Mitos y certezas sobre la dieta antiinflamatoria: «La inflamación ha superado al consumo de alcohol como causa de cirrosis»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Los alimentos de origen vegetal ricos en antioxidantes son los principales componentes de una dieta antiinflamatoria.
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Seis expertos analizan lo que hay detrás de la inflamación y explican qué alimentos ayudan realmente a controlarla

15 mar 2023 . Actualizado a las 18:50 h.

El campo de la nutrición está sembrado de mitos e ideas que tienen detrás más márketing que investigación científica. Este es el caso de la inflamación, un proceso que, en los últimos tiempos, estamos empezando a entender y que tiene cada vez una mayor prevalencia entre la población. Es por eso que, al buscar «inflamación» en Google, podemos hallar casi 70 millones de resultados. Pero cuando hablamos de procesos inflamatorios crónicos a nivel del organismo, no todas las «dietas antiinflamatorias» que se proponen para paliarla están respaldadas por el mismo rigor en cuanto a evidencia científica. Analizamos los estudios recientes y la información disponible de la mano de seis expertos en la temática.

¿Qué es la inflamación?

«La inflamación es un mecanismo natural que tiene el cuerpo para curarse. Si yo tengo un corte y han entrado bacterias a través de la piel, se va a inflamar la zona. Básicamente, lo que hace la inflamación es llenar la zona de agua, llamar a las células del sistema inmune, evitar que salgan las sustancias de desecho y lograr que todas las bacterias queden concentradas ahí sin que se extiendan», explica el dietista-nutricionista Pablo Zumaquero.

En este sentido, el doctor Francisco Botella, del Grupo de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (NUTRISEEN), señala que, «si no existiera la inflamación, el cuerpo quedaría indefenso frente a la enfermedad. Es, por tanto, un proceso deseable y beneficioso en el que intervienen múltiples mecanismos hormonales, vasculares y celulares que nos ayudan a enfrentarnos a una enfermedad, una herida, un traumatismo».

Por supuesto, estos procesos limitados en el tiempo son distintos de lo que consideramos una inflamación crónica, que es aquella «en la que el cuerpo está permanentemente inflamado, pero no tanto como en una inflamación local aguda. Es decir, todos los tejidos sufren una inflamación constante, pero no tan grande. Esa inflamación, cuando se ha cronificado, ya no tiene la función que puede tener una inflamación aguda, que es destruir una bacteria o un virus. Está permanentemente activa, porque está atacando a cosas que tenemos dentro del cuerpo que no son virus o bacterias», aclara Zumaquero.

Entonces, cuando hay inflamación crónica, «como estoy matando mosquitos a cañonazos, el sistema inmune se acaba rayando y empieza a atacar otras zonas. Eso no es bueno. Llega un momento en el que el sistema inmune no da abasto y falla», resume el dietista-nutricionista. Esto se manifiesta en síntomas como dolor, ardor, calor o rubores frecuentes.

Mitos y verdades

Uno de los grandes problemas cuando hablamos de dietas antiinflamatorias es la confusión que existe entre el público general con respecto a qué es exactamente la inflamación y qué síntomas provoca. «La distensión abdominal no es inflamación. Suele deberse a dos cosas: o que la musculatura del abdomen no funciona bien y tendemos a tirarla hacia adelante, que es algo muy normal en mucha gente, o a que tenemos gases. Si yo he comido garbanzos, se fermenta en el intestino la fibra de la piel del garbanzo, produzco el gas y el intestino se llena, hinchándose. Esto hace que el abdomen salga hacia afuera. Eso no tiene nada que ver con la inflamación, pero muchas personas mezclan conceptos. Todas las personas han tenido algo de dolor abdominal, algo de distensión en algún momento. Hay quien quiere mezclar esos términos para confundir a la gente y que les compren productos», advierte Zumaquero.

Por eso, cuando hablamos de dieta antiinflamatoria, hay que entender primero qué busca lograr. Alfredo Martínez Hernández, director del programa de investigación Precision Nutrition and Cardiometabolic Health Research y del grupo Cardiometabolic Nutrition en los Institutos Madrileños de Estudios Avanzados (IMDEA), explica en este sentido: «Hay escritos documentos en los que no se han hecho los estudios correspondientes y, por lo tanto, no están basados en evidencia. Para que los estudios alcancen relevancia científica, hay que ver que el consumo de los alimentos estudiados reduzca los valores de marcadores inflamatorios».

Por otro lado, hay que señalar que una dieta antiinflamatoria no es curativa en ningún caso. «La inflamación crónica no está causada por la alimentación. La alimentación puede tener algún efecto. Cuando tengo obesidad, con la alimentación puedo intentar que esa inflamación no se vaya de las manos, pero no voy a curar nada. O quito la obesidad, o nada. Y si tengo una patología inflamatoria intestinal, como enfermedad de Crohn o colitis, la inmensa mayoría de las veces, voy a necesitar medicación. Tiene que ser muy débil la enfermedad para que con un cambio de hábitos desaparezca», dice Zumaquero.

Esto no quiere decir que la dieta no tenga efectos. «Desde la dieta y la prevención se puede mejorar, incluso, el estado anímico de la persona, si se adhiere a una dieta saludable, incorporando más frutas y verduras a diario. Lo que está claro es que estas recomendaciones dietéticas no se siguen en los países occidentales. Consumimos muchas menos frutas y hortalizas de las que se debería», apunta Diego Moreno Fernández, investigador del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC).

Complicaciones

Los problemas que puede causar esta inflamación a nivel crónico no son nada desdeñables. «La inflamación no solo afecta a quienes tienen una patología conocida, sino que, subclínicamente, está presente en la sociedad. Y puede derivar en el desarrollo de diabetes más adelante, o en el fallo hepático u otras múltiples enfermedades. A nivel fisiológico, hace que el sistema digestivo pueda tener patologías. Y cada vez tienen una incidencia más alta estos problemas. Si hablas con un paciente de enfermedad de Crohn o con problemas intestinales, te va a decir que es insoportable», apunta Antonio Ruiz, profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB). La inflamación también se ha relacionado con problemas metabólicos, entre los que se destacan la diabetes y la obesidad, y con algunos tipos de cáncer como el de hígado o el de colon.

La investigadora María Antonia Martínez Sánchez, del IMIB, señala que el hígado graso no alcohólico, otra patología de carácter inflamatorio, también está aumentando. «Es una enfermedad que casi no se diagnostica, pero ahora está empezando a conocerse más. Se ha visto que ha superado al consumo de alcohol como causa de cirrosis. Esa inflamación cronificada a causa de la dieta y el estilo de vida es más importante que el alcohol, mientras que hasta ahora, siempre había sido el alcohol la principal causa», apunta.

En las enfermedades metabólicas, la inflamación siempre está presente, aunque todavía no se puede afirmar que esta sea una consecuencia de la enfermedad, ni tampoco un factor de riesgo. «Una inflamación crónica de bajo nivel como la que se da ahora mismo en una gran mayoría de enfermedades es lo que también nos animó a estudiar más estos parámetros en pacientes con obesidad, sobrepeso y diabetes. En esas enfermedades crónicas, que son de muy alta prevalencia, todos los pacientes tienen grados de inflamación asociados, aunque no se sabe si la inflamación es el resultado del proceso dañino existente, o si el exceso de inflamación continuada da lugar a una patología o un proceso de deterioro. Pero van de la mano», explica Diego Moreno.

Dieta antiinflamatoria

Para Pablo Zumaquero, lo cierto es que no hay una sola dieta antiinflamatoria establecida como tal. «El problema es que cada grupo de investigación que trabaja con dieta antiinflamatoria trabaja con una distinta, introduciendo o sacando algunos alimentos. Cuando tú haces un protocolo, se hace una investigación, y se supone que una universidad en Australia, otra en Berlín y en cualquier parte del mundo, tienen que usar el mismo protocolo, tomando los mismos alimentos y quitando los mismos, para ver si salen los mismos resultados. Lo que pasa es que, si la Universidad de Harvard usa unos alimentos distintos que la de Berlín o la de Sidney, al final, no tenemos ni idea de qué es una dieta antiinflamatoria. Entonces, ahora mismo, no tenemos un protocolo único que podamos llamar "dieta antiinflamatoria", como sí podemos hacerlo, por ejemplo, con una dieta cetogénica, en la que tienes que meter menos de tantos carbohidratos diarios, con tanta cantidad de grasa, y tiene unas reglas», explica.

Cuando se habla de dieta antiinflamatoria, en realidad, de lo que se está hablando es, en general, de un patrón alimentario basado en productos vegetales frescos, cereales, frutos secos y carnes no procesadas, priorizando el pescado. Se trata, en definitiva, de incorporar «nutrientes y alimentos con propiedades que reduzcan los niveles de marcadores inflamatorios. En líneas generales, se considera que la fibra se comporta como antiinflamatorio y los antioxidantes también tienen un valor antiinflamatorio, así como los ácidos omega 3», señala Martínez Hernández.

En este sentido, hay que recordar que «la proteína de origen animal suele ser proinflamatoria. Pero esto no quiere decir que no haya que comer carne: hay que intentar promover el consumo de frutas, verduras, vegetales y, por tanto, alimentos con fibra. Hay que intentar que el contenido de los alimentos animales en la dieta sea relativamente bajo y evitar los azúcares refinados. Una dieta antiinflamatoria de referencia no tiene que quitar ningún alimento, sino que lo que tiene que hacer es promover el consumo de fibra, ácidos grasos omega 3, proteínas de origen vegetal, una reducción de la sal y la ingesta de vitaminas o minerales con propiedades antioxidantes», insiste Martínez Hernández.

Así, una alimentación antiinflamatoria podría seguir «una dieta mediterránea, en otro caso una dieta nórdica, en otro una sin gluten. No podemos decir que haya un único protocolo de dieta antiinflamatoria», subraya Zumaquero.

Esto implica prestar especial atención al consumo de antioxidantes. «Uno de los elementos dañinos a largo plazo de la inflamación crónica es una aceleración en los procesos de oxidación de nuestras estructuras celulares, lo que, en la práctica, equivale a acelerar su envejecimiento. La presencia de sustancias antioxidantes en determinados alimentos puede ser una buena estrategia de defensa desde el punto de vista nutricional. Se trata de alimentos, no de productos químicos antioxidantes extraídos de los mismos como suplementos, cuya eficacia está muy lejos de ser demostrada o que incluso pueden llegar a ser perjudiciales», aclara Botella.

Alimentos ricos en antioxidantes:

  • Aquellos que contienen ácidos grasos omega-3 (pescados grasos y, en menor medida, frutos secos)
  • Alimentos que tienen vitamina C (frutas y verduras crudas)
  • Alimentos con vitamina A o sus precursores (huevo, frutas y verduras de color naranja y amarillo, leche entera o desnatada enriquecida en A+D, brócoli o espinacas)
  • Alimentos altos en vitamina E (aceites vegetales, frutos secos, semillas, hortalizas de hoja verde)
  • Alimentos con vitamina D (pescados grasos, leche entera o desnatada enriquecida, huevo)
  • Alimentos ricos en polifenoles (soja, té verde)

Inflamación y longevidad

¿Puede una alimentación antiinflamatoria ayudarnos a paliar los efectos del envejecimiento? La respuesta es que sí, pero hasta cierto punto. «La longevidad, uno de los problemas que tiene es que el organismo no controla tan bien la inflamación. Las dietas antiinflamatorias, de una forma modesta, pueden ayudar a retrasar el envejecimiento», explica Martínez Hernández.

Inflamación y atracones

Una comida copiosa en exceso puede generar un pico de inflamación, pero esta situación es temporal y no tiene que ver necesariamente con un proceso inflamatorio crónico. «Puede que cuando me meto un atracón aumente mi inflamación de manera temporal, porque estoy absorbiendo mucha comida y porque tengo el cuerpo funcionando a pleno rendimiento. Puede haber algún problema en el intestino por meter tanta comida. Pero luego, vuele a la normalidad. Ahora, si tengo una dieta alta en calorías y en productos de mala calidad, al final acabaré teniendo una grasa abdominal inflamada», distingue Zumaquero.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.