Este casco sabe lo que estás pensando
Los cascos ideados por la empresa Kernel leen el cerebro en tiempo real, ven las reacciones neuronales ante los estímulos y las emociones de una manera sencilla, accesible y portátil. Están poblados de sensores capaces de analizar los impulsos eléctricos, el flujo sanguíneo y la actividad cerebral «a la velocidad del pensamiento, proporcionando una ventana a la forma en que el cerebro responde al mundo», explica Bryan Johnson, CEO y alma máter de Kernel.
Los cascos ideados por esta empresa tecnológica norteamericana se llaman Flux y Flow, apenas pesan un kilo, cuestan 50.000 dólares y pueden ir con su dueño a todas partes, con lo cual las lecturas cerebrales se pueden realizar sobre cualquier actividad de la vida cotidiana. Que desayunas con un amigo y pasas un buen rato, los sensores del casco Flow registran cómo te afecta esa experiencia fijándose en los cambios en la oxigenación de la sangre de tu cerebro.
La sangre transporta oxígeno y proteínas en forma de hemoglobina y es de un rojo más brillante cuanto más oxígeno porta. Esto es lo que analiza Flow: dirige una luz láser a la cabeza y, a medida que los fotones del láser atraviesan el cráneo y el cerebro y se dispersan por la sangre y los tejidos, un detector capta las fluctuaciones de luz que proporcionan información sobre el flujo sanguíneo.
Son útiles para estudiar el alzhéimer, el envejecimiento cerebral, los trastornos mentalesy las técnicas de meditación.
Flux, el otro casco creado por Kernel, mide la actividad electromagnética cerebral. Para lograrlo, han diseñado unos diminutos magnetomedidores. En idear estos cascos han invertido cinco años y 110 millones de dólares, de los que la mitad han salido del bolsillo personal de Bryan Johnson, un millonario muy singular obsesionado con el cerebro. «Para progresar en todos los frentes, tenemos que conectar con él», asegura.
Conectar el cerebro al ordenador
Analizar la actividad cerebral y después descifrarla. Eso pretenden las interfaces cerebro-máquina, los dispositivos que captan la actividad de las ondas cerebrales.
Se puede conectar un electrodo al cráneo o bien introducir un implante quirúrgico en el cerebro y que este envíe la información sobre la actividad neuronal a un ordenador, donde se interpretará.
En España, por ejemplo, Bitbrain 'lee' las emociones a través de una diadema con biosensores y tecnología de seguimiento ocular e imagen cerebral. En Estados Unidos, Marc Zuckerberg proyecta un sistema que hará que lo que piensas se escriba en el ordenador sin necesidad de dictarlo ni teclearlo.
Harvard Medical School, la Universidad de Texas y el Institute for Advanced Consciousness Studies son algunos de los que han solicitado los cascos de Kernel para estudiar el alzhéimer, los efectos de la obesidad en el envejecimiento cerebral, los ictus, los trastornos mentales e incluso para analizar técnicas de meditación.
La empresa canadiense Cybin Inc., por ejemplo, los usará para analizar los efectos de las terapias psicodélicas sobre la salud mental. La inteligencia artificial se está haciendo tan potente que nuestro procesamiento cerebral tiene que espabilar para seguirle el ritmo, dicen los expertos.
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