El marinense forma parte del equipo que descubrió recientemente las pinturas rupestres de Casaio
15 feb 2019 . Actualizado a las 07:00 h.Francisco Alonso (Marín, 1990) protagonizó un inesperado descubrimiento arqueológico de primera magnitud en Galicia, al participar en el hallazgo de pinturas prehistóricas en un recóndito punto de Casaio, en la comarca ourensana de Valdeorras. Este joven, graduado en Historia por la USC, tiene un máster en Arqueología y es doctorando sobre cerámica medieval en Galicia. En su trayectoria profesional es uno de los dos socios de Estela Arqueoloxía e Patrimonio SL, donde forma equipo con el biólogo Miguel Ángel Fernández Martínez.
Arqueólogo de vocación, hace gala de su entusiasmo por el mundo antiguo y su aplicación para el presente. «Siempre consideré que estudiar de dónde venimos y conocer nuestro pasado es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de otros animales», afirma. Ese interés comenzó de niño. «De muy pequeño ya hacía yo andanzas por el castro de A Subidá [en Marín] subiendo en bicicleta y recorriéndome todos los petroglifos de Mogor y de Pepito Meijón [cantero local del siglo XX]».
Alonso se imaginaba, en sus primeros años, que el castro de A Subidá era «como entrar en un mundo aparte en el que absolutamente todo tenía que ser arqueológico y tenía que ser algo maravilloso del pasado». Recuerda como «a cualquier piedra que podías encontrar por allí le dabas una importancia absoluta aunque a la hora de la verdad no fuese nada». Eso sí, era respetuoso con el yacimiento. Nunca se le dio por remover la tierra a la búsqueda de restos antiguos. Asimismo, su asombro ante los grabados de Pepito Meijón surge del «por qué se le dio por recorrer todos los montes de Marín haciendo lo que hacía».
Aunque la Arqueología era su pasión, Francisco Alonso entró en la Universidad con un objetivo totalmente distinto. Empezó a cursar Economía, disciplina en la que cursó su primer año. Al final, ganaron sus sueños de juventud frente a los datos de las tablas de contabilidad. «Vi que a lo que me tenía que dedicar era a lo que verdaderamente era mi pasión y ya me pasé a Historia», precisa. En su decisión se sintió respaldado por su familia. «Me apoyaron, aunque había algo de escepticismo porque es una profesión muy complicada en la que no todo el mundo tristemente tiene trabajo, pero yo por suerte tengo mi propia empresa y voy aguantando».
Su primera excavación fue en Valdavara, en el concello lucense de Becerreá, en el marco de un proyecto de la Universidad. «Yo llegué allí de una manera muy romántica, pensando que la arqueología era coger cepillo y paletín y trabajo fino», relata. Sin embargo, la realidad fue diferente. «Lo que hicimos fue excavar en una cantera con maquinaria pesada, intentando acceder a una cueva desde arriba, es decir, que si la cueva no estaba colmatada, nosotros podríamos caer dentro de ella».
No hubo cepillo en esos días, sino maquinaria pesada. «Fue mi primer cambio de impresión en el campo de la arqueología. Ahora sé que este trabajo supone cosas muy variadas, mucha obra y muchas máquinas, aunque también hay pincel y paletín».
Desde entonces, ha tomado parte en excavaciones en Monforte, en Vilanova de Arousa, en los cascos históricos de Pontevedra y Santiago y en el corredor do Morrazo y ha hecho «mucha arqueología de gestión», control de obras cotidianas para que no dañen el patrimonio. De todos los hallazgos de su vida profesional, confiesa que el que más le ha emocionado es el reciente de las pinturas prehistóricas de Casaio. No se trató del descubrimiento de Tutankamón por Howard Carter, pero sí tuvo su complejidad. «Es algo único, porque solo hay tres puntos con pintura esquemática en Galicia, pero también es un lugar bastante remoto, al que nos iba guiando gente de la parroquia. Estaba todo vestido de un áurea bastante romántica».
Sorpresa en las rocas
Este joven marinense, fue consciente desde el principio de que el descubrimiento de las excepcionales pinturas era un golpe de suerte y un hito en su carrera. Esa impresión la avaló la importante repercusión mediática y ya no solo en círculos académicos
«No teníamos ni idea de que íbamos a encontrar pinturas. Sabíamos que había un chozo, un refugio de la guerrilla antifranquista, y nos llevaron a él, porque nuestra intención era documentarlo», añade. «Llegamos al abrigo después de una buena caminata, y cuando lo vi me di cuenta de que tenía las condiciones perfectas para tener pintura de este tipo, así que me puse a revisar las paredes». No daba crédito, delante de él estaba un ídolo oculado, que es la primera vez que se encuentra esta representación simbólica en el arte rupestre gallego.
Egipto, Mesopotamia y Mesoamérica son los grandes centros de la arqueología mundial, sin embargo, Alonso prefiere el terruño gallego. «Galicia es lo mío, creo que no tiene nada que envidiarles, porque aunque no tengamos una estructura tan grande como una pirámide, tenemos una historia muy rica».