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Perros con alzhéimer

El mejor amigo hasta el final

Los perros también tienen demencia senil. Estudiarlos nos permite retrasar sus síntomas y, al mismo tiempo, descubrir datos interesantes sobre las causas medioambientales del alzhéimer en humanos. No en vano viven con nosotros... casi como uno más.

Por Nuria Rubio

Miércoles, 16 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 8 min

Otto es un beagle de casi 14 años y ya no se mueve tan bien como antes. Cuando está en casa, no es raro que se quede mirando al vacío. Hace tiempo que prácticamente no oye nada y ha olvidado la mayoría de los trucos que antes dominaba, lo único que hace ahora es dar la pata. De noche deambula inquieto por la casa, casi nunca quiere acurrucarse al lado de sus dueños.

¿Todo esto es fruto de una enfermedad o simplemente del deterioro normal en el ocaso de la vida de un perro? Es lo que quieren descubrir los neurólogos. Para ello se les hace una exploración a las mascotas, y los dueños deben responder a un cuestionario. ¿Se queda en una esquina mirando a la pared? ¿Hay que ayudarlo a salir de detrás del sillón porque él solo es incapaz de hacerlo? ¿Sabe dónde está su comida? ¿Reconoce a las personas y perros de confianza? ¿Es más asustadizo que antes? ¿Hace sus necesidades donde no debe?

Los fármacos contra el alzhéimer se desarrollan en ratones, pero ellos no padecen demencias. Por eso, investigar con perros es esperanzador para los humanos

Los expertos llaman DCC, siglas de 'disfunción cognitiva canina', al «alzhéimer perruno». Según un estudio reciente, a los 11 años el 29 por ciento de los ejemplares muestran una combinación de señales típicas de la enfermedad, mientras que entre los 15 y los 16 años esa cifra asciende al 68 por ciento. La denominada lista DISHAA reúne los diferentes síntomas: desorientación, cambios en la interacción, alteración del ciclo sueño-vigilia, pérdida de los hábitos a la hora de hacer sus necesidades, ansiedad y cambios en su actividad.

Los gatos ancianos también pueden sufrir esta enfermedad, si bien en su caso la demencia está mucho menos investigada que en los perros.

La importancia del footing cerebral

La demencia es un problema que va en aumento: no solo las personas, también los perros llegan a edades cada vez más avanzadas. Y ya no se los sacrifica tan pronto como antes. Por consiguiente, no es tanto que la demencia sea más habitual que hace unas cuantas décadas como que ahora los animales viven más tiempo con ella. Muchas veces, el perro es un miembro más de la familia y su importancia emocional se ha incrementado durante la pandemia. Son muchas las personas dispuestas a seguir haciendo todo lo posible por sus mascotas en la etapa final de su vida.

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Los perros pequeños sufren más demencia. El tamaño importa. Al menos en lo que al deterioro cognitivo de los perros se refiere. Recientes estudios indican que los perros pequeños son más propensosa padecer demencias que los grandes, aunque todavía no se ha determinadola causa.

Y qué es lo que se puede hacer? La confusión propia de la edad avanzada no se puede curar, pero sí se puede prevenir en perros jóvenes. Por ejemplo, manteniéndolos activos y enseñándoles nuevas habilidades. La estimulación mental aumenta la plasticidad del cerebro, lo que genera reservas para la época en la que comienza la desaparición paulatina de neuronas, y supone la base de lo que los veterinarios denominan un envejecimiento óptimo: los animales pierden materia gris, pero siguen teniendo reservas para mantener el deterioro dentro de unos límites. Esta 'resiliencia cognitiva' también está científicamente probada en las personas que no dejan de afrontar nuevos retos intelectuales a lo largo de su vida.

Como estímulo para este footing cerebral, algunos especialistas aconsejan emplear un clicker, un pequeño pulsador cuyo sonido el perro, tras un poco de entrenamiento, asocia con algo positivo, por lo que funciona como reforzador de conducta. Usar un clicker es mejor que recompensarlos solo con comida o golosinas cuando hacen algún ejercicio bien. Entre otros motivos porque la obesidad y una alimentación inadecuada son factores de riesgo para el desarrollo de una demencia. Así lo demuestra la última investigación de Karin Allenspach, experta en medicina interna de animales pequeños en la Iowa State University, en Estados Unidos. Para una de sus pruebas ofreció durante más de siete semanas a diez perros sanos una alimentación que en el campo de la investigación nutricional se engloba dentro de la etiqueta 'dieta occidental', es decir, mucha grasa, mucho azúcar y poca fibra.

La obesidad y una alimentación inadecuada son factores de riesgo para el desarrollo de una demencia.

Apetecible pero devastadora, tal y como pudo comprobar la investigadora: la sangre y el líquido cefalorraquídeo de todos los perros pasaron en poco tiempo a mostrar concentraciones elevadas de moléculas de beta-amiloide, fragmentos de proteínas responsables de los depósitos que aparecen en los cerebros de los pacientes de alzhéimer y que funcionan como biomarcadores del riesgo de desarrollar la enfermedad.

«Los resultados nos permiten concluir que este tipo de alimentación contribuye a que, en un momento posterior de la vida, aparezcan deterioro cognitivo y alzhéimer», explica Allenspach, cuya actividad investigadora se centra en enfermedades animales que en su aparición y sintomatología sean lo más parecidas posible a las de los humanos.

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Hacerse mayores.A partir de los 11 años, un 30 por ciento de los perros da muestra de deterioro cognitivo. Sería el equivalente a los 75 u 80 años en humanos.

En busca del fármaco sanador

Muchos de los enfoques más prometedores para el desarrollo de fármacos contra el alzhéimer han tenido su origen en experimentos con ratones, pero han ido fracasando uno tras otro una vez llegados a los ensayos clínicos con humanos. Hoy por hoy sigue sin haber un solo fármaco capaz de detener la enfermedad.

Uno de los motivos es que los ratones no desarrollan demencia. Por eso, los modelos creados a partir de estos roedores se basan en alteraciones producidas artificialmente en aquellos genes que podrían desempeñar un papel en la aparición de la enfermedad. «Esta estrategia obvia el hecho de que el alzhéimer solo depende en pequeña medida de factores genéticos –manifiesta Karin Allenspach–. La enfermedad aparece únicamente a edades avanzadas, por lo que es evidente que los factores ambientales tienen una gran importancia».

No solo las personas, también los perros llegan a edades más avanzadas. Y ya no selos sacrifica tan pronto como antes

Y ningún otro mamífero vive tan apegado a nosotros como el Canis lupus familiaris. Las dos especies compartimos un mismo entorno desde hace más de quince mil años. Los perros han pasado de ser protectores y compañeros de caza a convivientes bien alimentados. «Los perros han adaptado su metabolismo a la alimentación humana», dice Allenspach. «Por eso es posible que también desarrollen enfermedades por vías parecidas a las de los humanos».

El objetivo de sus investigaciones es el desarrollo de medidas preventivas y medicamentos que también puedan proteger a las personas frente al deterioro mental a largo plazo. Los principios activos con los que trabaja Allenspach se prueban tanto en perros de compañía presentados a los estudios por sus dueños como en un pequeño grupo de ejemplares de laboratorio, en los que, por ejemplo, se investiga el efecto de piensos específicos. Tras dos años al servicio de la ciencia, estos animales son llevados a casas particulares.

Una mala dentadura es un factor de riesgo para la demencia. Las bacterias en la boca favorecen inflamaciones crónicas que deterioran el cerebro

Pero eso no es todo: los dueños de perros también deberían prestar atención a los dientes de sus mascotas. Estudios realizados en seres humanos han confirmado que una mala dentadura es un factor de riesgo para los trastornos por demencia. Una carga elevada de bacterias en la boca puede favorecer las inflamaciones crónicas, algo muy negativo para el cerebro.

Otro descubrimiento reciente de los investigadores es que los perros pequeños podrían ser más propensos al deterioro cognitivo que los grandes. Y que enfermedades neurológicas como la epilepsia también incrementan el riesgo de demencia.

En el caso de los gatos, es la hipertensión la que puede tener un efecto especialmente negativo sobre el rendimiento cerebral. Uno de los síntomas principales de un posible trastorno por demencia es el maullar constante, también durante la noche. Este es uno de los motivos que está detrás de la mayoría de las consultas a expertos en comportamiento animal.

¿Cómo saber si es el momento de sacrificarlos?

A la lista de factores que influyen en la aparición de una demencia podría sumarse la naturaleza de las bacterias que colonizan el intestino, según han demostrado diversos estudios en perros. Los individuos que tienen menos actinobacterias en su tracto digestivo presentan un mejor rendimiento de la memoria. La teoría es que ciertos productos derivados del metabolismo de estas bacterias intestinales podrían ser potenciadores de las inflamaciones y tener un efecto pernicioso sobre las sustancias que actúan como neurotransmisores en el cerebro.

Para frenar este tipo de procesos, además de los ácidos grasos de cadena media, se puede recurrir, por ejemplo, a las vitaminas o a los ácidos grasos omega-3, también muy populares en la prevención de enfermedades degenerativas en seres humanos.

Con todo, no siempre es fácil detectar una demencia incipiente mediante revisiones rutinarias. Por eso, los investigadores están buscando biomarcadores que aporten indicios tempranos sobre posibles riesgos y que se puedan detectar en la sangre o la orina. «De esa manera podríamos iniciar el tratamiento cuando el animal afectado todavía cuenta con suficientes reservas cognitivas», dice la veterinaria Nina Meyerhoff.

Pero no hay biomarcador que ayude cuando llega el momento de tomar la decisión definitiva a la que se enfrentan muchos dueños de mascotas: ¿a partir de qué punto el deterioro y el sufrimiento de los animales son tan grandes que no queda más remedio que sacrificarlos?

Un cuestionario elaborado por expertos en demencia sirve como punto de partida para afrontar tan amarga decisión. ¿La ansiedad y la inseguridad dominan la mayoría de las relaciones con otros animales o personas? ¿Sufre dolores intensos? Estos son algunos de los motivos por los que habría que pensar en poner fin a la vida de un perro y liberarlo de sus padecimientos.

Los perros son un modelo animal idóneo para los estudios de nuestro envejecimiento y demencia.

Convivimos juntos, luego estamos expuestos a los mismos factores medioambientales. Además, ellos envejecen diez veces más rápido que nosotros y algunos padecen demencia en la vejez.

Otra coincidencia fundamental es que el biomarcador beta-amiloide 42, relacionado con el alzhéimer, es idéntico en ellos y nosotros. Por eso, la Universidad de Budapest acaba de publicar un estudio en el que ha analizado el cerebro y el líquido cefalorraquídeo de perros ancianos. Sus dueños colaboraron aportando información detallada sobre el rendimiento cognitivo de los animales. El estudio corrobora la idoneidad canina para ayudar a  curar el alzhéimer. Otro servicio de nuestros fieles compañeros.

Etiquetas: Alzhéimer
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