Edulcorantes a debate: de «su consumo no es inocuo» a «el mensaje de que son perjudiciales es un mito»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

La sacarina es uno de los edulcorantes más conocidos.
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Cada vez más personas los consumen como una alternativa al azúcar, los expertos analizan la evidencia actual

15 nov 2022 . Actualizado a las 10:30 h.

Edulcorantes sí, edulcorantes no. Hoy en día, cada vez los consumen más personas y los utilizan como una alternativa al azúcar. Las marcas lo saben, por eso es extraño que un producto que, antaño iba hasta arriba de endulzantes, en la actualidad no tenga una versión «sin azúcares añadidos» en los linieres de los supermercados. Como siempre, la mayoría tienen truco. A grandes rasgos, lo que le quitan de uno, se lo ponen de otro. Pero hay más. 

De base, el edulcorante no aporta apenas calorías (algunos no tienen y otros, muy pocas), ni crean un pico de glucosa postprandial cuando se ingiere. Algo que el azúcar sí provoca. En este reportaje, lo explicamos. Vaya por delante que los expertos en nutrición recomiendan evitar cualquiera de los dos. Especialmente porque los endulzantes artificiales siguen acostumbrando al paladar a un sabor dulce (su capacidad como saborizante es más potente), y cuanto más tomes, más te costará dejarlo. También alertan de que un consumo excesivo puede dañar la microbiota, causando alteraciones a corto y a largo plazo, y además, algunos pueden provocar molestias intestinales como hinchazón, gases e incluso un efecto laxante. Todo esto referido a población general, sin patologías concretas (especialmente digestivas). Dentro de las cantidades recomendadas, que tienen un amplio espectro de seguridad, no debería haber ningún problema. 

Sin embargo, el mundo de los edulcorantes sigue generando controversia. Mientras que las autoridades alimentarias indican que su uso es seguro (que lo es), hay investigaciones que apuntan a posibles efectos perjudiciales. Una de las más recientes se publicó el pasado agosto en la revista Cell y dejó la puerta abierta a posibles alteraciones en el organismo. El grupo de investigación se centró en el análisis de cuatro tipos: sacarina, sucralosa, aspartamo y estevia. «Debido al peligro que puede tener el consumo de azúcares simples, siempre se han buscado alternativas que evitaran problemas bucales o metabólicos, y así se fue desarrollando el mundo de los edulcorantes artificiales, los cuales siempre se han considerado como algo inerte», comienza explicando Rafael Valdés, uno de los investigadores.

El estudio pretendía observar las posibles repercusiones de su consumo. Para este ensayo clínico reclutaron a 120 personas sin ninguna patología y las dividieron en seis grupos. «Cuatro tomaban un tipo de los edulcorantes seleccionados, otro no ingería nada, y otro tomaba una pequeña cantidad de glucosa equivalente a la que suelen traer los sobres de los edulcorantes», precisa Valdés. Cada participante tomó la cantidad pautada durante dos semanas.

Al analizar el efecto, los investigadores observaron que «a corto plazo, al menos dos tipos de edulcorantes (sacarina y sucralosa) generaban problemas de intolerancia a la glucosa», detalla. Estas alteraciones estaban mediadas por la microbiota, «porque cuando cogimos la flora intestinal de estos individuos sanos que fueron expuestos al consumo de endulzantes y se la dimos a unos ratones, los roedores también desarrollando problemas relacionados con la glucosa sin necesidad de que tomasen edulcorantes», explica. Por ello, y a pesar de las diferentes ramas de opinión en el sector, Rafael Valdés no tiene duda: «Siguen haciendo falta nuevos ensayos clínicos, porque nos quedaron muchas preguntas sin responder. Pero aquí queda claro que el consumo de edulcorantes no es inocuo», concluye.

El aspartamo es un edulcorante artificial intensivo e hipocalórico. En Europa su está permitido como endulzante y como aditivo alimentario en diversos productos. La EFSA señala que tanto la materia primera, como sus productos de degradación, han sido objeto de una investigación exhaustiva durante más de 30 años en diferentes países. 

Los glucósidos de esteviol se utilizan como edulcorantes y se extraen de las propias hojas de la planta de estevia. Posee hasta 300 veces el grado de dulzor del azúcar, pero apenas produce efecto en los niveles de glucemia, de ahí que se considere un sustituto atractivo. 

¿Significa esto que deben ser demonizados? Nada más lejos de la realidad. Por el momento, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria continúa señalando que este tipo de aditivos son seguros. «Los edulcorantes han sido evaluados con pruebas en animales y en humanos. De hecho, todos los estudios que hay que demuestran un efecto perjudicial dicen que, en las cantidades que se consumen actualmente, no causan problemas», explica Jordi Salas, jefe de la Unidad de Nutrición Humana del Departamento de Bioquímica y Biotecnología de la URV y el investigador principal del CIBEROBN. Gran parte de las investigaciones que observan posibles daños son epidemiológicas y observacionales: «No nos dan una relación de causa y efecto. Aunque si empezamos a tener muchos que digan lo mismo, tendremos que evaluarlos mejor», precisa. Por el momento, no ocurre. 

En una revisión de Nutrimedia, el proyecto de la Universitat Pompeu Fabra con el Observatorio de la Comunicación Científica que se encarga de evaluar diferentes mensajes sobre nutrición, se coincide en esta línea. «El mensaje de que los edulcorantes artificiales son perjudiciales para la salud es un mito». Esta afirmación se basa en cuatro ideas. En primer lugar, recurre a la evidencia con un alto grado de confianza. Esta dice que el consumo de edulcorantes sin calorías, en lugar de azúcares, mejora ligeramente «el control metabólico en los enfermos diabéticos».

De igual forma, su uso se relaciona con una ligera reducción (o mantenimiento) del peso en niños, adolescentes y adultos en programas supervisados de control de peso por profesionales de la salud. Es decir, que de por sí, no obran milagros. Pero si además de eliminar el azúcar, comes saludable y te mueves, será más fácil que obtengas resultados. 

A continuación, pasa a una evidencia moderada, la cual muestra que el consumo de edulcorantes apenas produce una variación en el apetito y saciedad. Otra de las creencias popularmente conocidas. Y por último, otorga una confianza muy baja a los estudios que relacionan el consumo de estos aditivos con el desarrollo de cáncer. 

Así explica este debate el doctor Salas, quien también ha estudiado sus efectos: «El problema no está en consumir edulcorantes de manera aislada. Los estudios epidemiológicos tienen sus limitaciones. Muchas veces, la gente que participa tiene unas características que no se pueden pasar a la población general, o se intentan ajustar las asociaciones que se observan mediante otros mecanismos, como el estilo de vida», precisa el experto. En otras palabras: si el individuo que participa toma edulcorantes, pero además no hace ejercicio y come de forma no saludable, resulta imposible separar qué es lo que actúa como un factor de riesgo. Por eso siempre se habla de asociación y no de causa. En un metaanálisis publicado en la revista Obesity, insistían en la importancia de encontrar estudios con mayor control que no estuviesen influidos por factores de confusión. 

Una ingesta inadecuada de azúcares simples se ha visto entre las posibles causas de obesidad y diabetes tipo 2, así como de otras complicaciones cardiometabólicas relacionadas. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ha recomendado que su consumo sea inferior al 5-10 % del consumo total de calorías diarias. Algo así como no superar los 25 gramos cada día. En este sentido, los refrescos, bebidas energéticas o zumos son altamente consumidas en el mundo, y una bomba de azúcar libre por doquier, es por ello que se consideran un un enorme problema de salud pública. 

El trabajo en el que ha participado el equipo del doctor Salas se ha centrado en el estudio y comparación de las bebidas edulcoradas y con azúcar. Que, por cierto, conforman las fuentes principales de consumo de la población. La investigación observó que la sustitución de bebidas azucaradas por endulzadas con edulcorantes (sin o con muy pocas calorías) se asociaba con una menor ganancia de peso, y un menor riesgo de desarrollar obesidad, enfermedades coronarias, mortalidad por enfermedades cardiovasculares y mortalidad total. Eso sí, aplicaron métodos estadísticos, es decir, que lo analizaron desde un punto de vista teórico. Si bien la primera opción para calmar la sed siempre ha de ser el agua, «las bebidas bajas en calorías o light pueden ser una alternativa real para aquellas personas que antes tomaban las azucaradas», añade el doctor Salas. Así, el debate continúa abierto, con argumentos a favor y en contra. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.