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XLSemanal con los premios Nobel: Geoffrey Hinton y David Baker, dos genios de cerca

Dos genios, vistos de cerca

XLSemanal con los premios Nobel: Geoffrey Hinton y David Baker, dos genios de cerca

Esta semana se han concedido los premios Nobel de Física y de Química. Y dos de los premiados son 'viejos conocidos' de XLSemanal. Geoffrey Hinton nos recibió en Toronto cuando todavía era un entusiasta de la inteligencia artificial y lo hemos vuelto a entrevistar ahora que reniega de su propio invento. A David Baker lo visitamos en Seattle el año pasado para que nos contase cómo está revolucionando la medicina con sus proteínas creadas de la nada. Ahora que los felicitamos por el Nobel, te contamos cómo son en las distancias cortas.

Viernes, 11 de Octubre 2024

Tiempo de lectura: 8 min

A Geoffrey Hinton lo llamaron de la Academia Sueca para comunicarle que había ganado el premio Nobel de Física el martes a las 2 de la madrugada. Esa era la hora en Los Ángeles, donde se encontraba, «en un hotel barato», dice, porque iba a hacerse una resonancia médica al día siguiente. Lógicamente, pensó que era una broma. Lógicamente, porque él no tenía la más mínima idea de que estaba en las quinielas para el Nobel y menos de Física. Aunque él tiene formación en física –y en fisiología y en psicología y en filosofía– es conocido como científico computacional y por haber revolucionado la inteligencia artificial con sus redes neuronales. Así que hicieron falta varios suecos al teléfono para convencerle de que lo del premio era real.

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Juntos... pero no revueltos. David Baker, de 62 años, es director del Instituto de Diseño de Proteínas de la Universidad de Washington. Geoffrey Hinton, de 76 años, es profesor emérito de la Universidad de Toronto y fue también asesor de Google. El primero ha recibido el Nobel de Química y el segundo, el de Física.

XLSemanal tiene un 'largo historial' con Hinton. El domingo pasado publicamos una entrevista con él, ya convertido en apóstata de la inteligencia artificial, en la que nos alerta de los peligros de su propia criatura. Hinton está convencido ahora de que existe un riesgo existencial de que las máquinas nos superen y nos dominen. Y de hecho, dice, espera que el premio Nobel sirva para que ahora sí lo escuchen y para que gobiernos, empresas e instituciones se pongan a regular ya la IA.

También te hemos hablado de la familia de Hinton, una saga de genios, que se remonta a su tatarabuelo, George Boole, el matemático que resultó pionero de la era digital en el siglo XIX, cuando no eran aún ni imaginables los ordenadores. Un honor y una 'carga' familiar que implica, nos contó Hinton, que para cuando tienes 7 años ya tienes claro que lo mínimo que se espera de ti es que tengas varios doctorados. Y en XLSemanal te hemos contado, también, cómo el alumno más aventajado de Hinton, Ilya Sutskever, creó el ChatGPT, y cómo sin las redes neuronales de Hinton nada de eso hubiera sido posible.

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La evolución. Dos portadas de XLSemanal dedicadas a Hinton. Hay siete años de diferencia entre ellas y un sustancial cambio en la visión de Hinton sobre la tecnología que él ha contribuido a crear de manera decisiva.

Pero a Hinton, nacido en Londres, lo conocimos en 2017 en Toronto, donde vive y trabaja como profesor universitario desde hace décadas, cuando había recibido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y era muy reacio a dar entrevistas o dejarse fotografiar. Durante la entrevista fue rápido y expeditivo y entonces fue muy entusiasta con la IA y su método para desarrollarla (basado en la reproducción de las neuronas humanas), que poco después, como hemos visto, se ha convertido en la base fundamental de aplicaciones como el revolucionario ChatGPT.

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Quién dijo miedo. Hinton es hijo del famoso entomólogo Howard E. Hinton, experto en escarabajos, y los animales, por raros que fueran, no resultaban extraños en su infancia. Su progenitor –nos contó– fue un gran científico, pero ausente como padre. Cuando falleció, se encontraron en su estudio todo tipo de documentos sobre insectos; solo un pequeño estante estaba dedicado a papeles de su familia, bajo el epígrafe «otros animales». Geoffrey optó por dedicarse a las máquinas...

Pero, con la grabadora ya apagada, Hinton nos invitó a un largo paseo. Por entonces, y durante una década, Hinton no podía sentarse. Un problema en la espalda se lo impedía. Por fin ha podido operarse (de ahí su resonancia magnética en Los Ángeles) y ahora se sienta, lo que también le permite viajar en avión. Pero Hinton, nos contó entonces, ha pasado una gran parte de su vida en hospitales. No solo por sus problemas físicos. Casado dos veces, sus dos esposas fallecieron de cáncer, la primera en 1994 y la segunda, en 2018. Tiene dos hijos adoptados, que también han requerido atención especial. Ahora comparte su vida con la socióloga Rosemary Gartner, que estaba con él cuando recibió la noticia del premio Nobel y, según cuenta él, un hombre contenido, fue ella quien realmente se emocionó.

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Escuela de genios. Bajo la tutela de Hinton en la Universidad de Toronto han salido brillantes científicos computacionales. El más reseñable, porque ha sido el creador del ChatGPT, es Ilya Sutskever (en la foto), que formó parte del equipo fundacional de OpenAI y se fue tras enfrentrarse a Sam Altman por la orientación de la empresa. Hinton ha trabajado durante décadas en un despacho destartalado en la universidad (a la derecha) y de pie; no podía sentarse por una lesión en la espalda.

La relación de Hinton con el sufrimiento no puede separarse de su visión del mundo, como nos reconoció en aquel paseo, pero entonces, en 2017, era más optimista sobre el futuro de la humanidad de lo que lo es hoy. Lo que ha cambiado no es solo la velocidad del desarrollo tecnológico sino su absoluta desconfianza en la capacidad de las instituciones para supervisar los avances.

Hinton –que defiende un estado progresista y solidario, con medidas como el salario universal para compensar los trabajos que eliminará la tecnología, la desmilitarización o, al menos, frenar los abusos militares de las grandes potencias– ve cómo la democracia va a ser la primera víctima de la inteligencia artificial y ha decidido hablar para alertarnos de ello. Lo hace de forma tajante, pero con su fino humor inglés, el mismo que empleaba cuando –recorriendo el barrio chino de Toronto (en busca de un juguete para su mujer, por raro que suene)– aceptaba que el Google Maps no era tan eficaz localizando una tienda como lo acabaron siendo los obreros latinos que nos guiaron hasta ella. Pero no lo consideró un «logro humano», una victoria de los amables operarios sobre las máquinas, sino como la demostración de que «nosotros somos las máquinas».

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La vida artificial. La portada con la entrevista a David Baker, premiado por la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, se la dedicamos a los futuristas avances que implica la creación de proteínas en laboratorio.

Con David Baker, premio Nobel de Química, no fuimos de paseo, sino de cañas. Y no es porque Baker no pasee –es un consumado senderista–, sino porque nos invitó a sus singulares happy hours en la Universidad de Washington en Seattle, donde dirige el Instituto de Diseño de Proteínas. Baker, al contrario que Hinton, es un 'animal social'. No solo se explayó y se explicó ampliamente durante la entrevista –algo inusual en personajes tan realmente ocupados y demandados–, sino que insistió en que conociéramos a su equipo, que viéramos su laboratorio y, por supuesto, en que nos uniéramos a la fiesta. Y, como suele ocurrir en estos casos, allí confirmamos el poder de genios como Baker, que no se limita solo a su investigación científica.

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Enamorado de Seattle. Baker convoca encuentros anuales con exalumnos, en los que el senderismo por los alrededores de Seattle sirve de excusa para el intercambio de experiencias profesionales y personales. Él es un experto montañista estimulado por los espectaculares paisajes que rodean la ciudad donde nació. De hecho, prácticamente se niega a viajar. Alega que ya ha viajado suficiente y no necesita más de lo que hay en Seattle.

Y es que Baker, además de por ser pionero en la creación de proteínas con ayuda de la inteligencia artificial, es conocido por su capacidad para crear equipos especialmente eficientes. Su fórmula, dice, es que cada uno funcione como una neurona de un cerebro común. «Por eso organizamos happy hours, para tener a la gente interactuando todo el tiempo». Baker organiza actividades para socializar: dos veces a la semana, martes y viernes, hacen happy hours que se prolongan durante horas.

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'Happy Hour' en Seattle. En el laboratorio y en el campus se convocan dos veces por semana encuentros informales a los que acuden tanto los alumnos de Baker, como exalumnos, emprendedores... es un entorno para relajarse, pero también es hervidero de ideas.

La familia de Baker también cuenta con conocida saga de científicos. Y quizá por eso él, en una de esas adolescencias rebeldes, no quiso estudiar ciencias, sino que optó por la filosofía... aunque acabaría estudiando bioquímica también porque, dice, le parecía que podía hacer algo 'concreto' con sus conocimientos. Lo que hace Baker es aplicar la inteligencia artificial para la investigación y creación de proteínas de la nada. Es decir, usa la IA de Hinton... para bien. Porque crear proteínas no solo servirá para desarrollar nuevos medicamentos, sino que nos asoma a la posibilidad más fascinante para un científico: crear vida de la nada.

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La llegada del Nobel. El miércoles, nada más enterarse de que le había sido concedido el Nobel, el equipo de Baker aplaudía a su director a la llegada al laboratorio.

Baker está casado con otra bioquímica, Hannele Rouhola, y tienen dos hijos, también orientados hacia profesiones tecnológicas o científicas. Pero en casa, asegura, no se habla mucho de ciencia. «Tenemos mejores cosas de las que hablar. Y me gusta mucho leer. Pero cuando estoy en casa leo ficción, no leo ciencia. Ni siquiera ciencia ficción». Cuando estuvimos con él estaba leyendo Al Este del Edén, de John Steinbeck. Y lo comentaba con entusiasmo, cerveza en mano, pasando de un grupo a otro, entre jóvenes estudiantes y emprendedores que quizá ya no sepan ni quién fue James Dean.

El miércoles a Baker también le comunicaron que le habían concedido el Nobel de madrugada, en el horario de Seattle. A él, a diferencia de a Hinton, la noticia no le pillaba tan de sorpresa porque su nombre estaba claramente entre los candidatos al galardón. Pero la llamada fue un tanto desconcertante porque para localizar su número de móvil llamaron antes a su hijo, así que al mismo tiempo que la Academia sueca le comunicaba la noticia, su mujer gritaba –de entusiasmo– en otro teléfono al ser informada directamente por su hijo. «Tardé un poco en entender lo que pasaba». Luego, ya fue imposible dormir. Pero, como ha insistido estos días, hablando de los grandes avances en su campo: «Esto es solo el comienzo. Lo mejor está por venir».