¿Por qué una comisión de científicos dice que el índice de masa corporal no es útil para diagnosticar obesidad?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

M.MORALEJO

Expertos de diferentes países, que publican sus conclusiones en «The Lancet», proponen diferenciar entre obesidad clínica y obesidad preclínica, aunque está lejos de producir un consenso entre todas las sociedades médicas

15 ene 2025 . Actualizado a las 13:10 h.

La visión de la obesidad está cambiando y los especialistas están revisando cómo debe entenderse. Prueba de ello es el reciente trabajo de una comisión global, publicado en la revista científica The Lancet Diabetes & Endocrinology, que está respaldado por más de 75 organizaciones médicas de todo el mundo. El documento profundiza en la definición de esta enfermedad, en los síntomas objetivos de mala salud a nivel individual y propone un nuevo enfoque para diagnosticarla más allá del índice de masa corporal. 

Así, el trabajo define la obesidad como una afección caracterizada por un exceso de adiposidad, con o sin distribución o función anormal de la grasa, y cuyas causas todavía son multifactoriales e incompletas. Para la comisión, el problema ha sido su definición, todavía imperante en muchos contextos, como «una condición que supone un riesgo para la salud». Esto hacía que se viese a la obesidad como un presagio de otras enfermedades. «Sin embargo, los datos demuestran que el exceso de adiposidad también puede ejercer efectos directos y negativos en el funcionamiento de órganos y al individuo en sí, produciendo las manifestaciones clínicas típicas de una enfermedad», recogen en el documento, en el que también se divide la enfermedad en tres tipos según el origen del adiposidad. 

Por un lado, destacan la obesidad genética, referida a trastornos caracterizados por la hiperfagia (aumento de la sensación de apetito e ingesta descontrolada) u otros que se relacionan con una alteración del comportamiento alimentario, así como con la aparición precoz de un exceso de grasa en la edad infantil o adolescente. Un segundo tipo de obesidad lo asocian a patologías, como el hipotiroidismo, o consumo de medicamentos. Y, finalmente, apuntan a la obesidad primaria, como la forma más frecuente y de causa multifactorial. Los expertos señalan que una vez la obesidad hace acto de presencia puede tener efectos negativos en la salud al aumentar la probabilidad de desarrollar varias enfermedades, como la diabetes tipo 2 o el cáncer. Estas enfermedades tienen un origen en sí, que se superpone a los mecanismos subyacentes que produce la obesidad como es la resistencia a la insulina, la inflamación crónica de bajo grado, o la deposición ectópica de grasa. 

Precisamente, en cuanto a efectos en el organismo y diagnóstico, la comisión establece un línea divisoria entre la obesidad clínica y la obesidad preclínica. Con esto en mente, definen la primera como una enfermedad crónica que es resultado de la alteración de los órganos, o del resto de tejidos del organismo, que han sido provocadas por el exceso de grasa, haya o no otras enfermedades (como la diabetes). Para ello, el paciente debe presentar una combinación de síntomas específicos de disfunción orgánica y una reducción de la capacidad para llevar a cabo las actividades de la vida cotidiana. 

Por su parte, la obesidad preclínica es un fenotipo físico, que si bien se caracteriza por un exceso de adiposidad, no se registran signos o síntomas de una disfunción orgánica debida a la obesidad. En este sentido, este grupo de pacientes presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la obesidad (aunque varía según la edad, la predisposición familiar, la etnia o la distribución de grasa) o de favorecer la obesidad en sí misma. 

El doctor Diego Bellido, presidente electo de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo) y jefe de Endocrinología y Nutrición del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol, considera que esta distinción no es del todo acertada, pues considera que el concepto de obesidad debe ser más robusto desde sus inicios. «Hay personas que estando en sobrepeso pueden tener un porcentaje de grasa corporal mayor que un paciente con un IMC de 32 (obesidad). Por eso, definir no es sencillo», indica.

Una opinión que comparte con Andreea Ciudin, endocrinóloga y coordinadora de la Unidad de Obesidad del Hospital Vall d'Hebron. La experta reconoce, en declaraciones a Science Media Centre, que introducir el concepto de preobesidad pueden llegar a ser un peligro: «Si asumimos esta diferenciación "preobesidad" y "obesidad clínica" significa que asumimos que la obesidad se tiene que tratar cuando ya tiene una complicación clínica y que en la fase preclínica es prevenible o reversible en todos los casos», destaca. En muchos casos, esta visión podría retrasar el diagnóstico y una intervención eficiente que previniesen la aparición de complicaciones. En otras palabras, la inflamación de bajo grado y la disfunción del tejido adiposo «ya están presentes cuando hay un exceso de grasa corporal y eso significa obesidad, no una fase previa». Por ello, la especialista del centro catalán considera que este concepto no aporta beneficio a la hora de volver a los médicos y a la sociedad proactiva para concienciar sobre esta enfermedad. 

El índice de masa corporal, lejos de la consulta médica

Otro de los puntos clave de esta comisión es que priorizan el uso de otras medidas de la obesidad por delante del índice de masa corporal (IMC). El IMC se cuantifica como el peso en kilogramos dividido por la estructura en metros al cuadrado. En la actualidad, es la medida más empleada en las consultas médicas, aunque desde la Sociedad Española de la Obesidad se proponga tener en cuenta otros parámetros. 

Así, el IMC permite clasificar la obesidad en grado I o leve, grado II o moderada, grado III o grave y, finalmente, grado IV o grave. La Comisión de The Lancet propone que se limite su uso a nivel poblacional, para estudios epidemiológicos o con fines de cribado, pero no como una medida individual de salud. «El IMC no distingue entre masa grasa y masa magra, ni tiene en cuenta las diferencias en la distribución de la grasa corporal. Como resultado, algunos individuos con un IMC en el denominado normal o con sobrepeso podrían presentar un exceso de grasa corporal y tener un mayor riesgo de morbilidad relacionada con la obesidad», precisan.

Lo contrario puede suceder con personas que, según el IMC, se clasificarían en el marco de la obesidad, pero que no presentan un exceso de grasa y , por lo tanto, no tienen un riesgo elevado de mortalidad. Ejemplos de esto último son los jugadores de fútbol americano, que presentan un alto nivel de masa muscular. Por ello, «la actual definición de obesidad basada en el IMC puede subestimar o sobreestimar tanto la adiposidad como la enfermedad», indica la comisión. 

Por ello, el documento sostiene que se debe ir más allá en la evaluación clínica. Se proponen diferentes formas. Por un lado, una medición directa de exceso de adiposidad, acompañado del estudio de complicaciones asociadas, para lo cual sugiere el uso de bioimpedancia o de DXA. Y, por otro, además del IMC, valorar criterios antropométricos, como la circunferencia de la cintura, o el índice entre cintura y estatura. 

El doctor Diego Bellido señala que, en las actuales consultas médicas, el IMC sigue siendo un buen punto de partida, por eso prefiere no menospreciarlo: «Es una forma de ponderar el peso con la altura a nivel global y tiene una correlación buena a nivel general, tanto con la grasa corporal como con la masa muscular», indica. Con todo, reconoce que no es válido para todos las personas, por eso, lo ideal es tener una visión que analice el estado de salud a todos los niveles. «Cuando haces un estudio del paciente, no solo debes conocer la situación de peso, talla, cintura o estimación de la grasa, sino mucho más. Los medicamentos que toma, el perfil psicológico, la fuerza muscular y la presencia de comorbilidades, como la apnea», indica. Esto permitirá ir más allá, también, a la hora de valorar el progreso. «Si solo valoras el IMC como objetivo, puede que una persona pierda peso muy rápido. Ahora bien, si está perdiendo masa muscular en lugar de masa grasa no es positivo», destaca. Por el contrario, si alguien no ha perdido muchísimo peso, «pero ha conseguido normalizar las cifras de tensión y no ronca, podemos desclasificarlo de un grado de obesidad», añade. 

De hecho, la doctora Ciudin, en declaraciones a SMC recuerda que la idea de ir más allá del IMC no es algo nuevo. La Guía Giro, de la Seedo, ya lo pone de manifiesto. Por eso, para la experta, «este artículo confirma la dirección que se ha tomado hace ya tiempo por parte de las sociedades científicas de cambiar la narrativa de la obesidad, erróneamente definida durante mucho tiempo por kilogramos y el IMC», indica, para después continuar: «Lo ideal sería poder realizar un estudio de composición corporal a todos los pacientes para un correcto diagnóstico de la obesidad». 

Es más, la experta no ven con buenos ojos el uso de DXA como medida de la composición corporal: «Es una técnica que irradia, con rayos X, por lo que no es fiable en obesidad (si el peso es mayor de 140-160 kg la máquina no puede medir correctamente). Además, no mide, sino que estima», puntualiza. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.