Iñaki Galán, epidemiólogo: «El reclamo de un consumo responsable de alcohol es un disparate»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Iñaki Galán Labaca ejerce como epidemiólogo en el Centro Nacional de Epidemiología (Instituto de Salud Carlos III).
Iñaki Galán Labaca ejerce como epidemiólogo en el Centro Nacional de Epidemiología (Instituto de Salud Carlos III).

El experto en tendencias de consumo defiende la aprobación de la ley de prevención del consumo de alcohol, con la que se pretende reducir el acceso y la ingesta en menores de edad

08 ago 2024 . Actualizado a las 17:17 h.

El anteproyecto de ley de prevención del consumo de alcohol «ha tardado mucho en llegar», según Iñaki Galán. El investigador del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III es uno de los mayores expertos en las tendencias de consumo de bebidas alcohólicas en España y, además de defender que el precio de las mismas debe subir como se ha hecho con el tabaco, también considera que debemos desterrar el mensaje de que existe un consumo responsable o moderado de esta sustancia. 

—¿Por qué es tan importante, según usted, esta ley?

—Porque estamos en fase de agotamiento. Necesitamos este primer escalón de una forma rápida, ese marco global que da mucha fuerza. Es lógico que España tenga una regulación para todas las comunidades autónomas, aunque luego cada una, incluso cada diputación o municipio de una forma más local, pueda desarrollar sus legislaciones sobre ella y mejorarla. Al igual que ha sucedido con las leyes del tabaco. 

—Habrá quien piense que beber alcohol es un hábito al que van a llegar, más tarde o más temprano, los jóvenes; por estar tan arraigado a nuestra cultura. ¿Qué efectividad pueden llegar a tener medidas como esta, la aprobación de una ley de prevención de consumo de estas bebidas?

—Las regulaciones son fundamentales. Si no existen, es muy difícil plantear intervenciones específicas. Ya existen leyes sobre el alcohol. Una persona menor de 18 años no puede comprarlo, y nadie puede vendérselo. Sin embargo, una gran mayoría de los menores acceden a él y lo consumen. Por lo tanto, ya se está incumpliendo la regulación que existe ahora. Eso será otro aspecto a tener en cuenta, intentar que se cumplan estas leyes. Pero en el camino hay muchas cosas que se pueden introducir y que en este momento no están establecidas a nivel nacional. 

—¿Puede proporcionarme un ejemplo?

—Existe una normalización del consumo de alcohol en España. Incluso podríamos extrapolarlo a otros países del sur de Europa, donde parece que forma parte de nuestra cultura, dieta y relaciones sociales. Y va a ser muy difícil desestructurar esta normalización tan fuerte. Incluso hemos normalizado que los menores consuman: «Tienen que experimentar», «se van a divertir o desinhibir», «todos hemos probado alcohol cuando somos jóvenes». Sabemos que, precisamente en los menores, cuando se está desarrollando el cerebro desde el punto de vista fisiológico, el consumo de alcohol tiene un efecto de alteración de su crecimiento claramente importante. Tenemos que protegerlos. No solo es un problema del botellón, los ruidos, la suciedad, las broncas y peleas. Es mucho más complejo. Todo eso tan solo es la punta del iceberg. 

—Según la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (Estudes), en el 2021 se daba un descenso en el consumo de alcohol intensivo. El 39,4 % de los menores de entre 14 y 18 años declaraba haberse emborrachado en el último año. Pero en la más reciente, la del 2023, esa cifra subía hasta el 42,1 %. ¿Cómo es el patrón de consumo entre los menores?

—No es el mismo patrón de consumo que en el adulto, donde existe una relación más social, más esparcida en el tiempo, sin tanta intensidad, y gran parte de las veces, acompañando la comida. Los chavales consumen alcohol en un momento determinado para una búsqueda psicoactiva y eso hace que se produzca una ingesta de alcohol para estas edades que puede ser muy problemática. 

—¿Los jóvenes de ahora beben más o menos que los de antes o es algo que no ha variado?

—La tendencia en las últimas décadas, desde que existen datos del Estudes (en línea están disponibles desde el 1996), es descendente. Al igual que el consumo de tabaco, van de la mano. Pero también existe un descenso de consumo de alcohol en los padres de esos menores. Esto es muy importante porque si desciende en ellos, es probable que también descienda en los chavales. Precisamente porque se desnormaliza este consumo. O por lo menos, en unas cantidades tan grandes. 

—¿Cómo es ese descenso de consumo, es constante o existen picos?

—Las preferencias de consumo están descendiendo de forma gradual. Si cogemos las estadísticas, hay dientes de sierra. Tal como comentas, si comparamos los datos del consumo intensivo correspondientes al 2023 y los comparamos con los del 2021, ha subido. Pero no hay que darle importancia porque es mejor observar la serie entera, en toda su dimensión. Quizás a mí lo que más me preocupa es que sí que ha bajado la edad de consumo.

—¿Por qué cree que se está dando esa edad a la que se empieza a consumir alcohol?

 —En el entorno de las redes sociales e Internet existen muchos estímulos para los jóvenes; y desde muy pronto. Creo que el mayor riesgo de todo esto es que se experimente desde edades muy tempranas. Se trata de restringir la accesibilidad, limitarla todo lo posible. En los supermercados y tiendas minoristas, que es donde los jóvenes acuden a comprar estos productos, ya sea de forma directa o indirecta, se está incumpliendo la regulación. Hay que ser muy estrictos para saber si esa persona es un menor o no. Y además de hacer cumplir la legislación, debemos hablar de precios, que es un tema al que probablemente no se vaya a entrar ahora con esta ley, pero que es necesario. 

—Al igual que se incrementó el precio del tabaco. 

—Exacto, con el tabaco se ha visto perfectamente. Cómo el incremento del precio del producto, sobre todo cuando hay una crisis económica, disminuye una barbaridad su consumo. Si el producto es accesible porque con la paga te llega para comprarlo, al final acabas adquiriéndolo y experimentando con él. Luego, es probable que lo consumas de una forma habitual. Lo que hay que impedir, sobre todo en edades tan tempranas, es la accesibilidad al consumo. Ahí es donde el anteproyecto tiene que trabajar.

—¿Cree que se incrementará el precio del alcohol en España en un futuro?

—En cualquier tienda es casi tan barato comprar una bebida alcohólica de baja graduación como un refresco, y esto es un error. Porque si algo cuesta mucho dinero, el que consume lo hace menos y el que no lo hace, igual no llega a tomarlo. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda poner en marcha medidas de este tipo y otros países ya lo han hecho. Aunque es difícil, porque la industria del alcohol es un sector económico muy importante en España. Se pone en la balanza el dinero que genera, pero desde el punto de vista de la salud pública, en la otra parte está todo el dinero que se tira por efectos en la salud, enfermedad, muerte y discapacidad, que es enorme.

—El anteproyecto de ley incluye medidas como la eliminación de publicidad de alcohol cerca de centros educativos o sanitarios. 

—Sí. Al final, la industria lo que busca es vender. Es lícito, es un negocio legal. Al igual que fomentar la economía de ese país. La cuestión es cómo podemos limitar a la población a la que va dirige esa publicidad. Tenemos que intentar proteger ese entorno donde los chavales se desenvuelven; como los centros educativos. Imaginemos que tenemos al lado de la puerta del colegio una tienda o pequeño supermercado, donde, si nadie se lo va a impedir, en la primera línea de la ventana tenga botellas de alcohol. Se trata de limitar esa disponibilidad y visualización. Es otro escalón más de protección. Estamos hablando de 200 metros desde la puerta del colegio, en realidad, no es tanto. Y se expande a otro tipo de formatos publicitarios. No nos damos cuenta, pero si nos fijamos, mucho mobiliario urbano está ligado a las bebidas alcohólicas, sobre todo a la cerveza. Queda en el subconsciente de los menores que debe ser totalmente normal consumirla, porque hasta te esponsorizan el mobiliario urbano. 

 —¿Este tipo de medidas resulta eficaz?

—No sabemos hasta qué punto va a serlo a corto plazo, pero a largo, sí va a desnormalizar su consumo. Podemos apreciarlo si lo comparamos con el tabaco. En mi época, fumaba el médico en consulta y el profesor en el aula. Y lo consideramos normal, ni nos asustábamos ni protestábamos. Lo habíamos normalizado. Si eso se ha conseguido con el tabaco, también podremos llegar a hacerlo con el alcohol. Desde el punto de vista de enfoque sociológico y psicosocial, esto es clave.

—La norma también prevé la prohibición del reclamo «consumo responsable de alcohol». ¿Qué opina?

—Si tú te lo preguntas a un chaval, que los investigadores que nos dedicamos a esto lo hacemos, qué es un consumo responsable, uno te dice una copa y otro te dice cinco. Ese reclamo un disparate. La industria es lista, sobre todo la de las bebidas espirituosas. Son las que más plantean este tipo de mensajes porque son a las que más recurre la gente para llegar a ese efecto de desinhibición. Es como si te dijera: «Mira, yo no soy la mala, quiero que la gente haga un consumo responsable» y así, blanquean su imagen. Lo que hemos visto desde el punto de vista científico es que este mensaje se ha construido sobre una evidencia científica muy poco sólida. Y lo hemos visto tanto nosotros, como otros investigadores. 

—El estudio al que me hace referencia es uno que usted ha dirigido, que se ha publicado hace unas semanas, donde desmienten todos esos supuestos beneficios que se le han atribuido al consumo moderado de alcohol. ¿Cuáles han sido las conclusiones?

—El consumo moderado o responsable de alcohol al que hace referencia la industria tienden a parecerse mucho. Nosotros le llamamos de bajo riesgo, porque en realidad, no hay ningún umbral de seguridad a la hora de hablar de consumo de alcohol. Desde menos de cinco gramos de alcohol, es decir, menos de una cerveza, ya tienes un riesgo evidente de cáncer. Para el de mama y de colon, que son los más comunes junto al de pulmón, no hay ningún umbral de seguridad. Desde un mínimo consumo, te estás exponiendo a un riesgo. Le llamamos bajo riesgo porque para la mortalidad general se incrementa a partir de, más o menos, veinte gramos de alcohol, un poco menos en las mujeres. Dos copas de vino o dos cañas de cerveza. A partir de ahí, el riesgo sube claramente. 

—También desmienten que «una ingesta moderada de alcohol» tenga beneficios para nuestra salud o incluso que alargue nuestra vida, tal como han apuntado otros estudios que apuntan a un efecto cardioprotector de esta sustancia. 

—El problema es que en muchos de esos estudios, se ha comparado a esos consumidores de bajo riesgo (que son los que consumen bajas cantidades de alcohol, entre más de 0 y 20 gramos de alcohol al día; equivalente a máximo dos cervezas o dos copas de vino) con los abstemios. Y ahí esta el problema. Porque los abstemios es un grupo que tiene más riesgo que la población general: de morirse, de padecer discapacidad y más enfermedades crónicas. Tiene peor calidad de vida y peor salud. Claro que hay personas que están como una rosa y que no beben porque no les gusta, pero muchos de los abstemios no beben porque padecían ciertas enfermedades ya de jóvenes. No consumen alcohol porque este podía empeorar estas patologías. Esta gente no ha bebido alcohol por su mal estado de salud previo. Por eso parece que el hecho de no beber incluso puede provocar que tengas peor estado de salud que los que sí lo hacen. Pues no. Es una muy mala categoría de referencia y de ahí que no se pueda decir que el alcohol tenga beneficios en nuestra salud. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.