Ana María Lajusticia, la centenaria magnate del magnesio que escribía libros de nutrición cuando nadie lo hacía
VIDA SALUDABLE
La famosa bioquímica, que este verano cumplió cien años, lleva retirada desde el 2022; su familia regenta la conocida marca de suplementos
07 nov 2024 . Actualizado a las 13:48 h.Cuando Ana María Lajusticia Bergasa (Bilbao, 1924) empezó a popularizar los beneficios del magnesio, allá por los años 70 y 80, las críticas no tardaron en llegar. Para responderles, Lajusticia puso su firma y su cara como logo de su marca, una imagen que ha permanecido en los envases durante los últimos cuarenta años: «Ciertos médicos se pusieron en contra de mí. Uno de ellos, incluso, me llamó “indocumentada e irresponsable”. Lo escribió en la página 138 de su libro», recuerda la bioquímica, de cien años, en la docuserie que su empresa publicó a raíz de su jubilación en el 2022.
«Cuando saqué los productos, pensé: “Estoy tan segura de lo que digo y de lo que hago, no porque sea mi opinión, sino porque lo dice la química, que pongo mi firma y mi foto”», añadía en esta conversación compartida con su nieta y ahora representante de la firma, Lara Feliú. Quienes la conocen insisten en que nunca ha soltado los libros.
Antes de ser marca, Lajusticia fue de las pocas mujeres que estudiaron Química en la Universidad de la Complutense en plena década de los cuarenta: «En clase éramos como nueve o diez de unos 180 o 190 alumnos», señala. En Bilbao, dice, la conocían por «Ana Mari, la de las matrículas» por los buenos resultados que obtenía en clase. En 1947, cuando tenía 24 años, fue nombrada jefa de los Laboratorios Minersa, «fabricábamos ácido clorhídrico», apunta acerca de aquella época.
Al mudarse del País Vasco a Cataluña, también dio clases en un instituto de Ciencias Naturales y de Física —«procuré estudiar más de lo que tenía que explicar en esas clases», comenta— trabajó en un herbolario y, posteriormente, se atrevió a abrir el suyo.
«Comía muchos hidratos de carbono»
Su pasión por el mundo de la nutrición llegó a raíz de un problema personal. Le diagnosticaron diabetes tipo 2, muy relacionada con el estilo de vida: «Yo comía lo que me gustaba, mi madre era muy golosa y mi abuela, muy buena cocinera. Tomábamos muchos dulces, no me gustaba la carne, me la saltaba así que comía muchos hidratos de carbono», recuerda para explicar que esta condición no se la provocó la genética, sino una mala dieta. Así que, «para compensar», empezó a informarse acerca de la nutrición: «Al haber estudiado química, fue más fácil».
Se interesó por el magnesio, su suplemento estrella, por casualidad. «Cayó en mis manos un libro sobre ello, lo leí y vi que iba bien para tantas cosas que pensé, esto es una tomadura de pelo», señala. Sin embargo, entre esas páginas aparecía como solución a un problema contra el que llevaba luchando muchos años: los forúnculos en la cara. «Iba a los mejores médicos de Barcelona o de Bilbao y nadie me daba una solución. Yo ya comía bien, con proteína en el desayuno, comida y cena; así que empecé a tomar magnesio. En cuestión de un mes, los forúnculos desaparecieron», cuenta en su docuserie.
El deseo de saber más y más sobre este mineral empezó a crecer. A los 52 años dejó de usar un corsé que llevaba desde hacía más de dos décadas y tuvo que hacer frente a la atonía muscular que le había provocado. Según cuenta la bioquímica, la suma del magnesio con una alimentación corregida fueron su propia curación: «El descubrimiento en la propia piel de lo mucho y bueno que puede hacer una alimentación corregida y ajustada, convirtió a la vasca en el paladín de la causa del magnesio y de otros elementos que tanto bien hacen a la salud», recoge la firma de suplementos en su página web.
A medida que descubría los beneficios de este suplemento, quiso seguir formándose. Un año después de ver el efecto en su piel, acudió a un simposio en honor a Severo Ochoa, Premio Nobel de Fisiología y Medicina, «y me fijé en que mencionaba, constantemente, el magnesio en la formación de proteínas», dice Lajusticia, que añade: «Me quedé convencida de la necesidad del magnesio y cómo actuaba». Y un año después, se fue a otra convención mundial sobre el magnesio, esta vez en Montreal: «Hice mi maleta y me fui sola», cuenta.
La intención de esta bilbaína fue democratizar el acceso y el conocimiento de este mineral. En los setenta se mudó a Barcelona, donde abrió un herbolario. «Cuando la gente se sentaba enfrente de mí, yo les decía: “Explíqueme qué desayuna, qué come, qué cena y a qué horas. Y cuando me lo contaban, yo ya sabía lo que me iban a decir después. Si comía pocas proteínas, que tenía artrosis, dolores, desgaste o incluso poca memoria», recordaba Lajusticia con su nieta. En 1979 también publicó uno de sus doce libros: El Magnesio, clave para la salud, bestseller en aquel entonces y traducido a varios idiomas, entre ellos el chino.
Durante esta época, y a medida que su fama crecía, Lajusticia también dio varias conferencias a raíz de la publicación, precisamente, de su primer libro: La alimentación equilibrada en la vida moderna. Un título que, recuerda, le costó mucho que la editorial admitiese por su longitud.
Se mantuvo firme en su deseo de mantenerlo, defendía que a partir de los años 50, el estilo de vida había cambiado tanto, que la dieta debía adaptarse a esta nueva forma de vivir. «Muchas personas empezaron a trabajar sentados, y antes, el trabajo estaba ligado a hacer movimientos. Eso significa que tenemos que adaptar la cantidad de hidratos de carbono, de proteínas y de grasas a este tipo de vida que estamos haciendo ahora», detallaba en los setenta. Tal fue el éxito, que fue a libro por año.
«Yo sabía que tenía la razón»
«¿Ibas nerviosa», le pregunta su nieta, Lara, al recordar las charlas ante el público. Su abuela le da una respuesta negativa. La ciencia no le hacía temblar el pulso. «Iba tan segura, que cuando algunos médicos me llevaban la contraria, por dentro me reía de ellos y casi me daban pena. Yo sabía que tenía la razón, porque no hablaba por mí, sino por los libros de química», responde en el tercer episodio, Pasión es la palabra. Sus estanterías estaban llenas de literatura científica. De bioquímica, cuenta que compró todos los libros que había.
Dice que por aquel entonces nadie escribía sobre dietética —«hacía falta»—. Según la vasca, todo lo que había era de personas veganas o vegetarianas. «Así que mis libros se vendían. Cada seis meses, salían nuevas ediciones. De los primeros, salieron veintitantas», recuerda. En 1980, registró su marca de complementos alimenticios Ana María Lajusticia, que en la actualidad regenta su familia.
Reconoce que ya no le queda nada por volcar en los libros, aunque si tuviese que elegir un tema, sería la formación de las defensas, «nadie lo dice bien». Sin pelos en la lengua, le chirrían los mensajes que a veces escucha en la televisión: «He oído dos veces que, para hacer defensas, hace falta fruta, verdura, zinc, selenio, ajos y cebollas. O quieren engañar a la gente, o no saben nada de lo que están hablando. En realidad se tendría que explicar que las defensas son proteínas. Las proteínas se hacen con los aminoácidos que nos suministran las proteínas que comemos; llevo 48 años diciendo que hay que tomarlas en el desayuno, la comida y la cena. Y las defensas necesitan magnesio, que se encuentra sobre todo en el cacao, en los frutos secos, en lo que son las semillas, y no en los cereales», zanjaba en la conversación con su nieta.
Ana María Lajusticia también ha querido estar presente en las redes sociales de su firma para, precisamente, dar a conocer los beneficios de los suplementos que ella defiende y donde explica cada uno de ellos. El 26 de julio cumplió cien años: «He tenido que trabajar, pero me considero una persona muy afortunada. Estaba en el sitio adecuado y en el momento preciso», reconoce con humildad.