Entre el arte y la terapia
Entre el arte y la terapia
Domingo, 16 de Febrero 2020
Tiempo de lectura: 7 min
Aquí la palabra ‘comprar’ es tabú. Las mujeres, con o sin pareja, que se pasean por este lugar vienen a ‘adoptar’. Nos encontramos en la Feria de Muñecas Reborn de Valencia, la más importante de Europa. Los visitantes atraviesan el vistoso arco de la entrada y se encuentran en lo que podríamos describir como una gigantesca guardería. En unas cunas, unos bebés nos miran con los brazos abiertos, como si estuvieran llamándonos
Los visitantes están entusiasmados. No tan solo se habla español; oímos conversaciones en polaco, italiano, holandés, portugués, inglés o alemán, un guirigay que parece acallar los gritos y lloros de los bebés. Pero no, no es eso. Estos niños no lloran ni gritan. Y algunos tienen una etiqueta unida al pie en la que consta su precio y el nombre de su creador.
Son muñecos Reborn. Aparecidos en Estados Unidos en los años noventa, se asemejan de forma inquietante y desconcertante a un recién nacido de carne y hueso y suscitan la pasión de una comunidad de entusiastas seguidores.
«Incredible!», «¡maravillosa!». La niñita que tanta admiración despierta es una creación de Joanna Kazmierczak. Después de vivir largo tiempo en el Reino Unido, esta mujer polaca empezó a dedicarse al reborning hace unos ocho años. Hoy es una de las artistas más conocidas en este campo. Sus bebés se acercan a la perfección gracias al material escogido, la silicona, que ofrece una flexibilidad realista mucho más convincente que el vinilo. «Son esculturas, obras de arte, y generan las mismas emociones que una obra artística: miedo, placer, ternura…», explica Joanna sobre sus muñecos.
Gracias a una cuidadosa estrategia de comunicación, esta emprendedora -madre de tres hijos- vende sus muñecas por medio de subastas en las redes sociales. Y se saca hasta 22.000 euros por pieza. Reverenciada en el seno de la comunidad, tanto éxito ha provocado que también tenga detractores.
Enteramente hechos a mano, los bebés Reborn se elaboran a partir de kits con piezas en vinilo sin pintar: piernas, brazos, cabezas y cuerpos blandos. Los artistas recubren las piezas con numerosas capas de pintura… ¡hasta treinta capas! Luego las hornean para fijar bien el acabado. A continuación aplican los ojos e implantan el cabello, las pestañas y las cejas, elaborados con pelo de cabra de Angora. Y luego están los complementos opcionales: que si un cordón umbilical, que si un simulador de latidos cardiacos…
Este procedimiento tan meticuloso lleva 80 horas como promedio. Y hay reborners obsesionados por el detalle que agregan marcas de nacimiento, venas, poros, lágrimas, saliva.
La inmensa mayoría de los coleccionistas y fabricantes son mujeres. Pero hay excepciones. Serhii tiene 35 años. En 2014, cuando estalló la guerra entre Ucrania y Rusia, fue uno de los primeros en ser movilizados. Sobrevivió de milagro al estallido de una mina. Herido en la cabeza, sufrió conmoción cerebral. Las secuelas fueron terribles. Estuvo sometido a tratamiento médico durante dos años. La readaptación a la vida civil no fue fácil. Padre de dos hijos, estaba obligado a sustentar a su familia. Lo intentó volviendo a trabajar como zapatero, su profesión de siempre, pero las manos ahora le temblaban y la falta de concentración lo obligó a dejarlo. Encontró empleos ocasionales, pero el trastorno de estrés postraumático lo llevaba a meterse en problemas con sus jefes. Su mujer, Oksana, dependienta en una tienda, le presentó un día a una clienta que se dedicaba a la creación de muñecas bebé.
La mujer sugirió a Serhii que aprendiera la técnica del enraizado (el implante de cabello en las cabezas de vinilo). Nuestro hombre probó a trabajar con su primera Reborn, y el resultado fue tan bueno que la clienta de Oksana se ofreció a formarlo en la creación de muñecas partiendo de cero. Serhii no lo veía claro, pero cayó en la cuenta de que en los centros de rehabilitación le habían enseñado a superar los pensamientos negativos a través de la pintura y la escultura. Aprendió la técnica y empezó a manufacturar muñecas en casa, con la idea de dejar atrás la guerra y la rabia de los hombres.
Parco en palabras, su mensaje es de esperanza. Quiere enseñar a otros veteranos que es posible superar los traumas psicológicos y volver a integrarse en la sociedad por medio de la creación artística. Además, fabricar muñecas Reborn le proporciona seguridad económica en un país donde el salario promedio está por debajo de los quinientos euros.
En las afueras de Londres, nos encontramos con Amanda y su pequeño, A. J., ‘adoptado’ hace dos años. La relación que Amanda ha establecido con lo que llama «su hijo» es muy especial. Hasta 2017, después de años de lucha con la depresión, nunca se había planteado recurrir a un muñeco Reborn a modo de paliativo de su malestar psicológico. Pero un día advirtió que su ánimo mejoraba al levantar el bebé de una amiga en brazos o jugar con la mascota de un familiar. «No contaba con la estabilidad emocional necesarios para tener un hijo o un perro, pero me acordé de un artículo que había leído sobre las muñecas Reborn». Mirando en Internet se tropezó con A. J. por casualidad. Y fue amor a primera vista. «Ahora tengo mi propia pequeña provisión de felicidad a la que abrazarme, a la que hablar cuando lo necesito».
Desde la entrada de A. J. en su vida, Amanda ha dejado de sufrir accesos de pánico. Las recaídas depresivas ya no son tan intensas ni frecuentes. Explica que A. J. es «mi psicólogo de guardia. Cada momento que pasamos juntos es especial, tenemos nuestras pequeñas rutinas que me ayudan a salir adelante durante el día y a dormir bien por la noche».
Reconoce que sus amigos y familiares se llevaron una sorpresa, pero con el tiempo han terminado por reconocer lo beneficioso de su relación con A. J. «Mis padres al principio no sabían qué pensar. Pero me brindaron todo su apoyo. Y son unos abuelitos maravillosos».
Un tanto confusos por la ambigua relación existente entre A. J. y Amanda, consultamos al psiquiatra Jean-Pierre Fioux, quien explica: «Lo fundamental es que la sustitución los ayude a manejarse con sus padecimientos interiores. Y eso puede ser positivo. Por supuesto, existe el riesgo de que la vinculación se vuelva patológica, que la persona llegue a pensar que el niño Reborn es real y que se comporte en consecuencia. En un caso así, la persona estaría rompiendo los puentes con la realidad».
Amanda piensa en A. J. como en un hijo y dice ser «una madre Reborn», pero sabe dónde están los límites. Lo que, bromea, tiene sus ventajas. «No me despierta por las noches, no me vomita encima y no necesita ropitas nuevas porque no crece». También puede dejarlo a solas cuando se marcha al trabajo, pero lo cierto es que prefiere llevarlo a casa de sus padres si va a estar fuera unos días. Una relación, sí, a mitad de camino entre la vida real y la artificial… Pero que ha brindado a Amanda una inesperada paz interior. Cual un antidepresivo con cara y ojos, A. J. la ha empujado a seguir adelante con su vida.
Las muñecas Reborn también se utilizan con pacientes que padecen alzhéimer y en centros geriátricos. Delphine Trevel es una enfermera de Caen (Francia) que se dedica, de forma voluntaria, a fabricar Reborns y distribuirlos en centros para la tercera edad de su región. Cuenta que el efecto en pacientes con alzhéimer es inmediato; los sostienen en sus brazos como si fuesen reales. Y los conforta.