Desde orgasmos hasta el control de la micción: la importancia de cuidar el suelo pélvico

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

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El periné es tratado por varias especialidades médicas por su importancia ginecológica y urológica, pues no solo es un asunto de mujeres. Así se puede prevenir su deterioro

22 dic 2022 . Actualizado a las 19:04 h.

Pese a que todavía sigue ignorándose, el suelo pélvico existe y, como parte de la anatomía, tiene una razón de ser. Cada vez son más los profesionales que le prestan atención, y el número de personas (todavía menos hombres que mujeres) que les hacen caso. Ginecología, fisioterapia, ciencias de la actividad física y urología reclaman su existencia. No cuidarlo sería lo equivalente a no entrenar una pierna derecha en el turno del gimnasio. 

El suelo pélvico, mejor llamado periné, está formado por un conjunto de músculos situados en la parte baja de la pelvis. Tal y como su propio nombre hace deducir, esta musculatura compone el suelo sobre el que descansa la pelvis. Esta última debe imaginarse como una cesta hecha a base de huesos que alberga distintos órganos como la vejiga, el recto y en el caso de las mujeres, el útero. «El suelo pélvico cierra por debajo de la pelvis, que es la cara inferior del tronco. Lo que es importante es pensar que no solo lo cierra por debajo, sino que a través de fascias se comunica con los abdominales por delante, y con toda la musculatura de la espalda por detrás», apunta Raquel Leirós, profesora ayudante Doctor en el área de Fisioterapia en la Universidad de León, y especializada en Fisioterapia Obstétrica, Uro-Ginecológica y Pelvi-Perineal Integral. De ahí, que todo lo que ocurra en el tronco pueda repercutir en el suelo pélvico, y viceversa. 

La primera de sus funciones es estructural: «Tiene que dar cierre para que las vísceras que penden sobre la pelvis, la vejiga, la uretra, el útero, el colon o el recto, no se caigan», explica Leirós. Al mismo tiempo, si es femenino tiene tres orificios de salida: la vagina, el recto y la uretra. Si es masculino, cuenta con los dos últimos. Esto le otorga una función urológica: «Esa musculatura tiene una función miccional, de continencia de la orina. Hace que la vejiga se vaya llenando, y solo se extraiga la orina cuando quiere el individuo», añade la profesora de Fisioterapia. Lo mismo en el caso de las heces: «Permite que el bolo defecatorio se vaya acumulando en el recto, y que cuando se quiera, lo expulse», cuenta. 

También tiene una tarea en el área sexual y reproductiva. Hace que durante las relaciones sexuales se sienta placer (o todo lo contrario, si hablamos de disfunciones). «Cuando algunos de estos músculos se contraen, atraen sangre a su interior y permiten la erección del pene en el hombre, y del clítoris en la mujer», explica Raquel Leirós. 

Y ya por último, aparece la función obstétrica. El suelo pélvico, o periné, se dilata hasta el punto de que un bebé sale de su interior. «Son estos músculos los que dilatan y traccionan la vagina para que se abra, pero no es la vagina la que se dilata de por sí», apunta la profesora. 

Incontinencia urinaria, fecal o dolor durante las relaciones sexuales: así son las disfunciones del suelo pélvico

Las disfunciones del suelo pélvico no ponen en riesgo a quienes la sufren, pero sí empeoran la calidad de vida. «Una persona a la que se le escapa la caca, porque no tiene continencia, no quiere ir a cenar fuera. En cambio, con un dolor de hombros, por ejemplo, y sin quitarle la importancia que tenga, sí puedes acudir a este tipo de planes», señala Irene Fernández, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, y en uroginecología, obstetricia y fisiosexología. 

El tabú está presente, como en otras cuestiones relacionadas con el área urogenital: «Tiene alrededor toda una sombra de vergüenza o intimidad que en ocasiones hace que no le demos la importancia que tiene. Precisamente, esto ha hecho que se hayan normalizado algunas disfunciones como la pérdida de orina en mujeres», manifiesta Fernández. 

Las disfunciones de suelo pélvico afectan tanto a ellos como a ellas, aunque en el segundo grupo son más habituales. Más allá de las enfermedades, o del estilo de vida, ambos factores influyentes en que el periné pueda verse afectado, la población femenina vive el impacto de dos procesos que no son patológicos, pero sí traumáticos para su cuerpo: el embarazo (y posparto) y la menopausia. «Cuando nos quedamos embarazadas ocurren dos cosas que implican el aumento exponencial del posible daño en el periné», explica Raquel Leirós. En primer lugar, está la sobrecarga ponderal de la barriga: «El bebé va creciendo, y ese peso recaerá sobre la musculatura de la parte de abajo. Es decir, aun si el parto es con cesárea programada, el periné ya habrá sufrido un estrés mecánico sí o sí por el hecho de soportar esa barriga», cuenta la profesora de Fisioterapia. 

Si el parto es vaginal, «hay una sobresolicitación de la musculatura del suelo pélvico para dar paso al canal del parto y a la salida del bebé», añade Leirós. Ambos eventos aumentan el riesgo de lesión en el posparto. 

Digamos ahora que la mujer no refiere ningún tipo de síntoma durante esta etapa: «Los efectos que haya podido tener quedan silentes, hasta la llegada del envejecimiento y con ello la menopausia». Esta etapa se caracteriza por una caída de los niveles hormonales, lo que provoca un descenso de la fuerza general en todo el cuerpo. «Esa masa muscular que perdemos al hacernos mayores, se pierde en todas partes», señala Leirós. Suelo pélvico incluido. 

De esta forma se suman varios factores que a lo largo de la vida de la mujer fueron empeorando su estado: «Si después del parto el periné se quedó con una nota de un 7 sobre 10, con el climaterio, se queda de 4», precisa Raquel Leirós. Con ello, llaman a la puerta los síntomas que muchas conocen: sequedad vaginal, dolor durante las relaciones sexuales o urgencia al orinar. 

Signos de alerta ante un suelo pélvico disfuncional

Incontinencia urinaria, incontinencia fecal, prolapso de órganos pélvicos, disfunción sexual o dolor crónico en la zona pélvica son los signos de alerta más conocidos. Pero, ¿qué altera nuestro periné? ¿Qué papel tiene la prevención?

Disfunciones del suelo pélvico

  • Dolor tanto en la zona perineal, como en la zona abdominal inferior y en la lumbar. «Lumbagos,  lumbociáticas, dolores en las nalgas con un glúteo muy cargado», apunta la profesora en la facultad de Fisioterapia de La Universidad De León. 
  • Aumento de la necesidad de ir al baño en número de veces. «Un síntoma muy habitual es que las personas con debilidad de periné vayan al baño más  a menudo de lo normal», explica. ¿Qué es normal? «Unas siete veces al día». 
  • Incontinencia urinaria o fecal: «La debilidad del suelo pélvico supone la falta de gestión de tiempos. No se puede posponer». 
  • Síntomas sexuales: Dolor durante o después de las relaciones sexuales, falta de lubricación o incapacidad para alcanzar el orgasmo, por el contrario, un alcance muy frágil: «Siguen sucediendo pero no son tan intensos ni duraderos como antes».

Hay prácticas diarias que lejos de lo que podemos pensar, no hacen más que empeorar su estado. No acudir a orinar o defecar cuando sientes la llamada, el sedentarismo, los por si acaso en materia miccional, o lo propio de las últimas dos décadas, sentarse en el váter con la compañía de tu teléfono móvil. «La defecación prolongada en el tiempo de manera voluntaria es lo que se ve en una persona que va al baño y está media hora sentado, haciendo fuerza y mirando Twitter. Esa persona no empuja porque tenga ganas, sino porque está prolongando la defecación», explica Raquel Leirós. En este sentido, lo mejor será hacer una defecación consciente y voluntaria «hasta sentir el vaciado pleno».

La postura con la que nos sentamos también importa, algo que se ha ido corrompiendo con el paso de los años: «Solo hay que ver que antes nos poníamos en cuclillas». La clave es que las rodillas estén por encima del nivel de las caderas: «Si durante este momento, las rodillas están más cerca del pecho que las caderas, se relaciona con la relajación de ciertos músculos del periné que favorecen la gravedad y que el fecaloma caiga con menos esfuerzo», indica la profesora de fisioterapia de la Universidad de León. De ahí, que una buena recomendación sea colocarse un «pequeño escabel o escaloncito junto al retrete para subir los pies», aconseja la experta. 

El sedentarismo, y la mala alimentación, también tienen su parte de culpa. «Los hábitos de alimentación, comer mucho precocinado, bollerías, dulces o grasas no saludables van a empeorar la calidad del tejido conjuntivo y también la textura de las heces», señala Irene Fernández. El tabaco también influye, «pues empeora la calidad del tejido conjuntivo de forma máxima», cuenta la fisioterapeuta.

¿Correr es malo para el suelo pélvico? 

«Correr, por sí mismo, no implica un daño perineal», señala Raquel Leirós. El problema será una mala gestión del entrenamiento y de su técnica. Para Irene Fernández, los deportes de impacto serán perjudiciales «siempre y cuando sobrepasemos nuestras capacidades». En este apartado, se vuelve necesaria una valoración previa del periné: «Así conoceríamos nuestra biomecánica, si la funcionalidad está siendo correcta y hasta el punto que puedo llegar», explica. 

¿Qué se puede hacer para prevenir una disfunción?

Lo mejor es ser consciente de que existe. ¿Existe una edad que marque un antes y después en su cuidado? La verdad es que no, aunque sí que es cierto que la preparación al embarazo (o la propia etapa) sería el momento crítico para empezar: «Todas las edades son buenas para tenerlo localizado y saber cómo funciona, como puede ocurrir en el caso de una niña que hace mucho deporte y que tiene incontinencia urinaria sin darle importancia. Lo que sí es cierto es que el suelo pélvico empieza a manifestar disfunción, sobre todo en la mujer, después del embarazo o en determinadas prácticas deportivas. De ahí, que podamos poner una franja de edad límite que oscile entre los 28 o 30 y los 40 años, cuando las mujeres empiezan a ser madres», precisa Irene Fernández, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico. 

La alimentación también tiene un papel clave para evitar el estreñimiento y con ello, las heces secas. ¿Para evitarlo? Fibra e hidratación. Así hace la compra una nutricionista.

El entrenamiento, y la vida activa, juegan un papel clave: «Un músculo súper importante para el buen estatus de la pelvis es el glúteo mayor. En cambio, ahora hay una pandemia de glúteo planos y atrofiados por completo. Por ello, si este no ejerce su función, todo lo que dependa del control postural se verá afectado, entre ellos el suelo pélvico», señala Fernández (aquí una rutina de diez ejercicios para entrenar en casa). Por último, cobra relevancia el descanso (once consejos para hacerlo mejor). Dormir lo suficiente beneficiará a la calidad del tejido conjuntivo, «y el periné tiene un 80 % de este», añade. 

Hay varias modalidades que tienen evidencia científica. «Los ejercicios de Kegel, el método de activación abdominal hipopresiva y el método 5P, que es el método de educación postural propioceptiva», señala Raquel Leirós. Pero, como en todo, puede no ser el único tratamiento: «Primero tendremos que empezar por ir al baño cuando lo sentimos, sin retrasarlo. Por ello no tiene sentido ver este tipo de modalidades como la única cura», añade Fernández. 

Casi toda la teoría bien podría aplicarse a hombres y a mujeres. Las diferencias esenciales en esta parte de la anatomía son dos: «Su periné tiene solo dos esfínteres, lo que les hace tener un punto débil menos. En segundo lugar, los hombres no pasan por el embarazo, ni la menopausia. Ellos también tienen un envejecimiento con una bajada de hormonas, pero mucho menos marcada», explica Raquel Leirós. Por el contrario, el varón tiene la próstata «que rodea la uretra y da apoyo a la vejiga».

Esta víscera tiene un doble filo porque «supone otro pilar de apoyo en la vejiga, pero puede derivar en un adenoma de próstata,  benigno o no, cuya incidencia aumenta con la edad», señala Leirós, que continúa: «A mayores, el tamaño de la próstata, que aumenta con la edad, va a provocar síntomas urológicos». ¿Un ejemplo? La incontinencia urinaria masculina. 

Consejos para cuidar el suelo pélvico

  • No retrasar la micción o la defecación. 
  • No orinar o defecar demasiadas veces y «por si acaso». 
  • Tener una alimentación saludable y rica en fibra para evitar el estreñimiento. 
  • Evitar el sedentarismo. 
  • No fumar. 
  • Entrenar el suelo pélvico cada semana. 

El prolapso de los órganos pélvicos: reeducación y reestructuración

Desde el punto de vista ginecológico, el suelo pélvico se asocia, en ocasiones, el prolapso de los órganos pélvicos. «Es el descenso de los distintos órganos por debajo de su posición anatómica habitual. Se manifiesta, o se pone en evidencia, por el descenso de las paredes vaginales o por el descenso del cuello del útero», precisa la doctora Irene Díez, coordinadora de la sección de Suelo Pélvico en la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). 

¿Qué tipos de soluciones existen? Para tratar de abordar la incontinencia de sobreesfuerzo se recomienda «realizar ejercicios de la musculatura del suelo pélvico, también tenemos fármacos para las pérdida de urgencia, o incluso, para la de esfuerzo, podemos recurrir al tratamiento quirúrgico. En el prolapso, se modifican algunas conductas que favorezcan el sobrepeso, y también sugerimos tratamientos rehabilitadores como médicos, que consisten en la introducción de unos pesarios en la vagina para corregir el descenso de los órganos pélvicos», concluye la doctora y miembro de la SEGO. 

Con todo, correr, saltar, toser, levantar peso, estornudar, caminar con mucho impacto, o incluso, orinar, son prácticas que pueden convertirse en un sufrimiento de no poner solución a los problemas que presente tu suelo pélvico. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.