El traje masculino de Julia Roberts en los 90, más de moda que nunca

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Treinta y cinco años después de su aparición en aquella gala de los Globos de Oro, el traje de Armani que llevó la actriz volvería a cosechar el mismo impacto que si lo luciera este 2025

17 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Primero cautivó miradas con esa pequeña joya llamada Mystic Pizza. Ahí nacía una joven promesa, de larga cabellera rizada, alta y con un modo de interpretar muy natural. Solo un año después le llegaba el gran proyecto, Magnolias de acero. Un drama costumbrista de la mano de Sally Field, Dolly Parton y Shirley MacLaine. Otra joya que la llevó hasta su primera nominación a los Globos de Oro. La gala de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood no era lo que es ahora, pero la que un año después se convertiría en la novia de América con Pretty Woman noqueó con su atuendo de la noche: un traje. Era 20 de enero de 1990. Hoy esa decisión hubiera causado el mismo impacto.

Julia Roberts contó a la revista Vogue que nunca hubiera imaginado la que se formó con ese estilismo. Sobre todo porque fue todo improvisado. Ella era una actriz que estaba empezando y las galas de premios no contaban con la repercusión que hoy gozan. Los asistentes, nominados o no, se compraban lo que iban a llevar, como cuando te invitan a una boda. Ella lo hizo, pero en la sección masculina de una tienda de Beverly Hills. Se llevó un traje de Armani, que le adaptaron allí mismo, pero sin perder la silueta masculina. Un gesto de veinteañera, que mantendría su rebeldía en la actualidad.

La silueta femenina 

José Luis Díez-Garde, conservador del Museo Nacional de Artes Decorativas y presidente de la Asociación de Amigos del Museo del Traje de Madrid, explica que el traje femenino está recuperando su capacidad de sorprender en actos de celebración social como las galas de premios. «Últimamente nos hemos acostumbrado, y yo creo que muy vinculado al surgimiento de las influencers de redes sociales, a una moda donde se enfatiza el cuerpo femenino, las curvas, y se crea un nuevo canon donde importaba mucho exponer el cuerpo desnudo. Un ejemplo de ello son los naked dress —vestidos de apariencia desnuda— y los cut-outs —vestidos con secciones recortadas o huecos—. Emplear un traje o un esmoquin tiene mucho de querer salirse de eso y plantear otras propuestas y otras respuestas a la alfombra roja y, sobre todo, plantear la pregunta: “¿Por qué no?”».

Marta Pontnou, estilista y asesora de imagen de políticos, aporta otro punto de vista y explica que la ropa todavía mantiene hoy el mismo lenguaje que en los noventa. «Nos sigue sorprendiendo que las mujeres vayan en traje porque la ropa, aunque seamos todos muy modernos, muy abiertos de mente, muy educados en la diversidad sexual... los atuendos de fiesta y la ropa en general aún están asociadas a un determinado género. Y, entonces, cuando vemos a un hombre vestido con una americana y una falda larga o una mujer con un esmoquin, nos sigue sorprendiendo. Seguimos escribiendo sobre esto, cuando la ropa tendría que ser fluida y no estar asociada a ningún género».

Ese traje de color gris claro y hechuras masculinas de Roberts se volvió a ver el pasado año. Rita Ora y su madre, Vera, acudieron en diciembre a la gala de los Fashion Awards 2024 con dos diseños parecidos. Formaban parte de la colección de sastrería de Primark, de la cual la cantante es imagen. Además, Kelly Rowland apoyó el pasado mes de octubre la candidatura de Kamala Harris a la presidencia de los Estados Unidos. Aunque esa meta no se consiguió, la cantante asistió a la cita con un traje que bien podría llevar Julia.

Díez-Garde explica que la presencia del traje masculino en las colecciones siempre está vigente: «Este otoño-invierno ha estado en plena tendencia», afirma. Sin embargo, comenta que es complicado que esta moda pase de manera estandarizada a las calles y deje de sorprender: «Es difícil —creo yo— que se traslade totalmente, más allá de poder recurrir a una silueta o alguna pieza que pueda funcionar dentro del look», explica. Lo mismo opina Pontnou: «Las mujeres tenemos la suerte de que no estamos sujetas a códigos de vestimenta tan estrictos como los hombres. Como hemos entrado tarde en todo: en política, en el trabajo, en los cargos de poder... no hay un código de vestimenta tan rígido como el del hombre, que es el traje».

¿El traje tiene mensaje?

Tendencia recurrente o no, más absorbida por la calle o no, el traje masculino en el cuerpo de la mujer sigue siendo un acto reivindicativo que lanza un mensaje. La asesora de imagen entiende que es, incluso, un acto político: «Es seguir militando, sobre todo para todas las personas que puedan dar visibilidad, en la idea de que no existe una dualidad de género, que no existe una dualidad de sexualidad, que hay diversidad. La ropa es arte, una manera de expresarse, y no un esquema cerrado o algo diseñado para seguir estándares. Es el momento de que la ropa sirva para expresar nuestro momento vital», dice.

El conservador, por su parte, explica que la imagen que proyecta el traje masculino en la silueta femenina sigue sorprendiendo según el contexto: «Creo que lo importante es entender en qué lugar se emplea el traje. Es decir, en la portada de una revista, donde se suele recurrir a los diseños más espectaculares, plantear un traje sí que puede resultar mucho más chocante. Es introducirlo en otros discursos y en otros campos a los que todavía no estamos acostumbrados».

Más allá de la aparición de Julia Roberts al filo de los años noventa, lo cierto es que la alianza del traje masculino en el cuerpo de la mujer es corta. El pantalón se estandarizó después de la Segunda Guerra Mundial, con el trabajo de Coco Chanel como baluarte. Y en 1966, Yves Saint Laurent se anotó un hito con la presentación de Le Smoking, un traje pantalón elegante de noche. En definitiva, una historia corta que hace que la imagen siga sorprendiendo. « No estamos acostumbrados y tenemos el derecho a sorprendernos. Toda mujer que decide vestirse con un traje o un esmoquin es consciente de la sensación que eso va poder producir porque se sale de la norma, y lo digo sin pretender hacer ningún juicio de valor en ningún momento », explica José Luis Díez-Garde.