Los universitarios de Santiago rescatan la baraja de cartas del baúl de la abuela: «En los torneos de tute el premio es una botella de licor café»
VIVIR SANTIAGO
Varios grupos de estudiantes se reúnen a las tardes para echar una partida en los bares y cafeterías de la ciudad: los juegos de mesa se postulan como una alternativa más de ocio entre los más jóvenes
29 feb 2024 . Actualizado a las 14:49 h.¿Qué ha pasado con los juegos de cartas? ¿Todavía quedan grupos de personas que se reúnan alrededor de una mesa para echar la partida? Si bien es cierto que el jugador con experiencia y edad que entraba religiosamente por la puerta del bar buscando la tensión de reunir en su mano los cuatro caballos es un reducto marginal, las tradiciones, al igual que la energía, no se destruyen, si no que se transforman. En Santiago, unas cuantas pandillas de estudiantes recuperan lo que parecía haberse perdido entre su generación y la de sus padres. Removiendo en el baúl de la abuela, sacan las barajas de su escondite y organizan quedadas para competir al tute. En los bares en los que se reúnen, que ya tenían las partidas como algo en extinción, lo ven como un hecho insólito. Más allá de la fiesta y postulándose como una alternativa de ocio, los jueves universitarios se rebautizan como «jueves de mesa».
Pero, ¿cómo llegan estas personas de dieciocho, diecinueve y veinte años a aficionarse a una disciplina que ya es considerada antigua? En una generación de nativos digitales, lo atractivo, lo que realmente llama la atención y despierta interés, no tiene por qué ser algo extraordinario. Si desde la perspectiva de alguien que nació en los setenta las cartas no son novedad, para sus hijos, que nacieron en los dosmil, son un mundo por explorar. A veces, tan solo hace falta dejar morir una tradición para recuperarla de forma espontánea y con más fuerza. Por lo menos, es la idea que defienden los alumnos de tercer curso que forman el paso de ecuador de Matemáticas, que motivados por crear un espacio alternativo al del ocio nocturno, planean periódicamente torneos de tute en la cafetería de la facultad. También es la de paso de Filoloxía, que extrapola esta idea al Campus Norte, y la de los veinte estudiantes que forman el paso de Xornalismo y Comunicación Audiovisual, que organizan competiciones en bares del ensanche.
Comparando los casos, la historia y la forma de jugar es la misma. Lo hacen por parejas y, aunque casi todos los universitarios estudian en las facultades que organizan los torneos, son de cursos diferentes y no se conocen entre sí. Pero, entonces, ¿cómo llegaron hasta ahí? Muy fácil: a través de las redes sociales. Los organizadores —pura generación Z— convocan las partidas a través de Instagram. «Sodes bos ao tute? E en equipo? Entón, este evento é para vós», escribían desde la cuenta del paso de Xornalismo y Comunicación Audiovisual en el cartel que anunciaba la partida de esta semana. Lo acompañaban con las bases de la convocatoria: el día, la hora, el lugar, los premios y un enlace al formulario de inscripción.
Lo estructuran como un torneo en el que no hay límite de participación. Compiten todas las parejas que se apunten, que en esta ocasión fueron nueve. «Si, nos vamos a echar aquí un buen rato», bromeaba una de las jóvenes asistentes. En un torneo de dos contra dos —juntados por sorteo—, pasan a la siguiente ronda los vencedores. Ahí es cuando se coronan los ganadores, que se llevan como premio una botella de licor café sufragada a partir del bote que se recolectó con la inscripción. Cada participante tenía que aportar dos euros. Para los subcampeones, una botella de crema de orujo. «Vimos que había outros pasos que organizaban competicións de xogos de mesa e pensamos que era unha boa idea», explica Eros, uno de los estudiantes de la facultad de Comunicación —la FaCom, como le llaman— involucrados en la organización.
De camino al local, él y sus compañeras cargan bolsas de plástico en las que llevan todo lo necesario. «Cada un trae unha cousa. Necesitabamos bastantes barallas, así que buscamos polas nosas casas e os que atopamos unha collémola», explica el joven. Una vez dentro del bar, situado en Santiago de Chile, se despliegan en unas cuantas mesas, ocupando toda la parte trasera. Eligieron uno de esos locales de toda la vida, de esos que resisten al paso del tiempo con las paredes pintadas de amarillo y los suelos de sintasol. El propietario, asombrado por el despliegue, no recuerda la última vez que un grupo de personas se reunió allí para echar una partida de tute. Tratándose de personas jóvenes, menos aún. «Isto non nos pasou nunca», admite sorprendido cuando los estudiantes van a buscar sus consumiciones a la barra.
Viéndolos jugar, se pregunta cómo se habrá reconciliado una generación nacida en los años dosmil con las barajas tradicionales de cartas. Nadie mejor que ellos para explicarlo: «Jugamos desde siempre. Yo soy la típica que en verano lleva las cartas en la mochila y, cuando hay un momento de parón, dice de echar una partida. A mi me enseñaron mis padres y, cuando otros amigos de mi edad no saben, se les explica cómo es», indica Ainara, estudiante de primero de Xornalismo. Carlota, otras de sus compañeras, explica que se crió en el bar de sus abuelos viendo una partida cada tarde.
«Yo aprendí con mi abuela, que es muy tramposa. Juego con mis tres hermanos y con ella los fines de semana que estamos en la aldea. Cuando hace mal día y no hay nada que hacer, echamos un tute o una brisca», continúa Damián, pareja de Ainara en la partida. El joven explica que, jugando con otras personas, se da cuenta de que «había cosas que pensaba que se hacían de una manera y luego nadie juega así». Alrededor de la mesa, cada uno tiene sus reglas. Ellos, que acaban de llegar a la Universidad, ven las quedadas como una oportunidad para «cambiar un poco de aires» y de conocer gente.
Es también el mensaje que quieren transmitir los organizadores. En el fondo, buscaban una opción de ocio alternativa a las noches universitarias. Desde el paso organizan también fiestas y cenas que se prologan hasta la madrugada, muchas de ellas temáticas, pero querían que en su programación hubiera opciones para todo tipo de públicos. «Un día a la tarde, con la excusa de estar echando una partida, puedes conocer a un montón de gente. Las fiestas son divertidas, pero las quedadas para hacer este tipo de planes también gustan mucho», explican. Es una de las máximas en la etapa universitaria: dar con nuevos mundos y personas.