Las islas de los antivacunas
En Paraguay y Tanzania ya se han construido colonias para los antivacunas. Llegan desde Alemania, Austria, Suiza y Reino Unido y se llaman a sí mismos ‘los despiertos’. Así son estos edenes tropicales donde los colonos beben mojitos servidos por camareros locales que estarían encantados de vacunarse.
Se hacen llamar 'los despiertos'. Aseguran que han abierto los ojos y lo han visto claro: la pandemia solo era una gripe; las vacunas, un experimento a escala planetaria; las mascarillas y los pasaportes sanitarios, una vuelta de tuerca más en el control de los gobiernos sobre la población. Huyen de países como Alemania, Austria, Suiza o Reino Unido para no pagar impuestos ni envenenarse con el agua fluorada del grifo ni exponer los movimientos de sus cuentas al fisco en las transacciones con tarjeta. Y han encontrado refugio en países como Paraguay y Tanzania, donde pueden ponerse a salvo del espionaje electrónico que se generalizará con las redes 5G.
Edenes tropicales donde beben mojitos servidos por camareros locales que estarían encantados de vacunarse si sus ejecutivos hubieran tenido dinero o voluntad política para comprar vacunas. Iluminados que han hecho las maletas porque reniegan de hospitales y colegios en ciudades donde no faltan hospitales y colegios, y ahora se construyen casas con jardín levantadas por albañiles nativos que darían lo que fuera por cotizar para que sus sistemas sanitarios y educativos funcionasen mejor. Países donde Internet (y la red eléctrica) se cae cada dos por tres y donde todavía se muere de diarrea. Mortalidad infantil de Europa: 3 niños por cada mil nacidos; de Paraguay, 18; de Tanzania, 37.
El Paraíso Verde, en la provincia de Caazapá (Paraguay), es uno de estos refugios. Parece un complejo vacacional, pero dentro de su perímetro vallado y custodiado por guardias armados se ha establecido el mayor asentamiento del mundo de 'personas despiertas': allí viven 250 descreídos de la COVID, pero los promotores esperan que lleguen miles.
Un paraíso con acusaciones de fraude
Los canales privados de Telegram les sirven como medio de comunicación y captación. Noticias de un universo paralelo al margen de la realidad. Un ejemplo: se animaban unos a otros a emigrar a Paraguay con el argumento de que no existían medidas contra la pandemia, cuando no era así. Hasta el pasado marzo se obligaba a llevar mascarillas en interiores y exteriores. En ese país sudamericano, de solo siete millones de habitantes, han muerto más de 18.000 de COVID-19. Y el 70 por ciento de la población está a favor de la vacunación obligatoria, aunque solo el 40 por ciento ha recibido dos dosis porque Paraguay confió en las vacunas de la iniciativa Covax para países en desarrollo, y estas tardaron en llegar.
El Paraíso Verde se creó en 2016. Sus fundadores son Erwin y Sylvia Annau –un matrimonio austriaco–, quienes en su página web explican que aspiran «a una vida mejor fuera de Matrix». Es un terreno de unas 1600 hectáreas; con capacidad, aseguran, para 20.000 colonos. Ofrecen bungalós y terrenos en alquiler y con derecho a compra. En la propiedad trabajan 600 empleados locales como camareros, jardineros, cocineros, albañiles... La impresión que da es de que todo está a medio construir, de que faltan infraestructuras, y el calor es sofocante.
Históricamente, Paraguay tiene imán para atraer a los grupos marginales. Allí se han instalado desde socialistas utópicos hasta menonitas y nazis
Algunos que ya habían pagado por establecerse se han buscado otros lugares en los alrededores mientras terminan las obras. Es lo que ha hecho una pareja de jubilados, Waltraud Goetler y Ulli Fleishhacker: «Somos viejos y no podemos esperar a que todo esté listo. Volveremos cuando el proyecto tenga más gente, más luz, más agua...», declaran a The Telegraph. También se marchó Paul Saladin: «Nadie tiene una escritura, nadie es realmente propietario de su terreno y aun así te cobran precios cuatro o cinco veces más caros de lo normal en la zona», se queja. En su web, Paraíso Verde replica que los que se han ido «querían seguir viviendo en el viejo sistema» y que ellos mismos rechazan a cuatro de cada diez interesados. El alcalde de Caazapá, Amado Díaz, ha contado que la Fiscalía paraguaya ha recibido varias denuncias. «Uno de los extranjeros demandó a los promotores por estafa de 200.000 dólares». Y la concejala Rodney Mereles teme un rebrote del coronavirus en una zona que solo cuenta con una ambulancia y no dispone de cuidados intensivos. «Creo que los extranjeros, sean de donde sean, deberían vacunarse antes de entrar en el país», dice.
Históricamente, Paraguay tiene imán para atraer a grupos marginales. En 1886, Elizabeth Nietzsche –la hermana del filósofo–, influida por la teoría del superhombre, fundó junto con su marido un pueblo llamado Nueva Germania que pretendía convertirse en una colonia protofascista. El plan fracasó. También en el siglo XIX llegó un grupo de socialistas utópicos australianos. Asimismo, se establecieron los menonitas, una comunidad protestante de Suiza. Además, muchos nazis huyeron a Paraguay tras la Segunda Guerra Mundial; entre ellos, Josef Mengele, el médico de Auschwitz, quien se escondió durante un tiempo en Hohenau, con una nueva identidad.
Hohenau es, precisamente, otro de los refugios de los antivacunas. Una pequeña ciudad de 15.000 habitantes –muchos de ellos, de origen alemán– cuyas familias llegaron a principios del siglo XX atraídas por los suelos fértiles. Una segunda oleada llegó en 2015, integrada por disconformes con la política de acogida a los refugiados de Angela Merkel. La pandemia ha desencadenado un nuevo movimiento migratorio. Según las autoridades paraguayas, 1077 alemanes se instalaron en el país sudamericano el año pasado. Después de brasileños y argentinos, los germanos ocupan el tercer lugar en número de inmigrantes, una tendencia al alza. «El país se está convirtiendo en la meca de los enemigos de la democracia, extremistas de derecha y conspiranoicos alemanes», señala la cadena de televisión alemana Deutsche Welle.
'Pensadores laterales' inspirados en Qanon
Tanzania, en el continente africano, es otro de los destinos, aunque por razones diferentes a Paraguay. Se trata de uno de los países con menos vacunados: menos del 5 por ciento de la población. Esto se debe a que su expresidente, John Magalufi, proclamó que Tanzania estaba libre del «virus satánico», como lo llamaba, gracias a la oración y a los baños de vapor. Arrestó a médicos y periodistas que se atrevieron a cuestionar sus políticas. Magalufi murió en marzo de lo que las autoridades calificaron como «problemas cardiacos», aunque la oposición dijo que era por coronavirus. Tras su muerte, el país comenzó a pedir a los turistas una PCR, aunque nunca les ha exigido vacuna.
El presidente de Tanzania proclamó que su país estaba libre del virus satánico gracias a la oración. Murió el pasado marzo y la oposición asegura que ha sido por Covid
En Zanzíbar se ha instalado un grupo de negacionistas llamado Liberty Places, que se define como «una coalición de asesores de inversión, promotores inmobiliarios y diseñadores de un nuevo estilo de vida para escépticos y desencantados con la civilización occidental». Ha abierto una oficina en Unguja, la isla principal, para promover la construcción de «fincas autosuficientes». En otro lugar del país, el médico alemán Bodo Schiffmann –creador de un grupo de «pensadores laterales», inspirado en QAnon, que en EE.UU. proclama una trama secreta contra Donald Trump y sus seguidores– ha pedido a los militares que den un golpe de Estado para frenar las políticas contra el coronavirus implantadas por el Gobierno tras la muerte de Magalufi.
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