El bum del alquiler por habitaciones llega a Santiago: «Tengo 50 años y comparto piso con un piloto y un matrimonio»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Sandra Alonso

Con menos de 150 viviendas disponibles en alquiler en Compostela, a unos precios no aptos para todos, cada vez más trabajadores optan por compartir piso. Este fenómeno, hasta ahora visible en grandes ciudades, cobra relevancia en Galicia

07 jun 2024 . Actualizado a las 23:03 h.

Alquilar un piso en Santiago se ha convertido para muchos casi en una misión imposible ante la escasez de inmuebles disponibles —en el portal Idealista, menos de 150— y unos precios que tan solo en pocos casos descienden de los 650 euros. Ante ello, y más allá de los estudiantes, sin casi oferta, muchos trabajadores que necesitan o ansían residir en Compostela no dudan en sumarse a un fenómeno que ya cobró relevancia en los últimos años en grandes ciudades y que, como constatan las inmobiliarias, también despunta en Galicia y, en concreto, en Santiago.

«Desde hace tiempo notamos que hay inversores que compran pisos para destinarlos a alquiler por habitaciones. Para los propietarios conlleva una mayor rentabilidad y un menor riesgo de impago y de okupaciones. A diferencia de los contratos de vivienda habitual, en los que los inquilinos están protegidos por la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), el alquiler de habitaciones se sigue rigiendo por el Código Civil y los contratos dependen de la voluntad de las partes», explica Emma Martínez, presidenta de la Asociación Galega de Inmobiliarias (Agalin), aclarando también sus posibles hándicaps. «Este era un modelo típicamente estudiantil, de gente que compartía hábitos, horarios y modelo de vida. Ahora, comparten piso trabajadores que no tienen por qué tener el mismo estilo vital. Por ello, pese a las, en principio, ventajas para el propietario, también hay que reflexionar sobre lo que supone, en cuanto a normas de convivencia o de uso de espacios comunes y a una posible mayor rotación de inquilinos, lo que conlleva también mayor trabajo», razona. «En cualquier caso, esta opción, ante la falta de vivienda o el precio del alquiler, ofrece sobre todo una solución habitacional a mucha gente», sostiene.

En Santiago, una inmobiliaria como N&R reafirma el auge del modelo. «Nosotros notamos tanta demanda que desde enero incluso abrimos una línea de negocio para ello. Normalmente los inquilinos, que pueden ser ya de una edad, te piden buscar a compañeros de vivienda con los que puedan tener cierta afinidad», afirman desde la inmobiliaria compostelana.

Fue con esa firma como Pedro (nombre ficticio), un gallego que pide no relevar su identidad, relata cómo es ahora, a una mediana edad, cuando se enfrenta, por primera vez en su vida, a compartir piso.

«Yo, durante 30 años, fui autónomo en el ámbito textil, llegando a cobrar cierta relevancia, también como socio de una firma que facturaba sumas importantes. Me embarqué en varios negocios destacados y alguno fallido que, sumado a la crisis y a la pandemia, me llevó a una dura situación. Tras residir durante años lejos de Santiago, ciudad a la que me vinculé profesionalmente, decidí volver para renacer aquí. Llegué en el 2023 con la idea de poder encontrar un piso similar a los que estaba acostumbrado, pero lo poco que encontraba o no me satisfacía o no bajaba de los 800 euros», apunta, admitiendo que, entre sus primeras opciones, también por una mayor facilidad laboral, estaba poder residir en el centro. «Busqué, de todas formas, en distintos barrios, como O Castiñeiriño, donde me llegaban a pedir 900 euros por un piso. Finalmente, el año pasado me decidí ya a compartir, algo que nunca había hecho», remarca, intentando afrontar el cambio con optimismo. «Yo tengo muy presente esta frase: ‘'Cuando estás arriba no te pueden endiosar y cuando estás abajo no te puedes hundir''. En el 2023 empecé a vivir con un profesor de universidad, que era alemán. Vivíamos en un piso de unos 70 metros, por el que pagaba 670 euros, algo que veía aceptable por la relación calidad-precio, y ante su ubicación. Estábamos en la praza de Vigo. Teníamos un contrato de seis meses, renovable; pero el problema fue que a 15 días de que este venciese, los dueños nos avisaron de que lo iban a destinar a vivienda de uso turístico, y que debíamos dejarlo», lamenta, ahondando en que la falta de espacios donde vivir se ha convertido en un problema de primer orden en Compostela.

«Volví a buscar, pero no podía pagar un piso de 1.000 euros. Rastreando por Idealista, vi un piso en esa inmobiliaria que me resultó atractivo. Era una casa de tres pisos, reformada, en la entrada del casco histórico, donde había la opción de alquilar una habitación por 415 euros. No dudé, aunque sí hablé con ellos ante la preocupación por la convivencia. Yo soy muy pulcro, muy exigente con la limpieza y necesita saber si mis compañeros cumplirían esos parámetros. El 25 de abril de este año, día de la revolución de los claveles, cuando yo cumplía 50 años, entré a vivir allí. Y hasta ahora la experiencia, a pesar de la dureza de no tener un piso propio, está siendo muy positiva. Comparto piso con un piloto de unos 30 años y con un matrimonio de mediana edad que se vino, como muchos otros ciudadanos de su país, de Venezuela», señala Pedro.

«En el primer piso está una habitación y el salón compartido. En el segundo, está mi habitación y la cocina. En el tercero, un espacio dedicado a la lavadora, y la tercera, habitación. Estamos juntos, pero no revueltos; y eso es algo muy bueno para llevar adelante la convivencia, sobre todo entre gente que ya peina canas. Con este piso, que no te tiene garaje, ya puedo decir que me tocó la bonoloto. Está en el centro, en buen estado y pago un precio que me puedo permitir», defiende, reflexionando sobre un modelo, el de alquilar por habitaciones, que cree que cada vez va a ir a más. «Durante intervalos viví en ciudades grandes, como Madrid o Sevilla. No olvido que en esta última hay incluso a las afueras una urbanización ya dedicaba a ello, centrada en trabajadores», apunta.

«De aquí ya conozco más gente que optó por alquilar así. Entre ellos también están trabajadores que tan solo van a residir por una temporada en la ciudad. En Santiago posiblemente sea algo que va a ir a más», razona.