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Estudiantes muertos a cuchillazos Un fenómeno viral sin precedentes ¿Por qué este asesinato múltiple ha enloquecido a los fans del 'true crime'?

Cuatro de estos seis estudiantes fueron asesinados a cuchillazos en una tranquila ciudad universitaria en Idaho, llamada Moscú. El crimen ha desatado una fiebre en Internet por resolver el caso que alcanza cotas delirantes. Miles de personas obsesionadas por el ‘true crime’ invaden el pueblo y difunden bulos. Ni la detención del sospechoso los frena, y es que el arrestado ¡es un estudiante de Criminología!

Por Fernando Goitia

Miércoles, 05 de Abril 2023

Tiempo de lectura: 5 min

La noche en que iba a ser asesinada, Kaylee Gonzalez subió una foto a Instagram tres minutos antes de las nueve. Posaba feliz con sus cuatro compañeras de piso. «Una chica con suerte por estar rodeada de esta gente a diario», escribió. Fue su último post. El 12 de noviembre de 2022. Kaylee y otras dos protagonistas de la imagen, además del novio de una de ellas, no volvieron a ver la luz del día. Un hombre enmascarado y armado con un cuchillo entró en su casa y acabó con sus vidas esa madrugada. En la imagen de apertura, de izquierda a derecha: Dylan Mortensen, Kaylee Gonzalez, Madison Mogen (arriba), Ethan Chapin, Xana Kernodle y Bethany Funke. Solo Dylan y Bethany (en los extremos) sobrevivieron al ataque del asesino.

Asesinó a dos chicas en una habitación y a la otra joven y su pareja –que solía quedarse a dormir– en otro cuarto, uno a uno, con un cuchillo de filo largo, posiblemente de estilo militar, según las autopsias, dejando las paredes regadas de sangre.

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El sospechoso. Bryan Kohberger, de 28 años y estudiante de Criminología, aguarda juicio en una prisión de Idaho en régimen de aislamiento. Se enfrenta a cuatro cargos de asesinato en primer grado y a una posible condena a muerte. |Getty Images

Solo dos de las cinco jóvenes, de 20 y 21 años, se salvaron. Bethany dormía en la planta baja; Dylan salió de su cuarto al oír ruidos y se topó con el asesino –«de complexión atlética y cejas pobladas», describió a la Policía–, que se lanzó hacia ella. Por suerte, relató, consiguió echar el pestillo y, al poco, oyó al sujeto salir por la puerta trasera.

La noticia de la tragedia corrió como la pólvora y, al amanecer, una nube de pesadumbre se instalaba sobre Moscú. Poco después, otra nube (de periodistas) tomaba la ciudad al asalto. La eterna placidez de este enclave universitario en el estado de Idaho, cuyos vecinos rara vez cerraban sus puertas con llave, acababa de saltar por los aires.

Entre el duelo y el acoso

Seis semanas tardó el FBI en detener a un sospechoso, tiempo durante el cual Moscú atrajo una atención inédita para sus 38.000 habitantes, casi la mitad, como las víctimas, estudiantes de la Universidad de Idaho. Reporteros de todo el país se entregaron al acoso de los vecinos. Tener un asesino suelto por la región ya era un incentivo suficiente para huir, pero semejante presión mediática en pleno periodo de luto fue más de lo que muchos jóvenes podían soportar. Por eso, casi la mitad volvió con sus familias. Estaban de duelo y, además, estaban hartos.

El sospechoso no tenía relación aparente con las víctimas, pero su móvil fue localizado doce veces en la calle donde vivían en los días previos a la masacre

Los medios se metieron hasta la cocina, literalmente, de la escena del crimen. A través de la ventana, y saltándose la cinta policial amarilla, retrataron restos de vida de las víctimas congelados en el tiempo: vasos de plástico y cartón, boles de cereales, palomitas, patatas fritas... La prensa compensaba con el morbo disponible –y opiniones de criminólogos, psicólogos, exagentes del FBI y expertos varios– la ausencia de información oficial, empeñados los investigadores en que nadie contaminara sus pesquisas.

Dispuestos a paliar ese silencio, influencers, youtubers y tiktokers ávidos de likes se acercaron a Moscú y comenzaron a lanzar dañinas teorías sin contrastar. El hashtag #idahomurders pronto acumuló millones de visitas en TikTok, Instagram, Reddit, Twitter o Facebook, donde hay un grupo que especula sobre los asesinatos con cerca de 200.000 miembros. En un país acostumbrado a las masacres a tiros, el uso de un cuchillo como arma homicida despertó una morbosidad añadida.

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'Incel'-ligente. Quienes conocen a Kohberger lo describen como «inteligente, raro y misógino». Dicen que responde al perfil del incel, los célibes involuntarios, incapaces de entablar relaciones con mujeres.

La pistola, nos explica la psicología forense, permite mantener una distancia y ejecutar un crimen más impersonal; pero el cuchillo señala a un agresor dominado por la rabia y deseoso de sentir de un modo físico el sufrimiento y el terror de su víctima. Un detalle que ejerció de imán para los aficionados a los crímenes reales.

Apenas una semana después de los asesinatos, trolls y acosadores ya tenían a varios sospechosos en el punto de mira. El visor de las redes se situó primero sobre las dos supervivientes. Se dijo que la difunta Madison Mogen las había animado una vez al suicidio y ahora se habían vengado de ella. Un autodenominado ‘detective’, incluso publicaba fotos de ambas a diario, analizando sus expresiones «malvadas» para justificar sus delirantes alegatos. También se acusó a un vecino quien, para eludir las acusaciones, proporcionó voluntariamente su ADN a la Policía.

Los 'tiktokers' acusaron de los asesinatos a una profesora de la universidad, al exnovio de una chica... inocentes que fueron linchados en las redes

Ashley Guillard, una tiktoker que presume de resolver crímenes con el tarot, acusó a una profesora de la universidad, linchada de inmediato por sus seguidores. Lo mismo ocurrió con un exnovio de Kaylee y con varios miembros de la hermandad universitaria a la que pertenecía Ethan Chapin, el chico asesinado. «Entrabas a TikTok y solo había vídeos sobre Moscú –resume una estudiante–. Fue doloroso ver cómo todo se convertía en una partida de Cluedo para miles de personas. Estábamos muertos de rabia».

También de miedo. Durante las seis semanas que la Policía tardó en detener a un sospechoso, en Moscú nunca se había pedido tanta comida a domicilio ni se habían hecho tantas llamadas a comisaría por parte de vecinos nerviosos. Ignoraban estos que los agentes llevaban tiempo tirando de un hilo prometedor: el coche del asesino, identificado gracias a la cámara de una gasolinera. Eso y el ADN hallado en la escena del crimen señalaron a un sujeto de 28 años llamado Bryan Kohberger, estudiante de posgrado en Criminología en la vecina Universidad de Washington.

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La última foto. Esta es la última foto que se hicieron las cinco compañeras de piso. Kaylee Gonzalez la subió a Instagram y, seis horas después, tres de ellas habían sido asesinadas.

El móvil de Kohberger reveló que la noche de los asesinatos merodeó un buen rato el escenario de la masacre, en el 1122 de King Road. Demostró, además, que el sospechoso fue a la misma calle doce veces en los días previos, indicio de un posible monitoreo de las víctimas. Esto y la coincidencia del ADN llevaron a su detención el pasado 30 de diciembre.

El arresto de un sospechoso del que nadie había oído hablar desconcertó a los émulos de Sherlock Holmes, si bien, lejos de calmarse, iniciaron un nuevo debate: ¿cuál fue el móvil del asesino? Crimen pasional, imitación de los psicópatas que él mismo estudiaba, elección aleatoria de las víctimas... El juicio, que comenzará en junio, promete ser otro 'chute' para los fanáticos del true crime.

De momento se sabe que Kohberger, que había empezado a dar clases mientras hacía su doctorado en Criminología, fue despedido semanas antes del crimen por actitudes misóginas y un comportamiento beligerante con otros docentes. Las descripciones de quienes lo trataron apuntan al perfil de incel (célibes involuntarios), hombres incapaces de establecer relaciones románticas o sexuales con mujeres y que desarrollan actitudes de rechazo y odio hacia ellas.

Kohberger, además, es un fanático del estudio de crímenes él mismo, lo que atrae aún a más seguidores del true crime. Ahora, si se demuestran las acusaciones, habría dado el temible y ‘novelesco’ paso de llevarlos a cabo. El morbo está servido. El detenido se enfrenta a la pena de muerte.


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