Una colonización en marcha
Una colonización en marcha
Crear las condiciones adecuadas para que los humanos puedan colonizar la Luna resulta, de momento, complicado, entre otras tantas razones, por el hielo y el regolito lunar, la roca sólida inalterada del satélite, que carece de materias orgánicas como nitratos y fosfatos, lo que la hace inviable para nutrir por sí sola a una planta. A estas dificultades se suma otra no menor: la carencia de una atmósfera. Por todo ello, encontrar el modo de transferir nitrógeno al suelo lunar para incentivar el crecimiento de las plantas que alimentarían a los futuros habitantes de un campamento de investigación era y continúa siendo clave.
Se barajó, de inicio, la posibilidad de reutilizar las heces de los propios colonos, pero la idea fue descartada al observar que —aunque ricos en materia orgánica reutilizable como fertilizante— estos residuos fecales contenían también bacterias como la E. Coli que podrían poner en riesgo la salud de aquellos que se instalasen en la futura base del satélite. Manipular las residuos sólidos agregaba a la vez un factor de riesgo innecesario que contribuía a descartar la opción de las heces.
Anteriormente, también llegó a explorarse la posibilidad de que allí pudiesen crecer vegetales con tierra de nuestro planeta, pero las raíces, durante las pruebas, se atrofiaron. Ahora, sin embrago, un nuevo estudio de la Universidad de Wageningen, de los Países Bajos, publicado en Open Agriculture, ha descubierto que la orina —gracias a varios de sus minerales— podría impulsar el deseado crecimiento de los cultivos lunares.
Wieger Wamelink y Charlotte Pouwels —los principales investigadores del estudio— observaron que proporcionando ciertos compuestos de la orina a las plantas se favorecía su producción; lo probaron con semillas de judías verdes y funcionó. La clave, no obstante, ha estado en el desarrollo de un compuesto mineral generado a partir de algunos de los compuestos residuales de la orina. Entre ellos, el magnesio, el amonio y el fosfato. Compactados, estos residuos consolidan la llamada estruvita, que, en los experimentos de Wamelink y Pouwels, ha demostrado ser una efectiva fuente de nutrientes para el agresivo regolito lunar.
Wieger Wamelink y Charlotte Pouwels plantaron ejotes tanto el suelo lunar simulado como en suelo terrestre convencional, como grupo de control a partir del cual realizar comparaciones.
Las plantas a las que se les agregó estruvita crecieron más que las del grupo de control. «Por primera vez —explica Wamelink—, las plantas cultivadas en el regolito lunar mostraron una producción similar a la de las plantas cultivadas en tierra orgánica para macetas de la Tierra. Hemos demostrado así que la estruvita puede ser un fertilizante excelente. De esta manera, podemos procesar y aplicar fácilmente orina humana como fertilizante. Estimula el crecimiento de las plantas y puede aumentar la cosecha de judías verdes en los simulantes de regolito».
La orina utilizada no fue, por cierto, la de los investigadores. Provino nada más y nada menos que de los baños portátiles de un festival de música en Ámsterdam.
Eso sí, hasta el momento se desconoce si estas judías verdes, fruto de la investigación, eran o no comestibles ni a qué sabían, debido a que los investigadores no pudieron probarlas, ya que, en el momento de la cosecha, el uso del mineral empleado en los cultivos no estaba permitido.
La idea —agregan los investigadores— es crear un ecosistema agrícola circular y sostenible como proyecto alimentario extraterrestre en una cúpula que permita el cultivo interior con todo lo necesario. «Aplicando estruvita extraída de la orina humana, podremos completar uno de los pasos del círculo dorado del crecimiento de los cultivos en Marte y la Luna, incluso en la Tierra. Por ejemplo, en los desiertos o en el Polo Sur», asegura Wamelink. Colonizar la Luna parece estar cada vez más cerca...