El genial pensador dice que en esta ciudad «vale la pena tener hijos» y da pautas para que esta frase sea una realidad
04 mar 2024 . Actualizado a las 17:37 h.Con Francesco Tonucci y Pontevedra empieza a pasar algo así como lo del huevo y la gallina. Hablando con él, uno ya no sabe qué fue primero, si su ideario o el modelo de ciudad pontevedrés. En teoría, fueron los gobernantes de Pontevedra quienes se inspiraron en lo que dice este pensador y psicopedagogo italiano para apostar por una ciudad que cada vez vive más la calle. Pero él, una de estas personas que vale tanto por lo que dice como por lo que escucha, parece que también se nutre de conocimientos y sentimientos cada vez que, como estos días, visita la capital del Lérez. «Esta ciudad es una suerte», empieza diciendo. Luego, hablamos de sus defendidos: los niños. Antes de pedirle que explique qué le ofrece el modelo de ciudad a los pequeños, pronuncia otra de esas frases que dan para pensar: «Tener hijos aquí vale la pena, aprovechémoslo».
CALLE, CALLE Y CALLE
¿Parques, para qué?. Tonucci no es, desde luego, un admirador de los parques infantiles. Todo al contrario, cree que poner a un niño en un columpio es casi insultar su inteligencia. «Es como decirle que no sabe jugar, y que ya lo sentamos nosotros ahí para que se divierta», dice. ¿Por qué apuesta? Claramente, por jugar en la calle. Desde la Casa da Luz, mira hacia la plaza de la Verdura y señala: «Tenemos calles seguras, sin coches, plazas... Que jueguen. Olvidémonos de actividades extraescolares, de cursos y más cursos, no les molestemos con deberes... Y que jueguen aquí... Mira estas plazas, se están ofreciendo a los niños». ¿Cómo se gestiona el miedo de los padres? Tonucci no anda con medias tintas: «¿Miedo? Es al revés. Tenemos que garantizar a nuestros hijos que les pase algo, que les pasen cosas... Los niños necesitan tener cosas que contar. Y si van a la escuela y por la tarde hacen cursos no tienen cosas que contar... Tienen que pasarles cosas. Tienen que poder jugar, y jugar sin que haya un adulto delante». Luego, cuenta también que no todo tiene que ser de la noche a la mañana y que, antes de ser autosuficientes a pie de calle, se les puede ir dando autonomía en casa. Un ejemplo. «Se puede dejarles abrir la puerta de casa y que jueguen en el pasillo. Seguro que en alguno de los pisos de al lado hay algún niño con el que jugar. Luego pueden subir y bajar las escaleras y juntarse con los críos de otras plantas... Y luego ir a la calle. Pontevedra ahora nos lo pone fácil».
LOS CAMINOS ESCOLARES
«¡Los monitores ya no tienen sentido!». Tonucci cree que, en una ciudad como Pontevedra, con la experiencia que tienen los caminos escolares, un niño de seis años puede ir perfectamente solo hasta el colegio. ¿Es necesario que en los caminos escolares siga habiendo monitores -el Concello abrió la puerta a eliminarlos-? Él cree que no. «Después de estos años de experiencia... ¡Los monitores ya no tienen sentido! Si seguimos vigilando a los niños el proyecto se estanca, deja de crecer. Dejémosles ir solos al colegio. Y va más allá de los caminos. Habla incluso de las guarderías. Y cuenta: «Yo recomiendo que a un niño pequeño, de dos años, se le deje solo los últimos metros antes de entrar en el aula de la guardería. Tuve una experiencia en Italia en ese sentido. En una escuela, una monitora me contaba algo maravilloso. Cuando a un niño lo mete su madre dentro de la escuela, pasa de los brazos de la mamá o del papá al de la cuidadora y es frecuente que llore. En cambio, si entra solo, por su pie... No le recibe la monitora, le reciben los niños, que son los que están a su altura. Y lo más normal es que no llore», indica.
La metáfora de barcelos
Que las escuela tome la ciudad. Tonucci hablaba ayer justo después de acercarse a la plaza de Barcelos y comprobar cómo los escolares están a punto de tomar el espacio público y hacerlo suyo con los juegos en los recreos o en las horas de gimnasia. Dice que es «una metáfora de lo que debería ser toda la ciudad». Tonucci apuesta claramente por el hecho de que las clases se saquen a la calle. Mira hacia la plaza de la Verdura, a media mañana, con un tiempo otoñal que invita al terraceo, y dice: «Qué cosa más bonita habría que en esta misma plaza estuviese ahora mismo un maestro explicando una lección a sus alumnos, disfrutando al aire libre. O todos leyendo libros». Luego, va más allá, y hace una reflexión sobre la escuela en general, sobre el sistema educativo que obliga a los alumnos a pasarse horas y horas encerrados y sentados: «¿Para cuántas actividades es imprescindible estar en un aula y sentado? Para muy pocas», sentencia Tonucci.
La meteorología
¿Y si llueve? ¡Mejor! Uno escucha a Tonucci hablando de las posibilidades de Pontevedra, de que los niños vivan la calle, y se imagina el invierno gallego. La lluvia un día sí y otro también... Pero el pensador no tiene dudas. «¿La lluvia? La lluvia es una maravillosa oportunidad», dice. Luego, explica: «En Finlandia, solamente está prohibido sacar a los niños fuera del colegio cuando la temperatura baja de los -30 grados, sí, sí, -30 grados... Hasta esa temperatura bajísima, con nieve, con lluvia, con lo que sea es obligatorio sacarlos fuera». Luego, invita a disfrutar de placeres tan básicos como mojarse bajo la lluvia -«que no es ningún drama», dice-. E indica que hay cosas que para los niños son auténticos placeres: «¿Sabes qué es para un niño un día de lluvia ponerse las botas de goma, pisar los charcos, y llevar paraguas? Eso sí que es una experiencia... Y Pontevedra se nos ofrece para ello».