Volver
';

La guerra también se libra en 'bitcoins' Invasión de Ucrania Compra de armas, especulación, fuga de capitales...

Los que invierten en criptomonedas están acostumbrados. La cotización unas veces sube como un cohete; otras se hunde como una piedra. La guerra en Ucrania está haciendo que una vieja pregunta cobre nueva relevancia: ¿bitcoins y compañía son una bendición para la economía mundial, una maldición, o ambas cosas a la vez?

Por Tim Bartz / | Ilustracion: Mekakushi

Sábado, 16 de Abril 2022, 01:50h

Tiempo de lectura: 10 min

Toda la ambivalencia que rodea a las criptomonedas, ese péndulo que va del optimismo máximo al pesimismo extremo, se puede explicar con un ejemplo tomado de la guerra de Ucrania. Veamos...

Mijailo Fedorov, de 31 años, es el ministro de Transformación Digital en el Gabinete de Zelenski. Inmediatamente después del inicio de la invasión rusa, Fedorov puso en marcha la mayor campaña de criptodonativos desde que existen las monedas digitales. El país cuenta con una web a través de la cual usuarios de todo el mundo pueden hacen llegar dinero a Ucrania en 13 criptomonedas diferentes, dinero que se destina tanto a ayuda humanitaria como a fines militares. Por esta vía han llegado más de 60 millones de dólares. Algunos usuarios también mandan tokens no fungibles (NFT), imágenes digitales que llegan a venderse por sumas inmensas. Se trata de algo nunca visto, un crowdfunding digital para financiar la guerra.

alternative text

Pero Rusia también ha experimentado una avalancha hacia las criptomonedas con la invasión. Muchos rusos usaron los bitcoins para esquivar la depreciación del rublo o sacar fondos rápidamente del país. De hecho, Ucrania pidió a las grandes bolsas de criptomonedas que no operaran con clientes rusos. Las principales, como Coinbase o Kraken, rechazaron la medida, pero manifestaron su voluntad de aplicar las sanciones a las personas y empresas recogidas en los listados internacionales.

Todavía no está claro quién está sacando más provecho del mercado 'cripto', si los ucranianos o los millonarios rusos. Pero lo cierto es que la guerra de Ucrania también se libra en el mundo de las criptomonedas, un fenómeno sin precedentes. Y es que el dinero digital siempre ha ido acompañado por la duda de si es una bendición o una maldición, o las dos cosas. Que haya multitud de argumentos a favor de ambas conclusiones no facilita nada la cuestión.

A 13 años de la invención del bitcoin, el mundo está dividido en tres grupos: los que se han hecho ricos con el dinero digital, los que querrían hacerse ricos con él y los que desconfían profundamente y esperan que se estrelle con el mayor estrépito posible.

En la guerra de Ucrania, los rusos usan las criptomonedas para sacar dinero de su país. Los ucranianos para 'crowdfunding'

Todos los días surgen multitud de noticias sobre las monedas digitales. Los gobiernos se plantean aprobar impuestos y medidas regulatorias; los ecologistas lamentan el elevado consumo de electricidad que requiere el 'minado' de nuevas monedas; y los fondos de inversión meten dinero en lo 'cripto' a la vista de su alta rentabilidad. De hecho, algunos expertos ya hablan de burbuja y creen que su estallido podría provocar un hundimiento de los mercados financieros similar al causado por la quiebra de Lehman Brothers en 2008. ¿Quiere eso decir que el criptocosmos es un riesgo sistémico para la economía global? La respuesta: difícil decirlo. Todavía no hay un modelo racional que explique en qué momento un mercado irracional, esto es, una burbuja, acaba explotando. Solo se sabe a toro pasado cuándo se ha terminado la fiesta. Pero demos marcha atrás al reloj. ¿Cómo empezó todo?


Su inventor sigue siendo un misterio

Érase una vez un hombre llamado Satoshi Nakamoto, así empieza el cuento del bitcoin. Bueno, un hombre, una mujer o un grupo, no se sabe. En fin, más allá de su protagonista, el cuento sigue con dos desafíos, dos problemas necesitados de solución. El primero: ¿cómo transferir dinero de forma digital, cómo garantizar que una suma que cambia de dueño no se pueda gastar dos veces? En el mundo analógico es simple: un billete de 20 euros está aquí o allí, pero nunca aquí y allí al mismo tiempo.

alternative text

El segundo: ¿se puede evitar que entre las dos partes de una transacción haya necesariamente un intermediario, ya sea un banco o cualquiera de las instituciones que en el mundo analógico llevan siglos encargándose de que una de las partes satisfaga una deuda y la otra reciba su dinero?

La búsqueda de un sistema financiero descentralizado, sin fronteras, libre de controles estatales, de intereses privados y corruptelas, ese era el sueño tras el bitcoin… 


El bitcoin: qué es, explicado paso a paso

A finales de octubre de 2008, cuando algunas de esas vetustas y analógicas instituciones acababan de llevar al mundo al borde de una catástrofe financiera, apareció una solución recogida en 31.000 líneas de código. La siguió una publicación en Internet con las bases de la primera criptomoneda. Y, ¡listo!, la bola empezó a rodar.

La solución de Nakamoto era simple, sorprendente y atractiva: cada transacción se inserta en una cadena controlada por todo el mundo y visible para todo el mundo. Una especie de libro de contabilidad, pero digital en vez de en papel, dominado solo por reglas lógicas y las matemáticas y no por las motivaciones de los bancos centrales o intereses particulares.

Uno de los fenómenos más sorprendentes es la inacción de los estados. Algo parecido a lo que ocurrió con Facebook, Apple y Google: cuando se ha querido ponerles límites, ya era tarde

Ese libro de contabilidad se actualiza constantemente. Las entradas no se pueden modificar. La actualización del libro requiere sobre todo capacidad de cálculo; como recompensa por poner su capacidad de cálculo a disposición de todos, los integrantes de la red reciben bitcoins. Una idea genial: Nakamoto creaba un incentivo dentro de su red que hacía que la gente mantuviera en marcha esa misma red.

El bitcoin se convirtió en 2009 en la primera divisa digital. Y triunfó precisamente en un mercado muy regulado. El blockchain, la 'cadena de bloques', como se llama esta tecnología del libro de contabilidad digital, podría hacer que bancos, Bolsas e intermediarios de todo tipo pasaran a ser innecesarios. El código informático responsable de este milagro probablemente sea el algoritmo de mayor éxito de todos los tiempos.


La magia de los primeros 50 'bitcoins'

A los primeros 50 bitcoins de la red se los denomina 'bloque génesis', en referencia a la Biblia y la Creación. Estas 50 monedas son intocables y no se puede comerciar con ellas. Algunos fervorosos los llaman la 'Inmaculada Concepción'. Algo así como la primera piedra de la criptoiglesia. Igualmente intocadas siguen las restantes 980.000 monedas que el propio Nakamoto 'minó'. Esa cifra, con la cotización actual, lo hace poseedor de una fortuna de 40.000 millones de dólares. El hecho de que no haya tocado esa fortuna en todo este tiempo parece un gesto de libertad. A no ser que Nakamoto haya perdido la clave de acceso a sus bitcoins, claro.


alternative text

En busca de Nakamoto: el Banksy digital

Desvelar la identidad de Nakamoto se ha convertido en un género periodístico. Satoshi Nakamoto es hoy una figura mítica, un Banksy del mundo digital. Hasta entonces nadie conocía a un programador con ese nombre ni se pudo rastrear el origen de la dirección de correo que usó. Su anonimato es coherente con la filosofía de su invención. La confianza en su sistema debe basarse en el sistema en sí, en el código que todo el mundo puede ver, en las transacciones que se registran de forma abierta. El sistema de Nakamoto no requiere autoridad alguna, ni la de un Gobierno ni la de un inventor. Lo cierto es que en abril de 2011 publicó un mensaje en el que decía que iba a dedicarse a otras cosas y desde entonces... no ha vuelto a saberse de él.


La cara maligna del 'bitcoin': la delincuencia

Érase una vez un hombre llamado Ross Ulbricht, así continúa el cuento del bitcoin. Si Nakamoto es el lado luminoso del blockchain, Ulbricht es el oscuro. Y hay que hablar de él porque, sin los delincuentes, la nueva tecnología no se hubiese popularizado tan rápidamente.

Ross Ulbricht, un joven texano, es el creador de un mercado alojado en la darknet llamado Silk Road. En poco tiempo, su plataforma se convirtió en un importante centro de tráfico de drogas. El único medio de pago que se aceptaba era el por entonces casi desconocido bitcoin. Por cada transacción, Ulbricht se embolsaba una comisión; esta práctica lo hizo, en primer lugar, rico y, en segundo, un pionero del dinero digital. Como los usuarios de Silk Road tenían gran interés en mantener su anonimato, los incentivos para recurrir al bitcoin también eran grandes. En la actualidad, el mundo del crimen sigue siendo un gran impulsor del bitcoin, es la divisa más usada por quienes prefieren moverse en las sombras.

Hoy, Ross Ulbricht sigue la marcha imparable del bitcoin desde la cárcel. En 2015 fue condenado a dos cadenas perpetuas en Estados Unidos. «Estamos transformando la economía mundial», dijo durante una entrevista realizada desde la cárcel el pasado junio. «Hemos llevado el sabor de la libertad y la igualdad a rincones lejanos del planeta. Sé que también podemos cambiar el sistema judicial».

La rabia hacia lo establecido es un motor muy potente de las criptomonedas. Rabia hacia los bancos centrales, las autoridades supervisoras o los gobiernos.


De la libertad a la especulación

Aunque originariamente el bitcoin  se planteó como medio de pago, la mayoría de sus seguidores lo ve como objeto de especulación. El bitcoin tiene una frontera fija establecida por el propio Nakamoto, un valor límite de 21 millones de unidades, no habrá más. La escasez impulsa su cotización. La mayoría compra bitcoins  para cambiarlos por dólares o euros cuando se produzca la esperada explosión de su valor. Sus fieles llegan a hablar de un precio objetivo de medio millón de dólares por bitcoin , quizá un millón, a tres o cuatro años vista.

Solo habrá 21 millones de 'bitcoins'. Así lo estableció su creador. La escasez impulsa su cotización. La mayoría los compra para cambiarlos por dólares cuando explote su cotización

Uno de los fenómenos más sorprendentes en la historia de las criptomonedas es la inacción con la que estados y organismos supervisores han asistido a su evolución. Durante más de diez años se ha ido consolidando sin apenas impedimentos dentro de uno de los ámbitos más controlados que existen. Esta inacción es comprensible si vemos al bitcoin y compañía como una tecnología nueva, algo parecido ocurrió en su día con Facebook, Apple o Google, que hoy son líderes del mercado: el deseo de que la política pusiera límites solo llegó cuando ya era casi imposible hacerlo. Ese fenómeno parece estar repitiéndose. Hace siete años solo unos tres millones de personas usaban bitcoins, hoy son más de 81 millones. En estos momentos hay más de 18.000 criptomonedas, usadas por 300 millones de personas, y su número crece cada día.

alternative text

Para los partidarios del bitcoin, es materialmente imposible una legislación eficaz o incluso una prohibición. No en balde, Nakamoto protegió su creación frente a esta posibilidad. Los bitcoins guardados en medios especiales de almacenamiento (y no, por ejemplo, en Bolsas on-line) son la única posesión que no se puede incautar o confiscar, creen. Pero el asunto no es tan sencillo. Los estados pueden vetar el minado y la comercialización de criptomonedas en su territorio, como hizo China el año pasado. Nueve países han prohibido su comercio y otros 42 le han puesto límites. Otro punto débil son las Bolsas privadas, empresas sujetas a la legislación de los lugares donde tienen sus sedes y sin cuyos servicios las monedas digitales difícilmente se podrían cambiar por euros o dólares. En este campo sí han actuado los gobiernos, imponiendo regulaciones. La práctica totalidad de los mercados de criptodivisas exigen a sus clientes que acrediten su identidad, de forma parecida a como hacen los bancos al abrir una cuenta.

Especialmente duros a la hora de perseguir el nuevo dinero son los que hasta ahora tenían el monopolio de su creación: los bancos centrales. Y en este sentido es determinante lo que haga Estados Unidos. En marzo, la Secretaría del Tesoro hizo público un comunicado en el que dejaba entrever que allí tampoco va a haber una prohibición estricta. Inmediatamente la cotización del bitcoin subió un ocho por ciento.


El balance climático: el gran pecado 'cripto'

Pero el mundo feliz de las monedas digitales tiene otro problema, y bastante sucio: su balance climático es desolador. La Universidad de Cambridge calcula que solo el bitcoin consume al año tanta electricidad como Noruega, estimación que no incluye a las restantes criptomonedas. «El consumo eléctrico amenaza con convertirse en una cuestión existencial para el bitcoin», dice Michel Rauchs, uno de los investigadores.

alternative text

El motivo de esta sed de energía son los complejos cálculos pensados precisamente para proteger a la red bitcoin de manipulaciones. «Cuanto más suba el precio del bitcoin, mayor será el incentivo para los mineros, y también la demanda energética», explica. El investigador asegura que solo el 39 por ciento de la energía procede de fuentes renovables. A pesar de ello, sus partidarios no dejan que la polémica climática les afecte: el sistema bancario mundial y la minería del oro consumen más, argumentan.


Y el horror de especular con las víctimas de la guerra

Lo 'cripto' es una historia de extremos. Creatividad y solidaridad, por un lado, pero también frío cálculo y codicia, por el otro. Pongamos otro ejemplo tomado de la guerra de Ucrania.

Al ministro digital Fedorov y su gente se les ocurrió ofrecer un pequeño detalle como agradecimiento a todos los donantes de su campaña de recogida de fondos, gesto habitual en el sector: regalarían un token digital, en lo que sería el primer airdrop, es decir, el primer reparto de recompensas protagonizado por un Estado.

Pero poco antes de la fecha límite de la campaña, de repente empezaron a llegar a la dirección web creada por el Gobierno ucraniano multitud de pequeños donativos; parte de ellos, procedente de diferentes monederos de un mismo 'donante'. Todo apunta a que algunos estaban intentando garantizarse la mayor cantidad de tokens ucranianos confiando en que estas muestras digitales de agradecimiento acabarían teniendo más valor que los propios donativos. Es decir, criptoespeculación a costa de las víctimas de la guerra. Fedorov canceló la iniciativa.


© Der Spiegel


Etiquetas: Criptomonedas