La reconocida terapeuta y conferenciante da las claves para saber llegar a todo: «Muchos viven con el síndrome de la vida ocupada»
07 oct 2024 . Actualizado a las 12:51 h.Patricia Ramírez, más conocida como Patri Psicóloga, es conocida por hablar de temas relacionados con la actitud, la confianza o la fuerza de voluntad. La psicóloga y autora de once libros publica, ahora, Cómo tener tiempo para todo (Grijalbo, 2024). «Hay una pregunta que me hacen mucho en redes sociales, que es cómo tengo yo tiempo para todo», cuenta en una conversación telefónica con La Voz de la Salud. Organizarse no solo es cuestión de agenda, implica, según la experta, renunciar, delegar y no postergar.
—Dice que su método para llegar a todo empieza por llegar a menos.
—Hemos convertido el llegar a más y hacer mucho en sinónimo de éxito. Incluso, a veces escuchamos a nuestros padres alabar cómo lo llevamos todo para adelante, los niños, la casa, el trabajo. Parece que las personas aprendemos a tener valor en función de la cantidad de cosas que hacemos durante el día. Si tú empiezas a cultivar una autoestima relacionada con todo lo que haces y lo ocupada que estás, luego, ¿cómo vas a parar ese carro? En el momento en el que decides hacer menos, tener tiempo para ti y descansar, intuyes que la gente ya no te va a considerar una superwoman, y que el valor que habías adquirido en la vida, lo pierdes. Para mí, el error está en asimilar que hacer mucho e intentar llegar a muchas cosas que no son abarcables en un día es sinónimo de persona valiosa, productiva y exitosa.
—Para saber a qué dedica uno el tiempo, recomienda conocer los valores de uno mismo y ordenarlos. ¿Cómo se pueden identificar?
—Los valores son tu guía, los que indican un poco tu camino. Tus referentes. Si tú estás dedicando mucho tiempo al día en cosas que para ti no tienen valor, pero te has metido en esa rueda del hámster que no saber dejar, llega un momento en el que, antes de organizarnos, hay que plantearse si el tiempo que yo le estoy dedicando a muchas cosas durante el día son importantes en mi vida. Para detectar los valores hay que empezar a reflexionar acerca de las cosas relevantes para mí y comparar esa lista de cosas importantes con todas aquellas actividades que realizas. Luego ver si hay una concordancia entre lo que es importante y lo tú inviertes o pierdes el tiempo. Cuando no coinciden, tenemos que empezar, lentamente, a decir qué cosas voy a sacar de mi vida, les voy a dedicar más o menos tiempo, qué voy a delegar y a qué voy a renunciar. Así podremos dedicar tiempo a lo realmente importante para ti.
—En el libro cuenta que usted también se planteó, en alguna ocasión, si estaba viviendo la vida que deseaba. Pero a veces no queda otra que vivir esa vida.
—Claro, pero podemos ir introduciendo pequeños cambios. La gente que va corriendo de un lado para otro cree que no tiene tiempo para dedicarlo a la organización que tanto necesita; creen que no pueden sacar nada de su vida. Sin embargo, si se paran a tener un tiempo de reflexión consigo y analizar las dinámicas y rutinas, se darásn cuenta de que hay muchas rutinas que son nocivas, que no le aportan nada, pero que las tienen incorporadas y ni siquiera saben cómo cambiarlas.
—¿Qué rutina nociva observa con frecuencia entre la gente?
—Tenemos muchas. Desde sentarnos en la tele por la noche, y en lugar de ver un capítulo relajadamente, tragarse tres porque te han enganchado y robar horas al sueño; a perder mucho tiempo en redes sociales, o a tener otros distractores del tiempo, como acompañar a tomar el café fuera del trabajo, o a fumar un cigarrillo aunque tú no fumes. Hay un montón de rutinas que interrumpen constantemente lo que estamos haciendo y nuestra concentración, que nos aportan poco y que podríamos sacar de nuestra vida. Pero, al estar ahí, ya te dejas arrastrar en el sillón a ver tres capítulos en lugar de irte a dormir y ganarle una hora al sueño. O porque están ahí las redes sociales, y como estoy aburrida con lo que estoy haciendo y tengo ganas de postergar esta tarea, me enredo con Instagram.
—Las redes sociales son el caballo de batalla de muchos.
—Exactamente. Tú entras a ver una notificación que te ha llegado, que ya es un ladrón del tiempo, y de repente te ves a la media hora metida en una página de internet que nada tiene que ver con el motivo que te hizo conectarte en un primer momento, y acabaste viendo un utensilio que utilizaban en no sé dónde en el pasado. Al final, te quedas totalmente absorta, en algo que ha atrapado tu atención y es mucho más atractivo que seguir con tu trabajo o tu rutina de lectura. Y así, a lo largo del día, puedes perder dos horas fácilmente. Un tiempo que puedes aprovechar para no hacer nada, o para hacer ejercicio, o para meditar o para coger una rutina de yoga o un trabajo de fuerza de 20 minutos, que al final, reportarían mucho más a tu salud mental y física.
—Para llegar a todo, también recomienda dejar de controlar, tanto lo propio como lo ajeno.
—Sí, el control nos lleva a perder mucho tiempo, porque en realidad hay un porcentaje muy pequeño de cosas que controlamos durante el día. La mayor parte queremos tenerlo sobre situaciones que no dependen de nosotros, o en lo que depende de un compañero de trabajo, o sobre las decisiones que tienen que tomar nuestros hijos. Toda esa energía que inviertes intentando controlar es atención que te quitas de otra actividad que podrías resolver de forma más ágil si estuvieses presente en lo que tienes que hacer. A veces uno intenta controlar la vida de su hermana, que es una manirrota y se le van las cuentas; o la medicación de mis padres, a los que trato como niños, cuando todavía tienen una independencia y capacidad cognitiva como para gestionarse ellos. Pensamos que lo hacemos todo mejor que nadie, lo que nos lleva a querer gestionar la vida de nuestra familia, hijos e incluso amigas. Eso es un desgaste psicológico para ti y para la otra persona; al margen de lo que quieras controlar de tu propia vida que no es controlable, como el pronóstico de una enfermedad o el resultado de un proyecto que has presentado.
—Dice que la puntualidad es «una de las máximas de la gestión del tiempo». ¿Por qué?
—Siempre comento que con mis hijos he sido poco exigente, pero les he exigido ser puntuales porque es algo muy importante en la escala de valores. Creo que dice cosas buenas de quien lo es. Una persona puntual es alguien al que atribuimos profesionalidad, responsabilidad, organización, empatía, educación, consideración y también credibilidad. Y una persona que no lo es, se considera todo lo contrario. Es alguien que no respeta el tiempo de otras personas, que puede tener una vida caótica, que no sabe organizarse ni planificarse. Algunos dicen que su cerebro es así y que no lo pueden cambiar. Es una falsedad. Uno tiene que identificar por el que no consigue llegar puntual y cambiarlo, por respeto al tiempo de otros. Es un bien que todos tenemos y tenemos derecho a hacer con nuestro tiempo lo que queramos. Si tú llegas tarde a una reunión estás ninguneando mi tiempo.
—¿Qué se puede hacer para mejorarla?
—Primero hay que detectar por qué alguien es impuntual, no todos lo son por lo mismo. Hay personas que infravaloran el tiempo que precisan para desplazarse y arreglare; otras que tienen un exceso de compromiso y se le solapan las actividades; hay gente que entiende que la puntualidad no es importante y piensa que ya le esperarán; o que se dispersan fácilmente, no se concentran y pierden mucho tiempo. O postergan, retrasan y, a veces, la falta de motivación y la pereza de hacer algo acaba alargando y llega tarde. O que carecen de orden. Lo primero es pensar por qué somos impuntuales y luego crear un plan para cambiarlo.
—¿Por qué es recomendable crear hábitos?
—Los hábitos son rutinas que tenemos automatizadas, lo que da mucha agilidad. El tema es que las rutinas y hábitos que tengamos sean aquellos que nos ayuden a gestionar bien el tiempo, porque tenemos a veces otros hábitos que hacen todo lo contrario. Por ejemplo, el mal hábito de apagar el despertador todas las mañanas y seguir en la cama. Ese es un mal hábito, el buen hábito es que si me pongo el despertador a las siete y media, lo apago y me levanto a esa hora. Dejo de postergar la salida de la cama, porque esos 15 minutos no sirven para nada, solo para luego ir corriendo a todos lados. Corriendo para vestirte, para desayunar, por la calle o con el coche. Es decir, los hábitos nos ayudan a no tener que pensar, pero lo importante es que estos hábitos nos agilicen y ayuden a organizar el tiempo.
—¿Cómo se adquiere un hábito? Menciona que la repetición es muy importante.
—Exactamente, para tener un hábito tenemos que repetirlo. Primero decidir dónde meto ese hábito, esa rutina, y luego repetir hasta que eso se convierta en algo automático. Lo importante es convertir los hábitos en estilo de vida. En el libro hablo de algunos que a mi me facilitan las cosas, como tener mi espacio ordenado; el hábito de la prevención, en casa siempre tengo varios geles de repuesto, o ese tipo de cosas que a veces te hacen salir de forma inesperada, como un papel de regalo y perder el tiempo. Para mí también es importante tener el depósito lleno, porque cuando menos te lo esperas tienes que desviarte a una gasolinera. O el hábito de hacer las cosas bien desde el principio; el de no posponer la alarma; o el de hacer las cosas cuando tocan, no cuando a uno le apetece.
—Para planificarnos, recomienda el ejercicio del saca-mete.
—Veo una oferta continua en redes sociales de todo aquello que tendríamos que estar haciendo. Cuando no lo haces, te genera mucha frustración porque te da la sensación de que hay otras personas divirtiéndose y enriqueciéndose con un montón de cosas que tú te estás perdiendo. Entonces, queremos meter una nueva salida, un nuevo restaurante, un café de este sitio, conocer este paraje, pero si no sacas cosas de tu agenda, de tu vida, no puedes meter más. No puede ser que queramos abarcar más de lo que realmente podemos, que es lo que les pasa a muchos, viven el síndrome de la vida ocupada. Si yo ahora quisiera jugar al voleibol, tendría que sacar el running de mi vida, porque no me da para entrenar las dos cosas. Ese es el mete-saca. Antes de introducir algo, retira.
—Le da una gran importancia a la agenda como método planificador. ¿Cuáles son sus claves para organizar la suya?
—Creo que, para llevarla bien, hay que usar una sola agenda donde pongamos lo personal y lo profesional. Empezaría por anotarlo absolutamente todo. Muchas veces ponemos solo una reunión, pero igual no calculamos el tiempo en el que tengo que desplazarme a esa reunión. También pondría los compromisos que tenemos, llamadas, cualquier cosa que nos va a quitar tiempo. En esa agenda, anoto con un sistema de colores. Lo personal va en uno, lo profesional en otro, lo mismo para el ocio. Suelo tener postits, con cosas que sé que si no cumplo en el día no pasa nada, pero puedo despegarlas y agendarlas para otro. Cada mañana, tomarte un café y pensar en qué es lo más importante y a qué le tengo que dedicar más atención y esfuerzo. Para mí es un absurdo diferenciar entre qué es urgente y qué es importante, que la gente se lía mucho con esto. Para mí, la pregunta es que, de todo lo que tengo que hacer hoy, ¿qué es lo primero que debo resolver? Y luego, solo apuntar las cosas que puedas cumplir. Llevar una rutina con la agenda, revisarla una vez a la semana, una vez al día, para ir viendo qué tengo que mover y que no.
—Comenta que prestamos poca atención y eso hace que el tiempo pase volando. ¿Qué se puede hacer para centrarse más?
—El problema de la atención y concentración está muy mermado porque vivimos un momento tecnológico en el que tenemos tantos estímulos que nuestra atención ya no solo se fija en una cosa. Por eso, hay que entrenar la atención. Hacerlo con tareas tan básicas como leer en papel y no un minuto, sino profundizar. Hacer ejercicios de meditación, de respiración, tratar de enlentecer un poco la vida, serenando la mente con el yoga o el tai-chi. Haciendo tareas que requieran poner la atención en una sola cosa: puzzles, hacer punto o cocinar. Además, hay que recrearse en estos procesos, incluso si son actividades que no disfrutas. No es lo mismo hacer un trabajo que no te gusta pensando: «Qué horror». Que sentarte en tu escritorio, poner algo de música, una vela y pensar: «Venga, vamos con esto, voy a ponerle toda la atención, porque así me lo quito antes de encima».
—Para prestar más atención, también aconseja complicarse un poco la tarea.
—Sí, que nos dificultemos un poco la tarea porque a veces son muy rutinarias y aburridas, que conocemos,en las que nos dispersamos. Cuando algo es muy fácil, la atención tiende a volar a otro lado. Pero cuando complicas un poco la tarea, te presionas con el tiempo o te exiges un nivel de calidad distinto, al ser más difícil, requiere más atención.
—¿Qué consejo le daría a alguien que no tiene tiempo para todo?
—Para mí el consejo es que empecemos a asimilar, seriamente, que tenemos que hacer renuncias. La gente ha metido demasiadas cosas en su agenda, en su vida, y tener tiempo para todo requiere hacer renuncias. Hay cosas a las que no vas a llegar, y cuanto antes lo asumas, antes podrás tener una vida serena.