Suben los precios en las subastas Las bragas de Eva Braun, los calzoncillos de Göring... Furor por el coleccionismo de objetos nazis
Tras descender en paracaídas en Francia durante el desembarco de Normandía y participar en la Batalla de las Ardenas, los soldados estadounidenses que integraban la quinta compañía de 101ª División Aerotransportada, la llamada compañía Easy, tomaron el edificio de Berghof, la segunda residencia de Hitler, cercana a Berchtesgaden.
La famosa serie de televisión Hermanos de sangre cuenta la historia de aquellos aguerridos paracaidistas, los primeros soldados aliados en entrar en el denominado Nido del Águila, el refugio tirolés del dictador nazi. Allí celebraron el final de la guerra bebiéndose las mejores botellas de su bodega y compitiendo a codazos para quedarse como trofeo cualquier cosa relacionada con el Führer, daba igual que fuera una pistola, una daga, sus álbumes de fotos o su cubertería de plata.
Todos querían llevarse a casa un recuerdo de su participación en aquella masacre. Lo mismo hicieron otros soldados aliados que penetraron en Alemania poco antes del colapso final del Tercer Reich. Los soldados del Ejército Rojo buscaban productos de consumo casi imposibles de adquirir en la espartana sociedad soviética, como relojes o cámaras de fotografía.
Los estadounidenses y británicos se centraron en piezas que simbolizaran el régimen contra el que habían combatido durante tanto tiempo y que se había cobrado la vida de muchos compañeros de armas. El objetivo era encontrar banderas, pistolas, dagas, cascos e incluso uniformes. Todo servía como recordatorio de la pesadilla que habían vivido en Europa durante esos años de lucha y destrucción.
Aunque siempre ha estado muy viva la compra venta de parafernalia nazi, ahora, casi ochenta años después de la finalización del conflicto bélico, la creciente demanda ha hecho que los precios se disparen. Por ejemplo, el teléfono personal del dictador alemán, que se subastó en 2019 por cerca de 200.000 euros, ahora ha incrementado su valor un 25 por 100. Al igual que una pistola FG 42 de las usadas por los paracaidistas nazis, las cuales se vendían hace años por unos 140.000 euros y cuyo precio actual rondaría los 200,000 euros.
Pero ¿a qué se debe esta fiebre por los objetos del Tercer Reich? ¿Está vinculada con cuestiones ideológicas? Más que con un supuesto reverdecimiento del nacionalsocialismo, algunos anticuarios creen que este fenómeno está relacionado con la creciente llegada al mercado de coleccionistas interesados en la adquisición de una parte de la historia reciente. Entre ellos, muchos nuevos ricos rusos y de origen asiático que están obsesionados con la Alemania nazi.
Décadas después de la derrota alemana, algunos de los automóviles que pertenecieron a diferentes dirigentes nazis se encuentran en Rusia. El Museo de Automóviles Retro de Moscú exhibe el Horch 853 Cabriolet de 1935 que perteneció a Göring y el Mercedes Benz 540 Cabriolet K de Joseph Goebbels, el todopoderoso Ministro de Cultura y Propaganda del Tercer Reich. Pero ¿por qué hay tantos vehículos de jerarcas nazis en la Rusia de Putin? Es probable que tenga que ver con el morbo que despierta esa etapa de la historia en algunos autócratas rusos.
Las leyes de oferta y demanda han disparado el precio de todos los objetos de la Alemania nazi, pero también el número de falsificaciones. Pese a todo, los cazadores de tesoros son capaces de encontrar entre la morralla objetos absolutamente originales, como, por ejemplo, un uniforme de las SS, cuyo valor hace siete años rondaba los 18.000 euros. Ese mismo uniforme hoy se podría vender por unos 25.000 euros. Lo que demuestra que los objetos nazis, al menos las piezas genuinas, pueden llegar a ser una buena inversión financiera.
Y eso es lo que parecía buscar el empresario suizo Abdallah Chatila cuando compró hace cuatro años un lote valorado en 700.000 euros que incluía un sombrero de copa plegable usado por Hitler, su caja de cigarros personal, una edición limitada del Mein Kampf que pertenecía al jerarca nazi Hermann Göring, así como varias cartas manuscritas del dictador alemán, una máquina de escribir de su secretaria y una caja de música de plata, entre otros objetos.
Aquella subasta suscitó las protestas de Menachem Margolin, presidente de la Asociación Europea Judía (EJA), quien mandó mensajes a los líderes de todos los partidos políticos alemanes rogándoles que se frenara ese mercadillo: «Vender tales artículos no debe ser diferente a vender los artículos personales pertenecientes a Osama bin Laden, o Anders Breivik (terrorista noruego de extrema derecha que asesinó a 77 personas en 2011)», afirmó Margolin. Dolido por ese mercadeo, el presidente de EJA subrayó que el interés histórico que arguyen los compradores es pura semántica.
Tras adquirir aquel lote, su nuevo propietario afirmó que lo había hecho para cederlo a una organización judía y evitar que cayera en “manos equivocadas”. Pocas semanas después se supo que los artículos fueron entregados a la organización israelí Keren Hayesod. «Lo hice por humanidad. Quería destruirlos, pero pensé que dárselos a una organización judía era un final más apropiado para la historia», explicó Abdallah Chatila a la cadena CNN News. Sus explicaciones aplacaron el enfado de Margolin.
Pero, ¿es legal la compraventa de este tipo de objetos? De hecho, hay casas de subasta que han negociado con ellos sin problema alguno, tal y como hemos visto anteriormente. Pero las firmas más relevantes han preferido imponerse un veto, lo que ha limitado las oportunidades de compra para los fanáticos que los buscan.
La plataforma eBay prohibió hace años que en su página se expongan estos trofeos, sin embargo, en algunas de sus páginas es posible encontrar todavía monedas de la época y otro tipo de artículos. Pese a estas limitaciones, los fanáticos tienen a su disposición otras vías para conseguirlos, como un apuñado de anticuarios especializados, algunas páginas de Facebook y también la plataforma Instagram, donde es posible encontrarlos sin ningún tipo de problemas.
Desde la caída del Tercer Reich, muchos de esos objetos estaban en posesión de particulares y anticuarios alemanes y otros en manos de los soldados aliados que combatieron en Europa. Tras la muerte de esos combatientes, sus descendientes no sabían muy bien qué hacer con sus trofeos de guerra. Finalmente, muchos fueron a parar a tiendas de anticuarios por unos pocos dólares.
Aquel trasiego inundó el mercado con todo tipo de productos nazis. En los últimos años, el furor por toda esa parafernalia ha cobrado tal auge que en una subasta celebrada en 2019 se adjudicaron los calzoncillos de Hermann Göring por 3.000 euros. El singular trofeo procedía de la colección del doctor estadounidense John K. Lattimer, médico de cabecera de algunos jerarcas nazis durante los juicios de Nuremberg al final de la guerra.
Las casas de subastas más relevantes han preferido imponerse un veto con la parafernalia nazi
Otro coleccionista pagó 3.300 euros por las bragas de Eva Braun, la amante de Hitler que contrajo matrimonio con él horas antes de que ambos se suicidaran en el búnker de Berlín. Pero no todos los productos que llegan a este extravagante mercado son tan auténticos como la ropa interior de la amante del Führer o la del que fuera comandante en jefe de la Luftwaffe y uno de los principales líderes de aquel terrorífico régimen. De hecho, muchos de estos objetos han resultado ser más falsos que Judas.
Como una supuesta acuarela firmada por el líder nazi que posee el político estadounidense Harlan Crow. Su autenticidad ha sido puesta en tela de juicio por Bill Panagopulos, cuya firma Alexander Historical Auctions vendió en el pasado algunas acuarelas que pintó Hitler cuando sobrevivía a duras penas como un joven bohemio en la capital austriaca. En su opinión, «no hay posibilidad» de que fuera el autor de esa pintura en la que aparece la antigua Puerta Carolina de Viena, ya que fue demolida antes de que naciera el dictador alemán.
Algo parecido ocurrió hace cuatro años, cuando un fiscal de Nuremberg incautó 63 obras que estaban atribuidas a Hitler bajo la sospecha de que fueran en realidad falsificaciones. Se trataba de un lote de pinturas, acuarelas y dibujos que iba a vender la casa de subastas Auktionshaus Weidler.
Las obras incautadas incluían varios paisajes pintados en acuarela y el retrato de una mujer joven. Otras cinco obras de ese mismo lote si podrían haber sido pintadas por el Führer, aunque algunos expertos lo ponen en duda. El precio de las piezas expuestas oscilaba entre unos pocos cientos de euros y 100.000 euros. Los responsables de la casa de subastas aseguraron que los compradores potenciales no eran nazis sino «inversores que saben que esas piezas se revalorizarán con el tiempo».
Esa obsesión por todo lo relacionado con la Alemania nazi hizo posible que en 1983 la prestigiosa revista Stern se creyera a pies puntilla la asombrosa aparición de los diarios de Adolf Hitler. El reportero Gerd Heidemann, especialista en ese período histórico< , se colgó la medalla del gran bombazo informativo.
Meses antes, Heidemann conoció al hombre que los había falsificado, Konrad Kujau. Este le contó que los diarios se habían perdido en un accidente aéreo, aunque pudieron ser rescatados entre los restos del aparato, lo que suena muy inverosímil.
Heidemann le contó la historia a Thomas Walde, director del departamento de historia contemporánea de Stern, quien convenció a la dirección de G+J, la editorial que controla esta revista, de adquirirlos por algo más de 4 millones de euros.The Sunday Times, periódico propiedad del magnate Rupert Murdoch, desembolsó más de un millón de dólares por su publicación en Gran Bretaña. En el Reino Unido, la autenticidad de esos diarios fue avalada por el historiador Huge Trevor-Roper, cuyo prestigio se fue a pique cuando la gran estafa saltó por los aires
Tras permanecer guardados durante años en los archivos de la sede de G+J en Hamburgo,los falsos diarios de Hitler se exhiben desde el pasado mes de marzo enla cadena pública alemana NDR. Los historiadores, Heike B. Görtemaker y Hajo Funke son los encargados de explicar los intereses revisionistas que estuvieron involucrados en aquel monumental engaño.
John Goetz, periodista de la NDR y director de esta iniciativa, asegura que estos diarios constituyen el intento más importante que han urdido los grupos neonazis de rehabilitar la figura de Hitler, presentándole como un hombre civilizado y ajeno al Holocausto del pueblo judío.
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