Los «fofisanos» no estaban del todo equivocados: ¿por qué debes tener cierto porcentaje graso en el cuerpo?
VIDA SALUDABLE
Los expertos marcan la diferencia entre el tejido adiposo subcutáneo y el visceral, pues este último es el más preocupante
10 dic 2024 . Actualizado a las 14:34 h.Allá por el 2015, internet y las redes sociales pusieron, una vez más, el foco en el físico de las personas. Unas fotos en bañador del actor Leonardo Dicaprio popularizaron el término de fofisano. Tal fue el calado de esta nueva (por aquel entonces) tendencia que la Fundéu tuvo que salir a aclarar cuál era el significado de esta palabra: «Se refiere al tipo de hombre que, pese a cuidarse y a hacer algo de deporte, cede con alguna frecuencia a tentaciones (pizza, cerveza…) y luce una cierta tripita. Así se define, aproximadamente, el concepto en un blog de una joven norteamericana que puso de moda el término inglés hace apenas unas semanas», recogía la entidad.
Mientras tanto, los usuarios de las distintas plataformas trataban de resumir, con sus propias palabras, esta nueva aspiración en el espejo: «El fofisano, el equilibrio entre una barriga cervecera y ejercitarse», decía uno de ellos en clave de humor.
Pese al furor del momento, la moda pasó página y el concepto se quedó en el pasado para el alivio de los profesionales médicos: «Un exceso de grasa siempre produce complicaciones. Tal vez, la persona tiene unos análisis perfectos y sin alteraciones metabólicas, pero puede presentar más dolores articulares o una mayor dificultad para respirar», explica la doctora Irene Bretón, coordinadora del área de obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), que añade: «Es más, cuidado con pensar que, porque los análisis de sangre den bien, la obesidad no es un problema. Es cuestión de tiempo que aparezcan alteraciones derivados de ello», precisa.
La experta de la entidad no habla de que todas las personas, por activa o pasiva, deban tener un abdomen marcado y esculpido a "cuadraditos". De hecho, rechaza centrar el debate en el peso: «No es lo importante. Lo fundamental es el tipo de vida que uno haga; que pueda caminar y no se canse, que se alimente de una manera correcta y razonable, o que se encuentre fuerte. Pero toda la vida habrá individuos con más y menos peso», destaca, restando importancia al número de la báscula.
Para hablar, con propiedad, sobre cuánto se considera un exceso de grasa, las consultas médicas siguen recurriendo al índice de masa corporal, aunque se añadan, cada vez más, otras valoraciones. Se considera sobrepeso cuando el IMC es igual o superior a 25; y de obesidad, cuando es igual o superior a 30. Ahora bien, esta medida hace referencia a la talla, pero no a la salud en su amplio espectro. ¿La razón? No presta atención a la distribución y a la calidad del tejido adiposo, dos claves recientes en la medicina.
La grasa, la cuenta corriente de tu cuerpo
Lejos de lo que algunos puedan pensar, la grasa es necesaria para un correcto funcionamiento del organismo. Lo que habitualmente se conoce como chicha, el pellizco que puede cogerse, tiene una razón de ser, al igual que sucede con músculos como el bíceps o con huesos como el fémur. «Su función es, fundamentalmente, la de almacenar energía; también tiene una función metabólica, participa en la gestión de la glucosa, produce una serie de hormonas y de sustancias, como las adipoquinas, que contribuyen a regular el metabolismo», resume la especialista en endocrinología. A su vez, el tejido adiposo informa al cerebro de la cantidad de energía disponible y participa en la conservación de la temperatura corporal.
Por todas estas razones, la doctora compara la reserva de grasa con la cuenta corriente del banco: «Nos permite sobrevivir si tenemos una situación grave, demandante o pasamos un período de ayunas», indica. Un ejemplo de su importancia se puede observar en el cuerpo de la mujer. Si reduce demasiado su porcentaje graso puede llegar a perder la menstruación: «El inicio de la regla en las niñas, y a lo largo de la vida en mujeres adultas, la función reproductora recibe señales del tejido adiposo. Si no existe una reserva energética para soportar el embarazo, este no sería adecuado, así que se frena la función», detalla la doctora. Otro ejemplo es cómo la distribución del tejido adiposo varía en función de la etapa: en la mujer fértil se tiende a acumular en la zona de glúteos y piernas, y con la menopausia, pasa al abdomen, «lo que aumenta el riesgo sobre la salud», añade.
De la blanca a la parda, los colores de la grasa
No todas las grasas presentes en el cuerpo son iguales. Existen dos tipos de clasificaciones, según su función y localización. En el primer sentido, la experta de la SEEN destaca la grasa blanca, que es la mayoritaria y se considera el principal reservorio de energía; y la parda o marrón. Esta última es la responsable de la termogénesis y, en respuesta a estímulos externos, como el frío, disipa energía: «Es más rica en mitocondrias —una especie de central energética de la célula—. Las personas con menos grasa parda acumulan más energía», explica. Hasta hace algo más de una década, se pensaba que este tipo de tejido tenía poca importancia en el humano, salvo en el recién nacido. «Hoy en día se sabe que no es así y se están investigando sus funciones», detalla. Por ejemplo, esta clasificación puede activarse para generar calor y emplear, en este proceso, ácidos grasos y glucosa.
En la actualidad también se habla de un tercer tipo de grasa a medio camino en la gama cromática, la beige, que se oscurece a partir de la blanca. Su valor reside en que funciona como la parda —realizando termogénesis— en el tejido adiposo mayoritario.
Por otra parte, si miramos a la localización, la grasa puede ser subcutánea o visceral. «El primer tipo, y como su nombre indica, está ubicada debajo de la piel», resume. Esta no es especialmente preocupante desde el punto de vista de la salud. El problema llega cuando se excede su límite de acúmulo «y pasa a localizarse donde no debe, como sucede en los órganos. Es una grasa que funciona mal, que está más inflamada y daña el tejido en el que se introduce», comenta. Así, por ejemplo, si se infiltra en el hígado, puede producir daño hepático hasta el punto de evolucionar y causar enfermedades graves.
Cómo no podría ser de otra forma, que esta alcance antes o después las vísceras depende de varios factores. «Hay variables genéticas, personas de las que decimos que son más expansibles, porque su tejido adiposo se puede expandir, tienen mucho peso pero acumula la grasa debajo de la piel. En cambio, otras, con muy poca cantidad, ya tienen infiltraciones», señala la doctora, que a su vez, apunta al tipo de dieta, a factores relacionados con una mal estado de la microbiota, a una inadecuada gestión del estrés o al consumo de alcohol como variables que lo favorecen.
La buena noticia es que la grasa, como reserva energética, puede requerirse como energía. «A medida que se produce la pérdida de grasa, primero el tamaño de sus células, y luego la cantidad, van disminuyendo», precisa Bretón. Tejido adiposo aparte, la doctora Bretón recuerda que lo importante es mantener una buena composición corporal, que no solo se centre en la masa grasa, sino también en la muscular. Tener esta última en buen estado no solo aumenta la quema de calorías, de energía, del organismo, sino que también es un buen indicador de salud metabólica y supervivencia.