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Poliamor en la selva La monogamia, una rareza La infidelidad reina entre las bestias

Bailan, se baten a muerte, se inflan hasta deformarse... Los machos del reino animal se esfuerzan al máximo para conseguir pareja. Sin embargo, ellas no suelen caer rendidas. Los científicos desvelan que hasta las hembras más fieles ‘les ponen los cuernos’. Y sin que ellos se enteren.

Por Fernándo González-Sitges

Lunes, 09 de Enero 2023, 17:07h

Tiempo de lectura: 6 min

Buscar pareja se había convertido en una obsesión. Había disfrutado de meses en el mar comiendo y descansando, pero ahora una nueva inquietud lo empujaba tierra adentro en el lugar más inhóspito del planeta: la Antártida.

Un recorrido de 120 kilómetros por el desolado interior lo llevó a una planicie helada donde centenares de pingüinos destacaban como una mancha negra en un universo de un blanco deslumbrante. El griterío lo animó. La mayoría de los individuos allí congregados eran hembras. Tendría mayores posibilidades de triunfo. Caminando torpemente se acercó al grupo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a emitir sonidos y a realizar movimientos rítmicos y exagerados.

Al unirse con su compañera, el pingüino sella un vínculo para toda la vida. Juntos crían a sus hijos. Pero no son tan fieles como se creía...

Era su forma de buscar pareja. La hembra que mejor imitara sus sonidos y sus gestos sería la elegida. De inmediato, media docena de ellas contestaron a su llamada. Poco a poco se fue acercando, pero ninguna le pareció la adecuada. Nuestro exigente pingüino fue recorriendo la colonia despertando el interés de infinidad de hembras a las que rechazó. Cuando por fin dio con su media naranja, habían pasado varias horas.

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PINGÜINOS | La fidelidad no es lo que era. La monogamia es muy poco frecuente en el mundo animal. Los pingüinos han sido ejemplos de esta fidelidad parental. O lo eran. Estudios del ADN de los huevos demuestran que el 20 por ciento de las puestas de estas aves son producto de infidelidades.

El esfuerzo había merecido la pena. Al unirse a su compañera, había sellado un vínculo para toda la vida. Con ella compartiría las tareas de criar y proteger a sus hijos año tras año en lo que, a primera vista, es un extraño ejemplo de la monogamia en el promiscuo mundo amoroso de los animales.

Los monógamos son escasos. Entre todas las clases del reino animal las aves y, sobre todo, los mamíferos son los que más practican la fidelidad y, aun así, apenas llegan al cinco por ciento. Se suele poner como ejemplo de monogamia a los dik-dik, de los que se dice que, si muere uno de los miembros de una pareja, el otro le sigue poco después destrozado por la pena. Pero también la practican los chacales, gibones, buitres, caballitos de mar, albatros, nutrias y pingüinos.

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INSECTOS | Amor caníbal.Buscar pareja puede convertirse en una tarea peligrosa si eres un insecto o un arácnido. Las mantis religiosas hembra, mucho mayores que los machos, enamoran a sus parejas mostrándose amables y dispuestas. Pero, al acabar de aparearse, con frecuencia atrapan al macho y se lo comen, consiguiendo así las proteínas extras que necesitan para desarrollar y poner los huevos.

Los científicos daban por hecho que estos exclusivos ejemplos animales de amor y fidelidad sin fisuras habían basado su estrategia reproductiva en la más absoluta monogamia. Hasta que la ciencia pudo poner en práctica la lectura del indiscreto código genético de los hijos nacidos de parejas monógamas.

Recientes estudios han demostrado que cerca del 20 por ciento de los pollos de los amorosos pingüinos son de machos diferentes a los supuestos padres. Tal vez el mismo estudio aplicado a las otras especies monógamas acabe dando resultados inesperados y sorprendentes.

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CABALLITOS DE MAR | Armas de mujer. Entre los caballitos de mar, la hembra asegura el compromiso del macho en el cuidado de sus pequeños inyectándole los huevos en una cavidad que tienen en la zona ventral. Cuando las crías eclosionan saldrán del vientre de su padre.

A la hora de ligar y encontrar pareja, el reino animal ha experimentado con todas las tácticas imaginables. Desde la monogamia de unos pocos hasta el canibalismo sexual de algunos artrópodos –donde la hembra acaba por comerse al macho–, toda suerte de comportamientos se dan cita cuando llega el momento de buscar la media naranja.

El papel principal suele recaer en los machos. Son ellos quienes tendrán que demostrar sus cualidades para que las hembras, generalmente más pasivas, elijan. Para hacerlo, hay quien apuesta por demostrar su fuerza en combates rituales donde el macho vencedor despierta el amor de las congregadas.

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ALBATROS | ¡Lo que hay que hacer para ligar!Un albatros viajero corteja a una hembra en Georgia del Sur, una isla en el Océano Atlántico. Los albatros deben realizar un baile de cortejo muy elaborado para conquistar a una hembra. El trabajo merece la pena. Cuando lo consigue, la unión es de por vida. Año tras año, macho y hembra se encuentran en el mismo lugar a la hora de reproducirse. Y año tras año, al reencontrarse, repetirán las pautas de su danza amorosa para renovar sus votos.

Aparecen grandes cuernos, exhuberantes melenas, largos colmillos o deslumbrantes plumajes de vivos colores. Ciervos, antílopes y cabras realizan estos torneos generalmente sin víctimas mortales. Los leones y geladas –unos monos de Etiopía– apuestan por las melenas, mientras los pavos reales y las avutardas prefieren exhibir sus mejores trajes.

Muchos otros optan por demostrar sus cualidades artísticas en danzas rituales que, aunque de aspecto cómico para nosotros, dejan impresionado al sexo opuesto de una forma muy eficaz. Los pingüinos, albatros, peces luchadores y aves del paraíso son algunos de los mejores bailarines del reino animal.

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ARDILLAS | ¿Un besito? También hay besos en el mundo animal. Diferentes especies unen sus bocas en aparentes ósculos apasionados. De esta manera, algunos animales ofrecen comida como regalo a su pretendida. Otros, sin embargo, lo utilizan como medio de comunicación para acreditar la posición social de cada uno, como herramienta para premasticar la comida que darán a sus crías o, simplemente, como sello de identificación personal.

Pero aún hay quien se muestra más sofisticado. El pergolero australiano, un ave del tamaño de un mirlo, tiene que adornar su nido con cualquier objeto colorido que encuentre para poder atraer a las hembras.

Cuantos más y mejor dispuestos tenga los adornos, más posibilidades de que una hembra se enamore perdidamente de él. El pergolero ordena en pequeños montones pétalos de vivos colores, bayas brillantes, plumas llamativas, alas de insectos, conchas de caracoles y todo lo que pueda sumar color a su nido en forma de tienda de campaña. Cuando llega una hembra, mira el colorido y la disposición de los adornos. Es un auténtico examen de decoración. El mínimo desorden, una mala combinación de colores, y todos los esfuerzos se irán al traste.

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PECES | Gana el más grande. A pesar de lo que pueda parecer, los peces mandarín del Pacífico occidental no utilizan sus vivos colores para atraer a su pareja. Ambos son de idéntico color, un aviso para advertir a los depredadores de que son tóxicos. En el cortejo, las hembras se fijan en el tamaño de sus pretendientes. El más grande gana. Para conseguir parecer aún mayores, los machos han desarrollado una primera aleta dorsal que se levanta como una vela.

Por su parte, los machos también tienen sus parcelas de decisión y sus gustos particulares. Los chimpancés, por ejemplo, prefieren a las hembras mayores, parejas experimentadas con un alto estatus social, mientras las comadrejas y otros mustélidos prefieren a las jovencitas.

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JIRAFAS | Bisexualidad. Los machos no son territoriales, ni monógamos ni cuidan de sus hijos. Buscan a las hembras, las cortejan con sus cuellos y, si otro macho se postula, se pelean con él. Aunque no todo es testosterona entre el sexo masculino. El 50 por ciento de las relaciones de los machos son homosexuales. Entre las hembras, sin embargo, apenas el uno por ciento de la especie practica el sexo con otras féminas.

En función de la especie de que se trate, los hay que buscarán a cuantas hembras se les pongan a tiro, los que sufrirán un enamoramiento pasajero uniéndose a su pareja únicamente durante el periodo de reproducción y cría, cambiando de pareja cada año, y los que se emparejarán de por vida.