Dime qué valor tienes alterado en tu analítica y te diré qué debes comer

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Muchos valores de una analítica pueden ser corregidos a través de un cambio de hábitos alimeticios.
Muchos valores de una analítica pueden ser corregidos a través de un cambio de hábitos alimeticios. iStock

Una buena parte de los resultados de un análisis de sangre rutinario pueden ser corregidos a través de una mejora en la alimentación

09 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los análisis de sangre son la principal herramienta que tiene un médico para detectar qué va mal en nuestro organismo. Desde hace algún tiempo, y gracias a la paulatina irrupción de las tecnologías en los sistemas de salud, los pacientes también disponen de estos informes al alcance de su mano. Literalmente, porque ya pueden ser consultados desde el propio teléfono móvil. A veces, las analíticas son fuente de disgustos. Especialmente cuando alguno de los valores que registran están marcados con un llamativo color rojo. ¿Pero hasta qué punto un mal dato puede ser corregido a través de un cambio en nuestros hábitos alimenticios? Esa es la pregunta que nos hemos realizado en La Voz de la Salud y que hemos trasladado a un médico de cabecera y dos dietistas-nutricionistas.

Para lograr mejorar nuestra analítica comiendo mejor, hemos cogido de referencia un análisis de sangre básico del Servizo Galego de Saúde, en el que iremos repasando, valor por valor, cuáles son susceptibles de mejorar —y por tanto, también de empeorar— a través de la dieta. Antes de comenzar, la dietista-nutricionista de la Academia Española de Nutrición y Dietética Paula Serrano recuerda que «es recomendable realizarse una analítica al menos una vez al año» ya que, a través de ella, «podemos saber varias cosas que afectan a las consultas, entre ellas, si presenta hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia o glucosa alta, la hemoglobina glicosilada nos puede indicar si está en prediabetes, por lo que la pauta nutricional se puede ver modificada. También se revisa si presenta algún déficit de micronutrientes, pudiendo tratarse de una anemia. A su vez, mediante analítica se descarta la celiaquía, enfermedad autoinmune la cual tiene gran implicación en la alimentación del paciente». 

Pero antes de entrar en harina, un último disclaimer que lanzan las dietistas-nutricionistas que deberá ser tomado en consideración: «La analítica es la 'foto' interna para conocer cómo se encuentra el paciente. Aunque el médico sea quien diagnostique mediante la analítica el estado de salud; a los nutricionistas nos da muchas pistas para luego poder recomendar unas pautas adecuadas». Dicho esto, empecemos.

Leucocitos:

Los leucocitos son una parte fundamental del sistema inmunitario, encargado de combatir procesos infecciosos. Como detalla el doctor Jesús Sueiro, médico de familia y portavoz de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria (Agamfec), «los leucocitos es un parámetro poco relacionado con la dieta», por lo que empezamos pinchando en hueso. «Las causas de las enfermedades leucocitarias son, por un lado los tumores como leucemias; también enfermedades con un carácter hereditario, vírico o inmunitario; también déficits que obedecen a otros problemas inmunes no relacionados con la dieta», comenta Sueiro. Por tanto, poco que rascar. 

Eritrocitos:

En la hematología, pronto nos encontramos con los eritrocitos. Y aquí, sí que media la dieta. ¿Por qué? Porque 'eritrocitos' es, al igual que hematíe, uno de los nombres que reciben los glóbulos rojos. Y una bajada en estos niveles puede estar relacionado con un problema de anemia. «Nos encontramos con anemias ferropénicas por falta de hierro o anemias megaloblásticas, por un déficit de absorción de vitamina B y ácido fólico. Por tanto las anemias, tanto las microcíticas —de glóbulos rojos pequeñitos—, como las macrocíticas —que son grandes los glóbulos rojos—, pueden venir provocadas por un déficit de hierro. Ya sea por una mala absorción o, más raramente, por una mala alimentación. No estamos en un país que no coma lo suficiente en general», explica Sueiro, aclarando que las anemias carenciales son raras en nuestro país. Por tanto, aquí no hablaremos de alimentos concretos, sino de la importancia de una dieta equilibrada. No obstante, este tipo de anemias sí pueden venir derivadas del consumo habitual de alcohol, ya que este tóxico —englobado muchas veces dentro de la categoría 'alimentos' por ser ingerido a través de la boca— consume, según el médico, «mucha vitamina B, produciendo anemias megaloblásticas». Una dieta poco rica en vegetales también puede producir déficits de ácido fólico que repercutan en los eritrocitos. 

Hemoglobina

Los niveles de hemoglobina bajos pueden ser la consecuencia de una anemia ferropénica. «Requiere suplementación y un aumento de la ingesta de alimentos ricos en hierro, tales como carne, pescado y legumbres. Puede ser necesario aumentar también el consumo en la misma comida de alimentos ricos en vitamina C para favorecer su absorción», apunta Paula Serrano. Por su parte, Ingortze Zubieta también dietista-nutricionista de la Academia, añade: «Y evitar en esta misma comida los lácteos, café y té para que no disminuya su absorción».

Volumen Corpuscular Medio (VCM), Hemoglobina Corpuscular Media (HCM) y Concentración de Hemoglobina Corpuscular Media (CHCM)

De nuevo, según indica el médico de cabecera, podemos encontrarnos una anemia en estos valores. «Las anemias pueden ser, según el volumen, macrocíticas o microcíticas; es decir, de volumen corpuscular grande, que son las que se presentan por una carencia de vitamina B, ácido fólico, y las de volumen corpuscular pequeño, que son normalmente las ferropénicas», detalla Sueiro. Estos tres valores servirán para dar un diagnóstico certero del tipo de anemia presente en el caso de haberla. 

Plaquetas y serie blanca

En estos valores de la analítica, la dieta apenas influirá.

Glucosa

La glucosa inaugura la parte bioquímica de la analítica y es obvio que en nuestros niveles de glucosa juega un papel fundamental la alimentación. «La causa más frecuente del aumento de la glucosa es la diabetes, en el 80% de los casos de diabetes, aparecen las de tipo 2,  la más frecuente con diferencia debido a la obesidad», adelanta Sueiro remarcando que es la más frecuente, pero no la única. 

Ante el grave problema de obesidad que los médicos advierten que se avecina, Paula Serrano recuerda las bondades de la dieta Mediterránea: «Es la dieta que presenta un mayor aval científico a la hora de prevenir patologías en población general, como todo, habría que individualizar y personalizar. Y esta podría verse ligeramente modificada si se presenta alguna patología, alergia o intolerancia. Al realizarla adecuadamente, contamos con una mejora general de los niveles de glucosa, triglicéridos y colesterol, encontrando una subida de HDL (colesterol llamado bueno) y una bajada de LDL (colesterol llamado malo)». 

Urea, creatinina y filtrado glomerular

La urea, la creatinina y el filtrado glomerular son parámetros para medir la función renal, para saber si el riñón está funcionando correctamente. Y aquí la dieta —como en toda la parte bioquímica— juega un papel muy importante. Las dos principales causas de insuficiencia renal crónica son la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. «Cuando alguien tiene arterosclerosis y sufre un infarto, no solo va a presentar arterosclerosis en las arterias coronarias o en las cerebrales, también tendrá arterosclerosis en las arterias renales», razona el médico de cabecera. Por ejemplo, en la enfermedad arterosclerótica del riñón, la hipertensión y los lípidos tienen un papel clave. «Aunque puedan existir causas genéticas, no podemos olvidar la importancia de reducir el consumo de sal y grasas. Además, una dieta hiperproteica es perjudicial para el riñón, porque la proteína se degrada en creatinina y en urea. El exceso de proteínas hace daño al riñón. Cuando una persona tiene un riñón fastidiado, se le aconseja disminuir el consumo de proteínas; de carne y de pescado. Sabemos que el pescado es sano, pero el exceso de proteínas es perjudicial si el riñón no funciona con normalidad», apunta Sueiro. Queda anotado. 

Ácido úrico

Si hablamos de ácido úrico, tenemos que hablar de alcohol. Si los niveles están alterados, toca abandonar ese hábito. Es verdad que hay otros alimentos que pueden explicar su subida, pero Sueiro tira de ironía: «Si únicamente tuviéramos el ácido úrico alto por el marisco, no habría tantos ataques de gotas, te lo aseguro». Alimentos como la casquería, la carne de origen cinegético, el marisco tienen un alto contenido de ácido úrico, pero, según apunta el doctor, la causa más frecuente de hiperuricemia es el alcohol. Paula Serrano recuerda que este problema suele «requerir suplementación y comer vegetales crudos»

Triglicéridos y colesterol

Llegamos al rey de la baraja. Toca distinguir entre estos dos valores, porque si buena parte de las culpas acaban recayendo sobre «el colesterol» como enorme cajón de sastre, Sueiro recuerda que solo el 30 % del colesterol viene mediado por la dieta —«el 70 % lo producimos nosotros», explica—. Sin embargo, los triglicéridos son específicamente las grasas que circulan por nuestro organismo y está totalmente mediado por la dieta. En una dieta que contenga un exceso de grasa, incluso aunque sea vegetal, los triglicéridos aumentarán. Una dieta rica en vegetales, aceite de oliva y productos integrales, así como evitar los ultraprocesados, podrán ayudar a corregir este problema.

Pero qué comer o no comer para corregir, aunque sea en parte, una hipercolesterolemia. «Lo primero sería conocer qué niveles están altos. Si son los del colesterol que conocemos como 'malo' (LDL), del 'bueno' (HDL) o del colesterol total. En base a esto, pautaremos la dieta: siempre rica en productos vegetales (verdura, fruta, legumbre, frutos secos) y evitando las carnes procesadas (embutidos) y alimentos ultraprocesados como bollería», enumera la dietista-nutricionista Ingortze Zubieta. Por su parte, Paula Serrano recuerda que en caso de no lograrse corregir los niveles alterados, el médico pautará al paciente una estatina «Una parte de la población presenta predisposición para que el propio organismo genere colesterol, por lo que el abordaje dietético en estos casos puede ser escaso y se requiera un fármaco». A lo que Zubieta añade: «Pero aunque sea así, una alimentación rica en vegetales nunca vendrá mal». Por cierto, en el caso de que la estatina que se haya pautado fuese simvastatina, deberemos mantenernos alejados del zumo de pomelo

Bilirrubina

Un exceso de bilirrubina no tiene, en principio, una relación estrecha con la dieta. No obstante, la bilirrubina puede subir debido a un cólico en la vesícula biliar. « Y los cólicos de vesícula están asociados también a una mala alimentación», destaca Jesús Sueiro. 

Transaminasas: GOT (AST), GPT (ALT) y GGT

Las transaminasas indican la función hepática del paciente. «Una de las causas más frecuentes que estamos viendo de subida de las transaminasas son tres. La GOT es más inespecífica; la GPT suele asociarse a un efecto inflamatorio del hígado; y la Gamma GT tiene mucha relación con la bilirrubina directa con la obstrucción de la vía biliar o con el consumo de alcohol. Cuando vemos la Gamma GT elevada, chequeamos el hemograma y además vemos los volúmenes corpusculares, ya sabemos que esa persona bebe alcohol en exceso», identifica, inicialmente, Sueiro.

Sin embargo, los expertos consultados apuntan a que se está registrando cada vez más una «epidemia silenciosa» de esteatóstis grasa no alcohólica. «Viene derivada de un aumento del consumo de grasas que provoca que no solo suban los triglicéridos y el colesterol. Cuando los triglicéridos están presentes en la sangre podemos detectarlos a través de una analítica, pero lo que no detectamos es a dónde van. Lo que pasa es que suelen depositarse en el hígado, provocando la subida de las transaminasas elevándolos hasta el triple. Cuando vemos estos valores en una analítica acompañados de un aumento de colesterol, de triglicéridos y, curiosamente, también de ácido úrico, nos hace sospechar que hay una esteatosis hepática debido al exceso de grasa en la dieta normalmente relacionado con la obesidad», explica Sueiro. Ante este problema, además de la alimentación, se hace imprescindible el ejercicio físico

Hierro

El efecto dietético sobre el hierro es relativo. Es típico que los valores bajen en mujeres con, por ejemplo, reglas abundantes. El gran problema es que, al tratarse de un metal, acaba por ser absorbido en cantidades muy pequeñas. «De todo el hierro que comemos en la dieta, incluso el que damos con la medicación, se absorbe en muy poquita cantidad. Hay gente que todavía lo absorbe peor, por lo que acaban desarrollando anemia por carencia de hierro. Pero tiene más que ver con la mala absorción que con la mala alimentación», comenta el médico general. 

Otros nutrientes

Es posible que nuestra analítica contemple también valores como el calcio, la vitamina B12 o D. En el caso del calcio, Serrano reconoce que puede ser necesaria «la suplementación de calcio o magnesio para un correcto funcionamiento de nuestros huesos» y, aunque esta suplementación puede introducirse a través de complementos preparados, Zubieta afirma que «los nutricionistas podemos aumentar el aporte de estos minerales con las recomendaciones dietéticas que pautemos». En el caso de la vitamina D, Serrano explica que «actualmente se recomienda la suplementación si no se está en los rangos adecuados, o una exposición solar controlada de unos 10-15 minutos diarios y a horas de luz de intensidad moderada-baja de los rayos ultravioleta». En cuanto a la vitamina B-12 causante de anemias perniciosa, Serrano apunta a que «requiere suplementación y un aumento de la ingesta de alimentos ricos en este nutriente» (pescado, carne, carne de aves, huevos, leche). En el caso de un paciente vegetariano, siempre será necesario un aporte a través de suplementos. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.