Consejos para guardar las sobras de comida: «El arroz cocinado aguanta, como mucho, dos días»
VIDA SALUDABLE
Mario Sánchez, tecnólogo de los alimentos, recuerda que preparaciones con mucha cantidad de agua, como los caldos o los guisos, no deben guardarse más allá de dos días
29 dic 2024 . Actualizado a las 18:34 h.Comida y fiestas navideñas van de la mano. Según la Asociación Española de Consumidores, el gasto previsto por usuario en alimentación es, este año, de 286,98 euros. Y en un claro intento de que nadie se quede sin bocado, los españoles tienden a comprar en exceso.
En concreto, tal y como señala una encuesta elaborada por la plataforma Too Good to Go —que se encarga de evitar el desperdicio alimentario—, a tres de cada diez les sobra, al menos, un 10 % de los productos que adquieren. Una cantidad que también afecta al bolsillo, pues se calcula que unos 28 euros de la cesta de la compra se tiran a la basura.
Del total de lo que se introduce en el carrito y después no se consume, los dulces navideños son el tipo de producto que más se tira —un 40 % reconoce haberlo hecho—, seguido de la carne, el pan o el pescado y la salsas.
Las razones que explican los excedentes no sorprenden a nadie: unos compran más de lo necesario, y otros cocinan por encima de sus posibilidades. Y precisamente, para evitar el desperdicio, aprovechar las sobras de comida puede ser una buena opción siempre y cuando se haga de manera correcta. Almacenar los alimentos de forma inadecuada puede traer consigo algún disgusto, como una intoxicación alimentaria.
Siempre en frío
El error en el que, quien más y quien menos, todos caen es guardar la comida durante demasiado tiempo. Intentar que el pavo del 24 de diciembre aguante hasta el 28. «Confiamos demasiado en la duración de los alimentos», advierte Mario Sánchez, divulgador y tecnólogo de los alimentos, que añade: «Solemos confundir la fecha de caducidad con la de consumo preferente, cuando en realidad, hay alimentos perecederos, como el pollo, el huevo o los lácteos, que no deberíamos ingerir después del límite que marca la etiqueta».
Por si quedaban dudas, la fecha de consumo preferente indica el momento hasta el cual el alimento conserva la calidad prevista, es decir, que a partir de este momento, pueden empezar a perder sabor y textura, aunque siga siendo seguro. Por su parte, la fecha de caducidad establece el momento hasta el cual el alimento puede consumirse de forma segura. En ambos casos, la conservación debe ser impoluta, de lo contrario, el riesgo de intoxicación aumenta.
Conviene prestar atención a estos dos términos. Cuando un alimento se estropea, lo más habitual es que no se perciba a simple vista, especialmente, si ha pasado poco tiempo: «No siempre se ve. De hecho, las bacterias patógenas, que nos provocan enfermedad, no producen cambios apreciables en los alimentos ni de olor, sabor o color», precisa el experto, quien recomienda, por lo tanto, no fiarse de los instintos.
El abecé de toda buena conservación es almacenar la comida en frío. Ni la carne asada, ni el pollo ni mucho menos la tortilla deben quedarse a temperatura ambiente, en el horno o en el microondas, esperando a ser consumida. «Un plato preparado no debe estar más de dos horas a temperatura ambiente, y eso es como mucho. cuanto menos tiempo, mejor», precisa Sánchez.
Para el especialista, guardar las sobras en el horno o el microondas «es un auténtico crimen y pone en riesgo la salud». El frío —el frigorífico no supera los 5 º.C — permite que las bacterias y gérmenes no proliferen. Aunque cada microorganismo tiene una temperatura óptima de desarrollo, existe un abanico que se debe evitar a toda costa. Entre 5 y 60 grados se considera zona de riesgo, por debajo, el crecimiento se ralentiza, y por encima de 60.ºC, los patógenos se destruyen.
Atención a las que recetas con mayor cantidad de agua
En Navidad, existen recetas a las que se debe prestar especial atención. Es el caso de los guisos o caldos de carne y pescado, ya que tienen una alta cantidad de agua y facilita el crecimiento de estos patógenos, o las preparaciones con huevo, que no deberíamos guardar más de 48 horas. Así, las sobras de carne cocinada, como la ternera, el cerdo o el cordero, aguantan entre tres y cuatro días. Por su parte, el pollo tiene una menor duración: dos como máximo.
El pescado y el marisco, una vez preparados, pueden esperar hasta cuatro jornadas; mientras que una tortilla o una mayonesa casera, solo 24 horas. Precisamente, esto hace que el tecnólogo recomiende optar por comprar las salsas en el supermercado, y evitar hacerlas en casa con huevo crudo.
Además, recuerda que este alimento tiene una duración aproximada de 28 días tras la puesta, «pero como no sabemos cuánto tiempo exacto ha pasado desde que sale de la gallina hasta que lo compramos, debemos hacer caso a la fecha que marca el etiquetado», apunta.
Las verduras y los tubérculos, como la patata o el boniato, cocinados, tienen un límite de entre tres y cuatro días. Por el contrario, otros acompañantes como el arroz, o menos habitual en esta época, la pasta, solo aguantan uno, por mucho que en pisos de estudiantes se diga lo contrario: «El problema de estos productos es la bacteria Bacillus cereus, que genera esporas resistentes a temperaturas de cocinado por encima de cien grados. Así que en casa no es fácil matarla», señala Mario Sánchez. Por ello, aconseja ser lo más conservadores posible en su ingesta.
El tipo de recipiente depende del gusto del consumidor. Ahora bien, si luego se va a calentar la comida en él, «es mejor que sea de vidrio para evitar la migración de componentes», responde el divulgador.
¿Cuáles son los síntomas de una intoxicación alimentaria?
La intoxicación alimentaria se define como una enfermedad que se produce a raíz de la ingesta de alimentos con presencia de gérmenes patógenos o sus toxinas. La enfermedad puede originarse por la ingesta de bacterias o virus en el alimento, lo cual sería una infección; por el consumo de toxinas producidas por estos microorganismos previamente formadas en el alimento, lo cual sería una intoxicación; o por formas parasitarias que se produjeron en el ciclo evolutivo, lo cual sería una infestación. Con nombres concretos, ejemplos de una infección sería la salmonelosis y la hepatitis A; de una intoxicación por sus toxinas, el botulismo o la gastroenteritis; y de parasitosis, el anisakis.
Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), los síntomas más habituales son náuseas, vómitos, diarrea, dolor y calambres abdominales y, en algunos casos, puede llegar a aparecer la fiebre. Con todo, en la mayoría de personas, la intoxicación alimentaria es leve y remite sin tratamiento, aunque algunas precisan ir al hospital. Esto último sería necesario cuando haya signos de alarma como episodios frecuentes de vómitos, incapacidad para tolerar los líquidos, vómitos o heces con sangre, diarrea durante más de tres días, dolor extremo, fiebre o signos de deshidratación, como es la sed excesiva, la sequedad de boca, la ausencia o escasez de orina o una debilidad muy grave.