dejar de lado la gimnasia sueca y hablar de otros términos, como la psicomotricidad», explica Delgado.

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

¿Qué requisitos se pedían por aquel entonces para ser profesor de esta asignatura? «Prácticamente ninguno», responde Delgado. «Daba igual que hubieras sido deportista de élite o que fueras bueno jugando al fútbol en tu pueblo». Así, hasta la muerte de Franco, convivían en España diferentes vías: aquellos que se encontraban en las Escuelas de Mandos, que dependían directamente del movimiento de la Falange; los que contaban con una titulación de instructor de actividad física (también había sección de mujeres); y las primeras generaciones de INEF en Madrid (asimismo, divididas por sexo).

Delgado solo impartía la asignatura a una parte del alumnado de este centro, los más mayores, por lo que sugirió a la dirección que todos los niños pudieran tener la oportunidad de recibir sus clases. «En un primer momento, me dicen que tengo que dar clase a chicos de Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) y Curso de Orientación Universitaria (COU). Lo que a día de hoy equivaldría a casi toda la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y el Bachillerato. Pero le trasladé al director que también sería interesante que los niños pequeños, porque en ese colegio había estudiantes de hasta seis años, también pudieran tener clases de Educación Física. ¿Cuál fue la respuesta? Que no les obligaba la ley, entonces, ¿para qué?», recuerda.  

La enseñanza que se impartía, según sus palabras, era muy instructiva. «Existían muchas personas que, aunque no tuviesen formación, ponían voluntad en dar las clases. Y se hicieron muchas cosas interesantes. De hecho, yo mismo me interesé por esta rama por el maestro que tuve». La planificación de la asignatura en aquella época se podría resumir en tres bloques: gimnasia, juegos y deportes. «Y para de contar», sentencia Delgado. A lo que añade: «No teníamos ni cómo servirnos, nos faltaban publicaciones. Recuerdo que, cómo máximo, llegué a tener dos o tres libros. Todo lo que hacíamos en las clases era a base de práctica que, por cierto, tampoco se publicaba». 

Con esfuerzo y tiempo, esas ideas fueron cambiando. «La gente que habíamos estudiado INEF íbamos con otras ideas totalmente distintas a lo que se hacía hasta ese momento. Empezábamos a dejar de lado la gimnasia sueca y hablar de otros términos, como la psicomotricidad. Para esos cambios hubo que luchar mucho, pero se iba aceptando». 

De alumno a profesor

En los 80, Enrique Rodríguez, presidente del Colexio Oficial de Licenciados en Educación Física (Colef) de Galicia, todavía era alumno. Con un fin de la dictadura franquista reciente y unos primeros años de transición a la democracia, empezaban a darse cambios, pero lentos. «En aquella época convivían profesionales titulados con aquellos que, por esas circunstancias que se dieron hasta esa época, impartían clase pero no eran titulados», rememora. Según su experiencia, esta asignatura aún era «una especie de recreo vigilado». Se practicaba actividad física y diferentes deportes, pero seguía sin existir una planificación clara; dependía del buen hacer del profesor.

Se considera afortunado porque «tuve profesores que tenían muy buena actitud». Son esos los que despertaron su amor por el ejercicio físico. Ahora él, también le transmite ese entusiasmo a sus alumnos. «Para aprobar la materia algunos profesores ponían unos requisitos muy grandes, aunque como digo, había de todo. Muchos recordarán el famoso salto del potro. Estaba bastante institucionalizado, por así decirlo. Esta, o cualquier otra técnica de gimnasia deportiva que no son nada fáciles. Cada profesor hacía lo que creía que había que hacer».

Estas razones explicarían, según Rodríguez, que muchas personas que recibieron clase de Educación Física durante esta época (y las anteriores) no tengan un buen recuerdo de las mismas. «Puede que llegaras un día y, sin haberlo practicado antes, examen de lanzamiento de peso. Claro, no tenía sentido. O clases muy intensas en cuanto a preparación física, acabando los alumnos agotados». 

Las clases en los noventa y principios de los dos mil

Sustituyendo a la Ley General de Educación de 1970, llegó un gran cambio para el sistema de enseñanza, la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España. Aterrizó en 1990 después de un vuelo tortuoso, pero para Peralta, satisfactorio: «Tardaron dos años en implantar todos los programas y consultaron mucho al personal docente. Fue muy estructurado. Sí, había alguna cosa que no funcionaba bien, pero fue una buena ley». 

«Ahí sí se sacó un currículo de Educación Física como en el resto de las materias. Desde que esta apareció, los contenidos están más determinados. Los primeros años era un currículo sin especificar mucho y no venía determinado por cursos. Podía haber variedad», opina por su parte Rodríguez. Además, en esa época empezaban a salir las primeras promociones de INEF de A Coruña (ahora facultad de Ciencias del Deporte). «Se amplió mucho el equipo y llegó gente nueva con entusiasmo y ganas de hacer cosas nuevas», recuerda Peralta. 

Con todo, la Logse fue el punto de partida de varias reformas. «Así como entraba un nuevo partido al Gobierno, modificación. Recuerdo que era jefa de departamento y cambiaba el currículo cada poco tiempo. No critico las modificaciones, pero siempre y cuando se evaluara los puntos fuertes y débiles de la ley anterior», comenta Peralta. 

La actualidad 

«Muchos se quedarían sorprendidos de todo lo que hacen los niños ahora en clases de Educación Física», afirma Rodríguez. «Actividades cooperativas donde el objetivo no es ganar uno solo, sino todo el grupo». Hace referencia a un término: inclusión. A día de hoy, todo el mundo lleva a cabo la clase: «Antes existía la idea de que debía ser competitiva. A lo mejor participaban los mejores, el resto miraba. Ahora se intenta que lo haga todo el mundo en función de sus capacidades»

Otra diferencia: la planificación. Aunque ofrece bastantes posibilidades de maniobra, es una adaptación a la nueva realidad. «Hay varios bloques: ejercicio físico orientado a la salud y luego otra parte de práctica de diferentes deportes; además de contenidos con música, donde se trabaja el ritmo y la coordinación; y actividades en el medio natural». A aquellos que recibieron la materia en los setenta les pillaría por sorpresa, pero ahora hay examen teórico. Si bien cada centro y, en concreto, cada departamento, elige cuáles son los criterios de cualificación y qué se necesita para llegar al aprobado. «El objetivo es que cuando los alumnos acaben la ESO tengan una pequeña idea de lo que pueden hacer si quieren hacer ejercicio para mejorar la salud», concluye.

Imagen de archivo de una clase de Educación Física en el IES Antón Losada.
Imagen de archivo de una clase de Educación Física en el IES Antón Losada. Miguel Souto

Beneficios del ejercicio físico y el deporte en niños y adolescentes: 

  • Mejora la forma física de los menores.
  • Mejora la salud mental.
  • Aumenta la concentración y está relacionado con un buen rendimiento académico. 
  • Favorece la socialización.
  • Disminuye la probabilidad de padecer algunas enfermedades crónicas en la edad adulta, como patología cardiovascular, diabetes, colesterol y obesidad. 

Fuente: Asociación Española de Pediatría (AEP)

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.