Kim Novak Una vida al borde del precipicio Acosada, violada, amenazada... La diva que renunció a Hollywood para no perder la cabeza
Depresiva y bipolar, acosada en su infancia, violada en su adolescencia, Kim Novak se comió el mundo con su papel en Vértigo, obra cumbre de Alfred Hitchcock. Amante de Sinatra, Cary Grant o el hijo del dictador Trujillo, acabaría por darse cuenta de que el glamour, la vanidad y la fama que Hollywood le ofrecía no estaban hechos para ella.
Viernes, 16 de Diciembre 2022
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Aguantó como estrella de Hollywood poco más de una década. No necesitó más para convertirse en mito. Un papel, en realidad. Vértigo, de Alfred Hitchcock, elegida en 2020 la mejor película de la historia por el British Film Institute, lo es en gran parte gracias al magnetismo de Kim Novak. Tenía 25 años, llevaba cuatro en la industria del cine y ya se había codeado con Fred MacMurray, Jack Lemmon, William Holden, Tyrone Power y Frank Sinatra.
Ocho años después de pasar a la historia al servicio de Hitchcock, Novak se alejó de Hollywood y se retiró del oficio, aunque aceptara papeles alimenticios de vez en cuando, para televisión mayormente. Así hasta que, en los años 80, aceptó una oferta para salir en 19 episodios del célebre culebrón Falcon Crest, interpretando a un reservado personaje llamado Kit Marlowe, un guiño de la propia Novak al nombre artístico que el gran capo de Columbia, Harry Cohn, quiso imponerle en los inicios de su carrera. «El estudio me cambió el nombre porque Marilyn sólo podía haber una», señaló. Aquello sucedió en 1955, cuando Cohn descubrió a una brillante rubia de turbadora mirada que hacía de extra en El hijo de Simbad.
Hija de severos profesores católicos de origen checo, Marilyn Pauline Novak se crio en un barrio judío de Chicago y acababa de mudarse a California en busca de un hueco en la industria del entretenimiento. De niña soñaba con ello, aunque fuera tan tímida que se escondía tras las cortinas cuando la familia recibía visitas. Su barrio era de los más peligrosos de la ciudad, con alta incidencia de violaciones y asesinatos.
Los niños de su barrio se metían constantemente con ella. Al iniciar la adolescencia fue aún peor. «Fui violada por varios chicos en el asiento trasero de un automóvil»
Para asegurarse de no llamar la atención su madre la obligó a llevar coletas toda su infancia y le prohibió usar maquillaje. Estrategia insuficiente para ahorrarla sufrimientos. Primero, en la niñez, cuando los chicos la acosaban sin piedad. «Me derribaban, me enterraban en la nieve y me llenaban de pasteles con moho –rememoró en su última entrevista, en 2021 al diario británico The Guardian–. Eran niños judíos que pagaban conmigo por lo que que les habían hecho a sus parientes. Y no ayudaba que mi abuelo se llamara Adolf». La cosa, sin embargo, pasó a mayores al iniciar su adolescencia. «Fui violada por varios niños en el asiento trasero del automóvil de un extraño». Una experiencia traumática que nunca compartió con nadie, mucho menos con sus padres.
No es de extrañar que sintiera la imperiosa necesidad de escapar de aquel lugar. Antes de triunfar en Hollywood, eso sí, fue ascensorista, dependienta y ayudante de un dentista, aunque nada comparable a lo que sentía ante el fogonazo de un flash, maquillada para la cámara en los decorados donde protagonizaba campañas publicitarias. La más celebrada la coronó como la Señora Deepfreeze, anunciando frigoríficos, momento en que su rostro y su figura pasaron a formar parte del paisaje americano.
Fue entonces cuando, acompañada por dos compañeras modelos con idénticas ambiciones cinematográficas, se fe a Los Ángeles y se apuntó allí a una audición de la RKO en busca de extras para La línea francesa, una comedia de 1954 al servicio de la despampanante Jane Russell. Novak apareció en pantalla el tiempo suficiente como para conseguir otra fulgurante aparición como extra y a la segunda, ahí ya sí, Harry Cohn se fijó en ella. «La sucesora de Rita Hayworth», fue su pensamiento; diva con la cual, por cierto, acabaría trabajando años después en Pal Joey.
Sintiendo que poseía un filón, Cohn procedió a asociar su nombre a los grandes de la época: ¡Jack Lemmon en Phffft!; Brian Keith en 5 contra la banca; William Holden en Picnic; y Frank Sinatra en El hombre del brazo de oro y Pal Joey. En apenas cuatro años en Hollywood ya tenía dos Globos de Oro y se había convertido en el sueño de seducción de millones de hombres. Cohn lo intuía y por eso él mismo le eligió su vivienda y le impuso un toque de queda con el fin de asegurarse el cumplimiento de los horarios de rodaje y, de paso, controlar sus amistades y alejarla de los hombres.
Novak tenía 20 años cuando firmó su primer contrato cinematográfico por un periodo de seis meses. Además del cambio de nombre, el compromiso le exigió mejorar sus dotes interpretativas con unas clases intensivas y también su apariencia. Aunque los ejecutivos del estudio adoraban su rostro de marcadas facciones le exigieron más brillo a su rubia cabellera –se la tiñeron tres veces–, y la obligaron a adelgazar siete kilos, sometiéndola a una rigurosa dieta.
Alcanzado el objetivo, se convertiría poco después en el explosivo reclamo de La casa número 322, junto a Fred MacMurray, 25 años mayor que ella. Diferencia que, de modo no intencionado, propició lo que ella considera su primera metedura de pata en Hollywood. «Él llevaba puesta una gabardina, cuando se la quitó vi la fecha de fabricación y, sin pensarlo, solté un: ‘¡Dios mío, esa gabardina es del año en que nací!’. Rápidamente pensé: ¡Serás estúpida!». Nada, en todo caso, que interfiriera en su ascensión.
Con tanto galán al acecho, sin embargo, Cohn no consiguió evitar que Novak se acostara con Sinatra. Lo hizo mientras éste se veía también con Lauren Bacall, en momentos en que su esposo, Humphrey Bogart, gran amigo de La Voz, estaba gravemente enfermo. «Frank era un tipo muy sexi. Tuvimos una relación, sí, aunque a veces, él podía ser... difícil», admite Novak. Y añade que, de haber trabajado juntos solo en El hombre del brazo de oro, en la que Sinatra hizo de yonki, «hablaría de lo maravilloso, amable y gentil que era». Las cosas, sin embargo, no debieron seguir esa línea en Pal Joey, metido en la piel de un mujeriego encantador. «El Sinatra real era una persona muy sensible. Tenía un lado simple y hermoso –revela Novak–. Pero le afectaba que la gente lo pusiera en un pedestal; podía llegar a ser muy engreído, sin escuchar a nadie más que a sí mismo».
La relación con Sinatra le proporcionó publicidad a la actriz y Cohn no tuvo más remedio que tragar con ello, pero cuando vio a su protegida del brazo de Sammy Davis Jr., amigo de Sinatra, el ejecutivo de Columbia decidió tomar cartas en el asunto. Davis era un tipo encantador, todos en el show bussines lo apreciaban, pero, a ojos de Cohn, un negro, tuerto (perdió el ojo izquierdo en un accidente) y músico no era digno de su blanca, rubia y prístina protegida.
Se lió con Sammy Davis Jr., pero el estudio se opuso a que saliera con un «negro, tuerto y músico» y acudieron a la mafia: «Te romperemos las piernas, te sacaremos el otro ojo y te enterraremos», le amenazaron
En 1957, además, el matrimonio interracial era ilegal en más de la mitad de los Estados Unidos y el 96 por ciento de sus ciudadanos lo rechazaban. Aquella relación, por consiguiente, no era buena para el negocio. «No me dejaban acercarme a la casa de Sammy», recuerda Novak. «Nos convertimos en conspiradores, unidos por lo único que teníamos en común: el desafío», admitió Davis, fallecido en 1990.
Cohn, al final, se salió con la suya, recurriendo, eso sí, a métodos drásticos. Tras escuchar rumores de matrimonio alrededor de la pareja, contactó con el temido mafioso Mickey Cohen, amigo suyo, para deshacerse de «ese puto negro cabrón». Cohen no tardó en transmitir al padre de Davis una ‘recomendación’: «Dile a tu hijo que se olvide de Kim Novak y se busque a una negra para casarse. De lo contrario, le romperemos las dos piernas, le sacaremos el otro ojo y lo enterraremos en un agujero».
Un amigo de Davis contó más tarde que al día siguiente, agenda y teléfono en mano, el cantante se puso a buscar alguien con quien casarse». Loray White sería su primera esposa a cambio de 25.000 dólares y la condición de disolver su matrimonio antes de un año. «Yo nunca estuve enamorada de él. Pero él sí. Era un niño grande, vulnerable... Y no quería lastimarlo», cuenta Kovak.
La actriz siguió así su carrera –también sus amoríos con gente como Cary Grant o Ramfis Trujillo, hijo del dictador dominicano– y, al año siguiente, alcanzó la cumbre con Vértigo y el papel que terminaría por incluirla entre las leyendas del cine. Se encontró, sin embargo, con el eterno desdén de Alfred Hitchcock, célebre por su querencia a torturar a sus actrices rubias, comportamiento que alcanzaría su cumbre con Tippi Hedren en Pájaros.
A Kim Novak, el maestro del suspense le guardó un eterno y nunca explicado resentimiento, dedicándole años después hirientes declaraciones del tipo: «La mayoría de los actores son como niños estúpidos. Piensen en Kim Novak, logré incluso que actuara, pero solo la contraté porque Vera Miles estaba embarazada». Comentarios sobre los que Novak se limita a replicar: «En Hollywood todos creen que te quieren, pero solo quieren que seas lo que ellos quieren».
Su doble interpretación de la gélida femme fatale Madeleine y de la dependienta Judy, sin embargo, quedaría para la historia y acabaría definiendo su carrera y su vida entera al proporcionarle el estatus de diva. También le proporcionó un amigo, James Stewart, con quien hizo una película más: Me enamoré de una bruja. «Él nunca fue ensuciado por la vanidad y el glamur de Hollywood –agradece Novak–. Muchas veces al terminar una escena nos sentábamos juntos, nos quitábamos los zapatos y poníamos los pies sobre la mesa. Me costaba creer que alguien como él pudiera vivir en Beverly Hills y seguir siendo real».
Es el tipo de pensamientos que terminaron por alejarla de Hollywood. «No quería perderme. Necesitaba irme para salvarme. Me gusta quien soy», explica Novak. Antes de alejarse, sin embargo, vivió un turbulento y acelerado romance con el actor Richard Johnson. Se conocieron a finales de 1964, en el rodaje de Las aventuras amorosas de Moll Flanders, se casaron en marzo de 1965 y se divorciaron en la primavera de 1966. Fue la gota que colmó el vaso. «Es excitante vestir esa ropa tan hermosa y sentirse tan sexi, pero es una trampa. En la vida eso no es suficiente. Mucha gente envejece y al perder la belleza se derrumba». No quería que eso le sucediera a ella.
Harry Cohn, además, había muerto en 1958 y los papeles que le ofrecían apelaban más a sus atributos físicos que a su talento. Y Novak ya no estaba interesada. «Yo era una buena actriz y quería expresarme, que me apreciaran por lo que era y lo que tenía para ofrecer. Pero mi trabajo no significaba nada. Ansiaba interpretar a alguien con una enfermedad mental, porque conocía esos sentimientos».
Al fin y al cabo, Novak llevaba luchando contra la depresión desde la adolescencia y empezaba a temer por su salud mental si seguía en Hollywood. «Cuando eres feliz, estás en una nube. Pero, de repente, la nube se vuelve gris, sientes la presión y, sin darte cuenta, vuelves al fondo del pozo». Y eso es lo que quiso evitar.
Recibió, además, otras señales que la empujaron al cambio. Perdió primero la mayoría de sus objetos de valor en un incendio y, más tarde, un deslizamiento de tierra arrastró su casa. Alquiló una camioneta, cogió lo que le quedaba y acabó en Oregón, donde conoció, muchos años después, a Robert Malloy, un veterinario con el que se casó en 1976 e inició una nueva vida. De vez en cuando, sin embargo, aceptaba algún trabajo para el cine o la televisión, sólo para recordarse que las servidumbres de los rodajes y el trato con los ejecutivos figuraban entre las razones por las que había renunciado a su carrera en el cine.
Novak vivió con Malloy hasta la muerte de este en 2019 y nunca tuvieron hijos, ya que ella siempre temió que sufrieran problemas mentales. «Yo los heredé de mi padre y no quería que pasaran por lo mismo». A sus tendencias depresivas se sumó, a principios de siglo, un diagnóstico de trastorno bipolar. Desde entonces, ha dedicado mucho tiempo a explicarle a la gente que los trastornos de salud mental se pueden tratar y no se deben estigmatizar. Como terapia, eso sí, prefiere pintar al litio, que la hace engordar. «Todas esas rabias y sentimientos de depresión te abandonan cuando los dejas fluir. Y de eso trata la pintura», explica.
Trump la ridiculizó en Twitter tras la gala de los Oscar de 2014: «¡Kim debería demandar a su cirujano plástico!». Como respuesta, ella se volcó en la lucha contra los abusones en los colegios
Su salud mental se puso a prueba en 2014, nada menos que por Donald Trump cuando la ridiculizó en Twitter tras una aparición en los Oscar para presentar un premio: «¡Kim debería demandar a su cirujano plástico!», escribió Trump mucho antes de convertirse en tuitero en jefe. Alusión que despertó en Novak abominables ecos de su infancia. Por eso desde entonces hace campaña contra el bullying. «Hay chavales que se han quitado la vida por lo que se ha dicho de ellos –explica–. Quiero ayudar a ser un modelo a seguir».
Novak dice que sus 45 años con Malloy fueron los más felices de su vida y que las cosas han sido difíciles desde su fallecimiento. «Hubo momentos en los que no quería seguir sin él –admite–, pero ahora enciendo un fuego todas las noches y preparo cosas que le encantaban, como mis albóndigas de pollo». Eso y la pintura son ahora sus mejores compañeros.
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