María Macaya, experta en trauma: «Muchas veces el dolor se manifiesta en conductas autodestructivas»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

María Macaya es experta en yoga formada en Neurociencia en el King's College.

El método de yoga sensible al trauma, en el que Macaya está especializada, permite abordar estas heridas emocionales profundas a través de la conexión con el cuerpo

03 dic 2024 . Actualizado a las 16:18 h.

Las heridas emocionales del trauma pueden llegar a condicionar nuestro cuerpo. Por medio de él, percibimos el mundo y reaccionamos ante lo que sucede. El cuerpo se convierte en un mapa que expresa todo lo que nos pasa. Es por eso que, incluso muchos años después de haber sufrido un accidente en coche, muchas personas tensan sus músculos mientras conducen. Estos traumas invisibles pueden llegar a condicionarnos y a limitar nuestra vida si no nos ocupamos de procesarlos.

Pero el trabajo en este sentido no es solo a nivel mental: en muchos casos, la corporalidad forma parte de la salud mental. Un enfoque que trabaja en este eje cuerpo-mente es el del yoga sensible al trauma, una disciplina que ayuda a las personas a reconducir sus traumas desde una perspectiva activa que las empodera y fortalece su resiliencia. María Macaya, instructora de yoga con más de 20 años de experiencia y especializada en Neurociencia por la Universidad King's College, imparte clases para personas que están en proceso de superar traumas. Acaba de publicar Yoga sensible al trauma. Sanando desde el interior (Plataforma editorial, 2024), un libro que funciona como manual de instrucciones para quienes buscan integrar cuerpo y mente en los procesos de sanación emocional.

—¿Cómo define el trauma?

—La forma más fácil de definir el trauma es como herida o ruptura. A menudo se confunde el evento traumático con el trauma en sí. El evento traumático es lo que ocurre a nivel externo y el trauma es lo que ocurre dentro nuestro como consecuencia de ese evento. Pero no todas las personas van a tener un trauma por el mismo motivo externo.

—¿Por qué?

—Es muy subjetivo lo que nos puede afectar a unos o a otros o incluso lo que nos puede afectar hoy y nos puede afectar mañana. La situación en la que estemos, la edad que tengamos, dónde nos encontremos. Hay muchos factores que contribuyen. Pero lo que determina que haya trauma es la alteración que se produce en nuestro comportamiento, en nuestro sentido de identidad, en quién creemos que somos. Se modifica nuestro sistema nervioso, nuestra conexión con el cuerpo y nuestra sensación de lo que es estar en el mundo. El trauma tiene efectos profundos en nuestro entendimiento de nosotros mismos y del mundo.

—¿Cómo se manifiesta el trauma en nuestra vida cotidiana?

—Muchas veces ese dolor se manifiesta en conductas autodestructivas. Por ejemplo, hay gente que no empieza a hacer cosas porque tienen miedo de no cumplir con las expectativas de los demás, porque quizás de pequeños les dijeron que no eran suficientes. Ojo, procrastinar a veces es lo que necesitamos y puede ser saludable en una sociedad que nos dice que tenemos que estar todo el día haciendo. No necesariamente es un efecto del trauma. El problema es cuando la procrastinación va en contra nuestra, no para tener un momento de descanso. Cuando lo estoy haciendo para evitar otra cosa, ahí es cuando puede estar manifestando un trauma.

—¿Cómo puede ayudar el yoga a tener una mejor relación con nuestros traumas y poder superarlos?

—Muchas veces estamos desconectados de nuestro cuerpo, porque ahí es donde guardamos todas las emociones y la memoria implícita de lo que nos ha pasado queda registrada en él. El yoga es una disciplina que desde sus orígenes fue concebida para recuperar esa conexión. La metodología del yoga sensible al trauma tiene una especificidad en cómo practicamos y consiste en una serie de pilares. Entre ellos, la seguridad, el ofrecer opciones para que la persona elija qué es lo que le va bien, la conexión con los sentidos y con el sistema nervioso, la compasión y la presencia. En el proceso de sanación, podemos usar el yoga como herramienta para poner en acción los cambios que vamos haciendo a nivel mental y llevarlos al plano corporal y del comportamiento. Luego, podemos aplicarlo en el día a día.

—¿Qué efectos tiene esta metodología?

—Cambia cómo te relacionas con las demás personas que están en la sesión contigo y contigo mismo, cambia cómo eliges, cómo estás conectado con tu cuerpo, la capacidad que tienes de estar presente, tus decisiones. La ventaja de trabajar con el cuerpo es que te permite poner la sanación en acción.

María Macaya da clases de yoga sensible al trauma.
María Macaya da clases de yoga sensible al trauma.

—¿Qué papel tiene en la salud emocional el trauma transgeneracional y cómo se puede abordar mediante estas técnicas?

—El trauma transgeneracional es el que nos pueden transmitir los adultos en nuestra infancia. Yo recuerdo que de pequeña, la persona que me cuidaba me decía: No nades, que es muy peligroso. Después tuve que superar el miedo al mar, porque yo había aprendido que era un lugar horroroso y peligrosísimo. Estos mensajes que recibimos por nuestros cuidadores, así como lo que heredamos a nivel epigenético, nos afectan. Sabiendo esto, lo que podemos hacer es trabajar sobre el efecto que tienen estos traumas en nosotros hoy. Y esto empieza por tomar consciencia de los síntomas que tenemos, que son esas manifestaciones de las que hablábamos. Puedo identificar cómo me afecta a mí esto y qué puedo hacer sobre ello para liberarme del efecto que tiene sobre mí.

—En el libro habla de la importancia de la autocompasión para sanar heridas emocionales. ¿Cómo podemos desarrollarla?

—Vivimos en una sociedad donde hay que autofustigarnos, culparnos y sentir que no somos suficientes y todo esto está muy incrustado en la forma en la que funcionamos. La autocompasión es darle una vuelta a esto. Y tenemos dos vías para ello. Una es la corporal, simplemente a través de los gestos, de cómo nos tocamos la cara, de cómo nos acariciamos. Podemos utilizar gestos como el autoabrazo o el coger nuestra propia mano con la otra. Esto le envía mensajes al cerebro que ayudan a contrarrestar la culpa que recibe a través del diálogo interno. Y la otra vía es cambiar ese propio diálogo interno, diciéndonos frases que lo contradigan: soy merecedora, soy querida. Esto cuesta mucho cuando tenemos traumas. Por eso, a algunas personas les sugerimos empezar cultivando la compasión.

—¿Cómo funciona ese camino a través de la compasión?

—Si no crees que eres merecedor de amor y de cuidado, vamos a empezar por que se lo desees a otra persona. Desea a otra persona que sea querida. Y entonces, la mente compasiva se empieza a reforzar. Desde allí podemos empezar a desear lo mismo para nosotros.

—Es interesante esta forma de llegar a nosotros mismos a través de los demás...

—Sí, pero ¿cuántas veces le deseamos algo bueno a un amigo y a lo mejor para nosotros mismos no se nos ocurre desearlo? Seguramente habrás escuchado el consejo de tratarte a ti misma como tratarías a una amiga. Esto es lo mismo. A un amigo, cuando se fustiga, le dices: No, hombre, si eres estupendo. Tenemos una facilidad enorme para ver eso en la otra persona e intentar convencerle de que realmente es merecedor. Pero no siempre tenemos la misma capacidad de hacerlo con nosotros mismos.

—¿El estrés es siempre perjudicial para el sistema nervioso?

—El sistema nervioso puede estar desregulado cuando lo que nos ocurre es abrumador. A un tenista le va muy bien tener un poco de estrés porque le va a motivar a competir más, a estar más presente, a estar más enfocado para correr a por la pelota. Pero en el momento en el que ese estrés se pasa de lo que llamamos la ventana de tolerancia, ese tenista ya no va a ver la pelota, ni se va a poder enfocar, ni va a poder correr de forma fluida, ni va a poder estar presente en el partido, porque va a ser un estrés que es más fuerte que él. Entonces, pasa de ser algo muy positivo que le ayuda a ser mejor como tenista, a ser algo que le impide hacer lo que tiene que hacer.

—¿Cómo podemos regularlo?

—Lo más importante es saber identificar cómo estás, saber identificar cuándo estás a punto de salir de tu ventana de tolerancia o cuando ya has salido, y tener una práctica que te ayude a volver a un lugar desde donde sí que lo puedes manejar. El yoga puede ayudar en este sentido.

—¿Qué técnicas ayudan a traer nuestra mente al momento presente?

—El mindfulness, que es presencia plena, es algo que podemos practicar en todo lo que hacemos. Podemos practicarlo cuando comemos, cuando nos duchamos, cuando caminamos y también en el movimiento consciente. Si tienes dificultad para estar presente en una meditación formal, cuando eso está acompañado por el movimiento, es más fácil. Y es un músculo que se refuerza, si yo le voy enseñando a mi cerebro a estar en el presente, lo activo tanto cuando lo hago en una práctica, como cuando estoy comiendo, duchándome o haciendo una práctica de yoga consciente.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.