Teresa Perales Maestros en el arte de la vida buena (2) «¿Estoy viva? Pues ya tengo un motivo para ser feliz»
Aristóteles lo llamó ‘eudaimonía’; los japoneses, ‘ikigai’; los daneses, ‘hygge’. Desde siempre, el ser humano ha tratado de descubrir esa magia que nos permite encontrar el equilibrio con el entorno. Hablamos con Teresa Perales, Jesús Calleja y Fernando Colomo: tres ‘disfrutones’ que tienen la clave para que esos años extra que nos prepara la ciencia, de verdad, merezcan la pena.
Hay que salir a flote
«La vida nos exige seguir adelante, pase lo que pase; lo descubrí desde pequeña. Mi padre murió cuando yo tenía 15 años. Él había cumplido 45. Me pareció superinjusto. Luego, me ha pasado más veces: cuando me quedé en silla de ruedas, con 19 años; cuando he tenido que estar hospitalizada… Por eso no creo en la filosofía happy flower, esa de que 'no pasa nada, sigue adelante'. Hay que respetar nuestros tiempos emocionales. Eso sí, después hay que preguntarse: '¿Te interesa quedarte en ese momento de infelicidad?'. Quizá lo hagas tú solo o quizá necesites ayuda, pero cuando tocas fondo tienes que salir a flote».
Ponte en el centro de la felicidad
«Mi filosofía de vida consiste en que tienes que situarte a ti mismo en el centro de la espiral de la felicidad para luego poder hacer felices a los demás. A veces me han dicho que es una actitud egoísta, pero yo lo veo como algo parecido al uso de las máscaras de oxígeno en caso de despresurización de la cabina de un avión: tienes que ponerte la mascarilla tú primero para poder ponérsela después a tu hijo y salvarlo, aunque tu cuerpo te pida lo contrario. Si tú pierdes el conocimiento, lo matas. Tienes que cuidarte bien antes de poder atender a los demás».
Centrarse en lo simple
«Vivimos en una búsqueda eterna de la felicidad, sin atrevernos a reconocer que igual ya somos felices. Parece que nunca estamos conformes con lo que tenemos. Y, aunque yo soy muy ambiciosa y siempre quiero más, también considero que hay que aprovechar las oportunidades que la vida te brinda y dar gracias. Yo parto de lo más sencillo: '¿Estoy viva? Pues ya tengo un motivo para ser feliz'. Y a partir de ahí vas creciendo. Cosas como levantarme por la mañana y que mi hijo de 12 años me diga: '¡Ay, qué cosa más bonita!'. ¿Qué más puedo pedir?»
Entrenar las emociones
«Empecé a trabajar como coach cuando estaba embarazada de mi hijo. Es un proceso en el que yo te acompaño para que tú descubras cuáles son tus herramientas para avanzar. Sin intervenir realmente. Lo que me suelo encontrar es mucha gente que me dice que no sabe por dónde tirar. Eso pasa porque nos cuesta conocernos, dedicarnos tiempo para ver lo que hay dentro de nosotros. El problema es que a veces da miedo lo que descubrimos y nos planteamos: '¡Ostras! ¿De verdad soy así?'. Pero hay que entenderlo para poder intervenir. Ayudando a los demás es como yo me retroalimento, pero tampoco estoy ‘superhappy’ todo el día, también tengo mis momentos».
Salud mental en los Juegos de Tokio
«Durante muchísimos años ha sido un tabú, por eso la retirada de la gimnasta Simone Biles me pareció muy valiente. Cuando eres deportista de alta competición vives mucho estrés. La gente espera todo de ti: la prensa, los sponsors, las federaciones… Tú te preparas psicológicamente, pero a veces hay algo que se descuadra y se desmonta todo tu equilibro. Pasa mucho cuando tienes que enfrentarte a la retirada. Pueden estar mil años exigiéndote rendir y rendir, y venga medallas. Y, de repente, en un año has desaparecido de la vida pública y nadie se acuerda de ti. A muchos deportistas les ha costado entenderlo».
Maternidad en la élite
«Ha sido siempre otro de los grandes tabús del deporte de élite. La normativa ya lo prohibe pero, hasta hace pocos años, en la firma de fichajes de los clubes, a veces te hacían firmar que no te ibas a quedar embarazada. A los hombres nunca les ha hecho algo así. Y pasa también en las empresas, que todavía te siguen preguntando, según qué edad tengas, si estás casada o si piensas tener familia. A veces las mujeres nos tenemos que ver en problemas donde no los hay. También en su momento, la baja por maternidad no era tal, sino baja por lesión».
«No creo en la filosofía 'happy flower', esa de que no pasa nada. Hay que respetar los tiempos emocionales»
Intervenir
«No me quiero quedar en la tristeza. Me ha pasado ahora con el tema de Ucrania. Decidí que podía hacer algo y me puse en contacto con una deportista que había sido mi rival durante muchísimos años para ayudarla a salir: Olena Akopyan. Va en silla de ruedas y tiene dos hijos. Vivía en Brovary, a 20 kilómetros de Kiev, y cuando empezaron los bombardeos tuvo que conducir durante horas hasta llegar a un centro paralímpico donde se supone que iba a estar más segura. Pero entonces allí también empezaron a caer bombas. Hablé con ella y vimos que era el momento de salir, así que cogió el coche y se vino para acá. Ya están en Zaragoza pero ha sido muy duro: el estrés del viaje, pasar la frontera, no podían sacar dinero… Es una mujer muy valiente».
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